Los obispos echan a Losantos…por fin -- José Manuel Vidal

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Religión Digital

Lo han echado. Ya iba siendo hora. Federico Jiménez Losantos dejará la cadena de los obispos. Mantenerlo un año más se había vuelto insostenible para la Iglesia española, a la que salpicaba, un día sí y otro tamibén, su forma peculiar (insultona) de hacer radio. Y sus maneras de locutor de barra de bar, que moteja y administra la medicina del frentismo y del odio a todo el que no vaya en su carro a misa. Desde la Judicatura (Dívar, Garzón), a la Monarquía, pasando por los partidos (Zapatero, Rajoy o Gallardón) y la propia Iglesia.

«Que se prepare el cardenal Cañizares, porque este hombre es un consumado maestro en administrar la venganza en frío. Y al cardenal de Toledo se la tiene jurada», dicen en la Cope.

Hace tiempo que en nuestra web hemos venido manteniendo la imperiosa necesidad que tenían los obispos de despedir al locutor de La Mañana. Nos alegramos, pues, de que lo hayan hecho. Quizás la radio episcopal pierda en facturación publicitaria y en cuenta de resultados. Pero no se hundirá. Lo mismo decían cuando se fue José María García.

Puede que Federico se lleve a su «legión» de seguidores más talibanes. Así sea. Si por algo debe destacar la radio de la Iglesia es por ser la casa de todos, no el castillo de los ultramontanos.

Siempre hemos mantenido tamibén, desde aquí, que Federico es un crack mediático. Creó una nueva forma de hacer radio. Y creó escuela entre algunos colegas de profesión (malos imitadores) y, sobre todo, entre las masas menos cultas, que repiten sus soflamas y sus medias verdades por doquier.

Un crack cuya presencia chirriaba en la cadena de los obispos. Por su fondo y por su forma. No estaba en su sitio. Quizás en otra cadena comercial, donde lo único que importe sea la cuenta de resultados…

La radio de la Iglesia tendrá que volver a ser una radio moderada, centrada y plural. En cualquier caso, con su marcha no cabe duda de que la Iglesia recupera un poco de su credibilidad perdida…

Y cuando los obispos señalen a los medios y denuncien sus «malas artes» informativas sobre la institución, nadie podrá decirles: «Y ustedes, con Federico, más». Sólo por eso, cabe alegrarse.