Fernando Sebastián se ha despedido de Navarra con las mismas dosis de frialdad en el trato, poca cercanía con la vida diaria de muchas parroquias y excesivo intervencionismo político que han caracterizado buena parte de sus 15 años al frente de la diócesis. Como último ejemplo, el consejo gratis a los jóvenes de leer sólo la buena prensa católica -«ni siquiera ABC», puntualizó-.
Sebastián ha hecho de la cátedra religiosa un púlpito político partidista e interesado. Se ha convertido en uno de los principales representantes de la línea dura y más ultraconservadora de la jerarquía católica.
Se sumó a las tesis oficiales de la época aznarista intentando confundir vasquismo y nacionalismo democrático con ETA. Se desentendió de la memoria histórica de miles de navarras y navarros fusilados, asesinados o desaparecidos sin juicio alguno en nombre de aquella falsa Cruzada con la que se disfrazó el golpe franquista en 1936. Despotricó contra los intentos de igualar los derechos de todas las personas, independientemente de cuál fuera su condición sexual.
Arremetió contra la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía -con poco éxito, es cierto, dado el nulo seguimiento de las madres y los padres navarros a las consignas de objeción-. Y, más allá de coincidir siempre con los intereses políticos de UPN-PP, tampoco tuvo reparo en pedir el voto para grupúsculos ultraderechistas.
Las posiciones políticas de Sebastián han faltado el respeto a las creencias y valores de muchos creyentes y ciudadanos navarros. Y a la realidad de la sociedad Navarra actual.
El escenario que va a encontrar monseñor Pérez González cuando asuma la diócesis el domingo tiene un fondo convulso. Sebastián, más allá de su reconocida capacidad intelectual, entrega como herencia dosis de desencanto en una parte del clero (un buen número de jóvenes sacerdotes) y en amplios sectores sociales.
El documento elaborado por un heterogéneo grupo de sacerdotes y fieles involucrados en el trabajo de base de la Iglesia, bajo el título Otra iglesia diocesana es posible , contiene una serie de reflexiones clave: participación interna, transparencia económica, asunción de la pluralidad real de Navarra, mayor cercanía y calidez humana, desterrar las discriminaciones interesadas, aglutinar antes que dividir. Es el reto que plantean a monseñor Pérez González: recuperar el trasfondo humanista del mensaje evangélico de Jesús en la Navarra real del siglo XXI.