Entre ellos, 56 hacen huelga de hambre: magrebíes, guineanos, tailandeses. Ocurre en Lille, en el patio de la Bourse du travail. A petición del comité de apoyo, fui a visitarlos. Era un momento importante para mí, estar con ellos y escucharles. Tumbados dentro de sus sacos de dormir, bajo las grandes lonas de las tiendas, los encuentro debilitados tras varias semanas de huelga de hambre.
Han tomado esta grave decisión que pone en juego su salud, debido a las promesas no cumplidas por parte de la Prefectura. Bajo cada tienda, me piden que vaya a sentarme en medio de ellos para tomar una foto. Nos pegamos los unos contra los otros. Hay una luz en sus ojos.
Los dejo para ir a la manifestación en la plaza de la República, enfrente a la Prefectura.
Por el camino, un kabila se me aproxima: « ¿Me reconoce? En 2003 hice huelga de hambre. Vd. nos vino a ver. Me acuerdo, yo tenía lágrimas en los ojos. Hoy, tengo los papeles y un trabajo. A mí me toca ahora ayudar a los otros». Tras estas palabras, le doy un abrazo.
En la plaza, bajo un sol generoso, los africanos ponen ambiente. Al son de los tam-tames y los cantos de protesta, las mujeres y los niños danzan. La danza y los cantos están asociados a su lucha.
La tormenta que amenazaba estalló. Al alba, les fuerzas de orden expulsaban a los sin papeles de la Bourse du travail. Los dispersaron en centros de retención: Lille, Tolón, Rennes, Burdeos. Una decena fueron hospitalizados mientras que otros fueron puestos en detención cautelar.
Pero la justicia puso en libertad a la mayor parte de los sin papeles retenidos. Un revés para el Prefecto. La lucha continúa. La represión es cotidiana. El Prefecto parece ignorar la fuerza de los débiles.