(Lectura de Lucas 10, 25-37)
En esto se levantó el opulento Primer Mundo y le preguntó para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
El le dijo:
-¿Qué es lo que está escrito en vuestros libros sagrados? ¿Qué es lo que os dicen vuestros líderes religiosos?
El Primer Mundo contestó:
– ?Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo??.
El le dijo:
– Bien contestado. Haz esto y tendrás vida.
Pero el Primer Mundo, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
-Y ¿quién es mi prójimo?
Jesús le contestó:
– 51 inmigrantes subsaharianos que huían de las guerras, el saqueo y las hambrunas de sus pueblos, navegaban a la derivaba en aguas internacionales entre Libia y Malta. Iban en un frágil cayuco, sedientos y medio muertos.
Aquel mar lo vimos todos. Pero los judíos y los palestinos ocupados en matarse unos a otros por un trozo de tierra dieron un rodeo; defender el ?honor?? de Yahvé y Alá, sacrificando vidas humanas era ahora su macabra obsesión. Lo mismo hicieron los católicos, dieron un rodeo y pasaron de largo; el Estado Vaticano no tomó la iniciativa de abrir sus puertas y acoger en sus lujosos aposentos a tanta desesperanza.
Sin embargo, un pesquero, el ?Francisco y Catalina??, que iba a faenar por aquellas aguas para ganarse el pan de cada día, vio el cayuco, a la tripulación se le conmovieron las entrañas, y los rescataron. «No somos héroes, somos marineros, pero lo volveríamos a hacer, sin ninguna duda» ?dijeron al ser preguntados por los periodistas que querían convertir la compasión en espectáculo-. Los subieron a cubierta, les vendaron las heridas, compartieron aceite, agua y vino. Y apretujados aguantaron entre el estupor y la indignación la negativa de las autoridades maltesas al desembarco en sus costas; cada día que pasaba ponían de su bolsillo los 6.000 euros de su jornada laboral.
¿Qué te parece? ¿Quién de todos se hizo prójimo de los náufragos?
El Primer Mundo contestó:
– El que tuvo compasión de ellos.
Jesús le dijo:
– Pues anda, haced vosotros lo mismo.
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