Enviado a la página web de Redes Cristianas
A estas alturas de la historia nadie puede dudar de que, Jesús de Nazaret, no entregó su vida para redimir al mundo de sus pecados. Predestinado, además, por un Padre sanguinario que habita en el “cielo”. Al Nazareno lo torturaron y lo crucificaron por defender la fraternidad, la igualdad y la libertad. Por defender la hermandad entre todos los seres humanos. Por defender la Justicia y por decir que “es más fácil que un camello entre por el hueco de una aguja, que un rico en el Reino de los cielos”.
Y también por enfrentarse a los poderosos y a los sumos sacerdotes de la época, a los que llamó raza de víboras. Esos mismos sepulcros blanqueados, que representan ciertas jerarquías eclesiásticas actuales, que se enfrentan a un Papa decente con el evangelio de Jesús y se rajaron las vestiduras contra Chávez, y ahora con Maduro, precisamente por pretender implantar un sistema parecido al Proyecto de Jesús y, sin embargo, no tienen el menor pudor en aliarse con ese capitalismo salvaje que tanto daño está ocasionando al planeta y a su gente.
Desde que Chávez asumió la presidencia de Venezuela y osó cometer el gravísimo pecado de enfrentarse a la crueldad neoliberal, ofreciendo un programa basado en la fraternidad, la igualdad y la libertad, el digno pueblo venezolano no ha disfrutado de un minuto de respiro, para poder continuar profundizando en su fraterna alternativa de paz y amor. El codicioso capitalismo, convertido en pastor del oscuro rebaño, que representan los países alineados con esta plaga neoliberal, a la que se han sumado esos dirigentes latinoamericanos, traidores a sus pueblos y a la patria grande latinoamericana y, por supuesto, esa maquiavélica oligarquía venezolana, que se cree dueña de este bendito país caribeño y amo de su gente, no podía permitir que Venezuela se convirtiera en esa ovejita “negra”, que disintiera de esa antihumana forma de actuar.
Los descendientes de Bolívar, cometieron el grave pecado de emplear las grandes ganancias que proporcionan sus esenciales recursos naturales, y que anteriormente se las apoderaban las grandes empresas estadounidenses y las acaudaladas familias del lugar, en el empobrecido pueblo venezolano, en forma de admirables y humanitarios programas sociales, educativos, de salud y alimentación. Tal como perseguía el Nazareno. ¿De qué se queja entonces la jerarquía eclesiástica venezolana?, ¿si antes sólo había hambre, opresión y muerte (Caracazo)? Y si ahora existe la muerte es debida a los continuos ataques del despiadado capitalismo.
Pero, Chávez, Maduro y la Revolución bolivariana, continuaron cometiendo pecados imperdonables para la “democracia neoliberal”. Decidieron tomarse en serio la soberanía popular, que pregona su novedosa e insolente Constitución, instituyendo los Consejos Comunales y las Comunas, otorgándoles protagonismo político y dotándoles de significativas partidas presupuestarias. Tal afrenta, los dejaba con el culo al aire en su tan cacareada oferta democrática, que sólo se limita a unas votaciones cada cuatro años y, encima, haciendo trampas cuando les conviene. Todo lo contrario que el chavismo, puesto como sistema electoral ejemplar por la prestigiosa oficina Carter y numerosos analistas y observadores internacionales.
Continuaron cometiendo pecados contra la sagrada economía capitalista. Las relaciones con otros países latinoamericanos no se basan en la usurera ganancia que practica aquella, sino en la solidaridad entre los pueblos. De forma que ayuda a los países más empobrecidos, suministrándole petróleo barato a cambio de otros productos de necesidad para Venezuela. Ejercitael beneficioso trueque con Cuba, de petróleo por servicios médicos o deportivos para su población…Y así, otros acuerdos comerciales, fundamentados en la cooperación y nunca en la competitividad o en la obtención del lucro. La oposición también criticó mucho esta forma de relación comercial, aduciendo que “se estaba regalando el petróleo”. En este momento sí, pero antes que se lo llevaban “calentito” para ellos y sus codiciosos socios empresariales del exterior, no suponía un regalo. Para la economía capitalista, las ganancias desorbitadas para sus élites nunca suponen un pecado, claro.
Para conformar una Latinoamérica grande y soberana, a la que tienen tanto derecho como cualquier otro país o región, Hugo Chávez, propició la creación de diversas instituciones supranacionales, como UNASUR, TPC o el ALBA, entre otras. Esta última supuso una culpa crecida, puesto que contrarrestaba al ALCA, un acuerdo comercial estadounidense, previsto con los países latinoamericanos y que el presidente venezolano frenó, deteniendo los suculentos réditos, así como el control económico y político, que suponía para el imperio estadounidense.
El Neoliberalismo ha propiciado, en su afán de enriquecimiento, guerras de sometimiento y robo de los recursos de los pueblos, cientos de millones de personas emigren o se refugien para poder encontrar o salvar sus vidas. El chavismo ha cometido el gran pecado de acoger en sus tierras a millones de refugiados, acogiéndoles como verdaderos hermanos.
Otra mácula importante para sus declarados enemigos, representó las reiterativas posturas de paz y diálogo con la violenta oposición. Cada vez que el chavismo saldaba una embestida de la “pacifica” oposición, que siempre se ha librado con numerosas personas asesinadas, torturadas e incluso quemadas, además de cuantiosos daños urbanos, siempre el gobierno llamaba al diálogo, creando la oportuna mesa de negociaciones, en lugar de la venganza, como suele hacerlo el Neoliberalismo. Tampoco se entiende esa postura de la jerarquía eclesiástica apostando por la violencia opositora, incluso bendecida a veces, en lugar de significar la voluntad de paz y dialogo que siempre demostraron Chávez y Maduro.
No se entiende como para Estados Unidos, la violencia, las guerras y los bombardeos contra civiles no son pecados, en cambio la demostrada vocación hacia la paz y la concordia de Venezuela, si lo es. Estados Unidos, tiene regada más de 800 bases militares, único país que ha lanzado una bomba atómica sobre la población civil e invadido muchísimos países. Venezuela, que nunca ha invadido país alguno, ha cometido el grave pecado de no permitir que el sañoso tío Sam, la instale en el suyo.
La penitencia impuesta por estos “pecados”, a lo largo de 19 años, ha sido brutal y nada cristiana. El dios que bendice contantemente a Estados Unidos por boca de sus presidentes y que, a diario, también se convoca en las múltiples iglesias venezolanas, por boca de sus prelados, nunca puede alabar cualquier presión económica que estrangule a un pueblo, o incida financieramente para que ese pueblo se vaya empobreciendo por las continuas devaluaciones de su moneda, o por retener alimentos o medicinas, ya pagadas, para acosar a ese castigado pueblo. Y mucho menos, permitir que los verdaderos y reales pecados del imperio capitalista, se les achaque a las bondades bolivarianas.
Finalmente, acaba de cometer el pecado mortal de reinventar el Petro, una criptomoneda anclada al sólido barril de petróleo y no asegurado a una caprichosa maquinita de fabricar billetes, como es el dólar. Moneda, que era manejada desde el exterior para provocar las múltiples devaluaciones del bolívar, y que tanto desajuste económico ha ocasionado al país.
La excusa por la que se pretende justificar una injustificable intervención militarista, que puede ocasionar miles de muertes, eso sí, bendecida por la jerarquía eclesiástica venezolana cual cualquier guerra santa del medievo, o cruzada franquista española, es motivada para “atender” una emergencia humanitaria. ¡Hay que joderse! ¡Como si no hubiese mayores emergencias humanitarias en Colombia, México u Honduras, por ejemplo! Y segundo, ¿Quiénes son los verdaderos culpables de que falten medicinas y alimentos en Venezuela? Pues aquellos quienes la denuncian y solicitan la intervención.
El Dios de Jesús de Nazaret, ese Padre-Madre bueno, que sabe distinguir el bien del mal, la solidaridad de la avaricia, la paz de la violencia, la verdad de la mentira, nunca aceptaría las maldades prodigadas por este salvaje capitalismo, capaz de apagar cualquier semilla que haga brotar la fértil hermandad mundial, cuando está basada en la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad. Como tampoco bendeciría a todas esas jerarquías eclesiásticas que, precisamente, lo utilizan para alinear sus conciencias en contra de la voluntad del Creador.
Comité