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Los obispos ya tienen una nueva cruzada: esta vez contra la cristofobia socialista

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El Plural

La revista del arzobispado de Madrid alerta de que pueden empezar a arder iglesias
El cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, prepara de nuevo una macro-misa dedicada a la familia cristiana prevista para el 28 de diciembre en Madrid. El aborto y los matrimonios homosexuales siguen siendo, como ya lo fueron en la celebración del año pasado en la plaza de Colón, dos de las principales dianas contra las que apuntan los obispos.

Sin embargo, en las últimas semanas, otro tema ha cobrado especial relevancia entre la jerarquía católica: lo que han dado en llamar “cristofobia”. Las iniciativas por retirar los crucifijos de los lugares públicos, sumado a la polémica por el intento de colocar una placa de santa Maravillas en el Congreso han alimentado la obsesión del clero por denunciar, el laicismo del Ejecutivo de Zapatero, que estaría asolando nuestro país. ¿Será este el nuevo punto fuerte de la eucaristía familiar? El semanario del arzobispado de Madrid, Alfa y Omega hace gala en sus páginas de esta nueva bandera de la lucha de los obispos.

La sentencia de un juzgado de Valladolid que obliga a un colegio público a retirar los crucifijos de sus aulas ha dado pie a los obispos para alzar la voz contra una supuesta “cristofobia” que pesa sobre nuestro país. El cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, fue el primero en utilizar este término y se refirió precisamente a esta polémica, y también a la originada en el Congreso en torno a la proposición de colocar en él una placa en homenaje a santa Maravillas.

Sin reacción popular
Este parece ser el último frente abierto por la Iglesia española para arremeter contra el Ejecutivo. La revista de su presidente, Rouco Varela, el semanario Alfa y Omega, se centra esta semana en denunciar ese supuesto odio a todo lo cristiano en la sociedad actual. De hecho, sobre ello versa el texto de su editorialista anónimo –firmado con el seudónimo de Gonzalo de Berceo-, que se pregunta cómo “es posible que la gente no reaccione ante” semejantes desmanes.

La retirada de crucifijos está «quedando impune»
A esta voz del episcopado la retirada de crucifijos o la negativa a colocar la placa le recuerda “alarmantemente” cómo “empezaron los más trágicos acontecimientos de nuestra historia” y lamenta que esta actitud “esté quedando impune y, lo que es mucho peor, sea considerado por este socialismo de banqueros y de áticos exentos de ley de costas y por todo su mariachi mediático, como algo progresista y hasta pionero”.

«Signo de amor entregado»
En la misma línea van otros textos de la revista: el arzobispo de Valladolid, Braulio Rodríguez Plaza, firma una columna en la que asegura que los símbolos religiosos en lugares públicos “no hacen mal, sino que son signo de amor entregado a los semejantes, y recuerda que “no existe ninguna norma que prohíba la existencia de crucifijos” en los lugares públicos.

Aguirre, la enemiga de los socialistas
Más lejos llega el redactor jefe de la publicación, Ricardo Benjumea, que advierte en un suelto editorial con el sugerente título de «¿Y si mañana arde una iglesia?», del ambiente enrarecido que hay en España. Tras reivindicar la figura heróica de Esperanza Aguirre tras el atentado de Bombay, arremete contra los socialistas por la «repugnante campaña» emprendida en su opinión contra ella. «Su delito es cuestionar la hegemonía socialista. Algunos de sus críticos no la ven ya como adversaria, sino como enemiga. Pero esta vez, se han pasado de frenada. España no está tan madura para el socialismo como creen. Y empieza a estarlo, según algunos, para la Presidenta Aguirre», argumenta.

«¿Soprendería que manaña ardiera una iglesia?»
Benjumea también sale en defensa de su jefe, Rouco Varela que ha cometido el «delito» de creer en Dios, «lugar que reclama para sí el socialismo». De la presunta persecución socialista destaca, entre otras cosas, que la Guardia Civil prohibiera el acceso al Valle de los Caídos por llevar un rosario (que sepa este periódico la Guardia Civil lo que ha impedido es la entrada de falangistas con camisas azules, la bandera preconstitucional y otros símbolos prohibidos expresamente por la Ley de Memoria)»¿Anécdotas? ¿Sorprendería que mañana ardiera una iglesia?», concluye el artículo.

Aborto y matrimonio gay
El propio Benjumea firma otra pieza en la que se refiere a los otros dos grandes signos de la supuesta cristofobia en nuestra sociedad: el aborto y los matrimonios homosexuales. Sobre el primero, advierte que el “derecho a la vida” ha dejado paso “a unos supuestos derechos reproductivos y sexuales de la mujer”. Por su parte, el matrimonio se encuentra en un “proceso degenerativo” en el que se le niega el “carácter sacramental” y le manipula jurídicamente “desligando la Ley natural de la Ley divina”.

Utilización política
Para remarcar más aún dónde tiene ahora la Iglesia española su frente de batalla, el semanario de Rouco dedica dos páginas a la figura de Santa Maravillas en exclusiva, y dos más a una entrevista con el recién reelegido secretario general del episcopado Martínez Camino, quien no duda en hablar de los dos temas estrella: sobre la polémica de la santa asegura que “se debe a la ignorancia, a los prejuicios, al intento de utilizar políticamente lo que se desconoce”.

«Nadie tiene que temer»
Y sobre la “antirreligiosidad” de la retirada de crucifijos, el número dos de Rouco advierte que “donde no existe la Iglesia” es donde precisamente “se confunde la política con la religión”. “Nadie tiene que temer que la Iglesia católica vaya a estar en contra de la aconfesionalidad del Estado, ni de la sana laicidad”, añadió. Si esa aconfesionalidad es precisamente la que defienden los partidarios de la retirada de símbolos religiosos de la vida pública, ¿dónde está entonces la “cristofobia” de la que hablan los obispos?

Religioso frente aconfesional
Hasta un juez acusado de homófobo se ha refugiado en ese odio a lo cristiano en su testimonio en el banquillo. Juez a quien, por cierto, ha defendido a capa y espada en reiteradas ocasiones este semanario. Al final, parece que los “temores” de los que hablaba Martínez Camino se quedan únicamente en el lado de quienes no ven clara esa separación entre lo religioso y lo público y aconfesional.

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