El P. José Aldunate, moralista Jesuita, nos hace llegar esta sabia reflexión a la luz de la realidad que se observa en diversos ámbitos de la vida y el quehacer de los religiosos. Nos invita a que en la Iglesia todos sean “servidores” y vivan su misión Pastoral no encerrados en las sacristías y en total fidelidad al “Pueblo de Dios”.
La Iglesia está en crisis,
sus sacerdotes son cuestionados
cuando mueren no son reemplazados.
Necesitamos otro tipo de sacerdotes:
No ya el Maestro que dicta desde su cátedra,
o el gerente que maneja la Parroquia,
o el inquisidor que vela por la ortodoxia,
ni el jefe que dirige la marcha.
Sino el socio, el compañero, el consejero, el amigo,
el Paráclito que camina a mi lado.
Ya lo dijo el Vaticano II:
La Iglesia es el Pueblo de Dios
Los sacerdotes, todo el clero, son “ministros”
están al servicio del Pueblo de Dios.
La Iglesia quiere “servidores”
y no hay oficio más grande en el mundo
que servir al Pueblo de Dios
para que realice su gran destino: el sueño de Dios.
El Concilio Vaticano II nos reveló este sueño de Dios:
pueblo liberado y liberador
no encerrado en las sacristías
sino luchando en todos los frentes
por los que ha de avanzar la humanidad,
para que sea libre, justa y fraternal.
La familia de Dios.
Los sacerdotes de mañana han de ser servidores de esta tarea.
Líderes o peones, hombres o mujeres, célibes o casados,
da lo mismo.
En suma: seamos todos sacerdotes, con el Sacerdocio de Cristo
Especial para Crónica Digital y Reflexión y Liberación / Chile.