Lo llevamos advirtiendo desde hace muchos meses, y desgraciadamente los presagios están convirtiéndose en realidad. Losantos «morirá matando», y haciendo mucho daño, primero a la credibilidad de la Iglesia y después (lamentablemente, esto es lo que más le preocupa a buena parte de la institución) a su bolsillo. Y es que, tal y como contamos en la portada de RD de hoy, la Agencia Tributaria ha constatado un fuerte descenso en el número de declaraciones que marcan la «X» en la casilla de la Iglesia católica.
¿Las razones? La crisis y el desconocimiento de que éste no es un «impuesto religioso» que vaya a suponer más desembolso de dinero para el contribuyente, de un lado; y el «factor Losantos», del otro.
No deja de ser curioso que se publicite la casilla de la Iglesia católica con la «X». La crucecita, las aspas de San Andrés, el símbolo de la contradicción… No deja de ser curioso, digo, porque a la Iglesia sí que le ha caído una buena cruz con Losantos. Y lo que le espera: en su futuro proyecto, ya muy avanzado, para la creación de una cadena de radio propia, apoyada por su grupo televisivo, el locutor se cobrará, una por una, y sin dejar heridos, todas las deudas que considera pendientes de cobrar con los que todavía, a día de hoy, son sus jefes.
Evidentemente, no vamos a achacar desde aquí, sin pruebas irrefutables, que Losantos ha promovido esa campaña de sms, comentarios y llamadas que amenazan con no marcar la «X» en la casilla de la Iglesia como represalia a la «defenestración» del locutor, presentes en todas las webs, en radios y televisiones. Tampoco vamos a afirmar, sin ánimo de duda, que se esté regocijando del más que posible descenso en la recaudación de la Casa de la Iglesia. Simplemente, esperaremos al inmediato futuro.
Entretanto, sólo volver -una vez más- a reclamar a los responsables de la campaña de financiación que, por favor, sean más serios. Han hecho un grandísimo trabajo para elaborar una memoria justificativa de actividades, a lo que se comprometieron en el acuerdo del 0,7. Y, sin embargo, no hacen sino hablar de la ingente y nunca suficientemente bien reconocida labor que las insituciones de la Iglesia realizan para la sociedad. Pero no a contar adónde, concretamente, se destinan los fondos del IRPF. Que es, precisamente, lo que se les pedía. Y la excusa del «alimento de la fe», en este caso, no vale, o vale demasiado. Porque el alimento de la fe nos sirve a todos los que, desde la fe, trabajamos dentro o fuera de instituciones de la Iglesia.
Mal camino si a la deseada transparencia se abona, como compañera de camino, la media verdad o, lo que es peor, la burda superposición de la parte por el todo. Y así queda dicho. En público, ya que en privado no han querido escucharlo, pese a que se les ofreció la opinión. Para que Losantos sea la última «otra cruz» de la Iglesia. Por mucho que ahora algunos nos quieran crucificar, de nuevo, por servir a la fe responsable en que creemos. En fin: también le pasó a San Andrés.
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