LOS NUEVOS CREDOS. LOS INMIGRANTES TRAEN SU PROPIA FE. Azahara Villacorta

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Religión Digital

Cuenta Azahara Villacorta en la Nueva España que España es un país laico con una gran población católica poco practicante en el que van encontrando asiento otras confesiones igualmente respetables para la Constitución. Pero las minorías no viven igual su religión.
En la mayor parte de los casos esas minorías están relacionadas con la inmigración creciente. Asturias no es una excepción. Así practican su religión anglicanos, los ortodoxos, los musulmanes, los judíos, los budistas y la comunidad bahá’í. Hay versiones sobre si los católicos latinoamericanos se han integrado dentro de su comunidad religiosa.

«Los sudamericanos no se identifican con su parroquia porque asocian el hecho religioso con su lugar de origen. Son cristianos sociológicos y localistas. La religión no es para ellos aquí una vivencia. La mayoría son inmigrantes económicos y están en España para conseguir dinero, como los emigrantes españoles en su día, y sólo acuden a la parroquia si encuentran respaldo o ayuda». Ángel Cuervo, director del Secretariado de Migraciones y de la Pastoral Gitana de la Diócesis de Oviedo, no ve clara la integración de los inmigrantes latinoamericanos en la comunidad católica asturiana.

En Oviedo hay 16 seminaristas y Cuervo no ve en la población inmigrante latinoamericana, mayoritaria en el Principado, (4.725 ecuatorianos, según la Delegación del Gobierno en Asturias, seguidos de 2.730 colombianos), la savia nueva de la Iglesia local. «He conseguido que una minoría entre en movimientos ciudadanos de base cristiana. Me han propuesto que celebremos misas y actividades específicas para ellos, pero no soy partidario de hacer grupos, sino de que participen en nuestra comunidad».

Su visión contrasta con la de la presidenta de la Asociación de Inmigrantes Residentes en Asturias (AIRA), Berta Montoya: «La mayoría de los inmigrantes proceden de países donde la religión tienen gran importancia en la vida de la gente, mucha más de la que tiene en Asturias. Al llegar, se integran en las actividades de la creencia a la que pertenecían en su país de origen. Los latinoamericanos, predominantemente católicos, acuden a sus parroquias. En Pumarín (Oviedo) la comunidad latina es muy numerosa y muchos participan en la parroquia, que desde un principio ha desarrollado actividades de acogida y apoyo».

«También los pastores protestantes han realizado labores religiosas entre los latinos, como la Iglesia Evangélica y los Testigos de Jehová», cuenta Montoya.

Los inmigrantes de los países del Este, rumanos (715 en Asturias) y búlgaros (186), son fundamentalmente ortodoxos, la tercera comunidad cristiana tras católicos y protestantes, y sólo se reúnen para celebrar sus fiestas religiosas.
La búlgara Iva Antonieva, estudiante de Administración de Empresas de 26 años, siete de ellos en el Principado, precisa que «en Bulgaria no es muy común ir a la iglesia, salvo las personas mayores. Hasta 1989 estaba prohibido».

Los anglicanos -entre 1.200 y 1.300 personas en Asturias- celebran sus misas por el rito hispano-mozárabe en una capilla de la parroquia ovetense de San Juan El Real, mientras que «las misas romanas se hacen en el templo parroquial», un ejemplo de convivencia armoniosa que lleva a «compartir templo» a católicos ortodoxos y reformados, cuenta el sacerdote anglicano José Quesada.

En el interior de la mezquita de Oviedo, varios pares de sandalias masculinas alineadas reciben al visitante. El requisito es descalzarse. Faltan pocos minutos para que comience la oración del viernes, el día sagrado para los musulmanes. Asisten más de una treintena de personas, la mayoría hombres.

«Pocas veces vienen mujeres», explica Yahya Zanabili, médico sirio de 55 años que muchas veces actúa como imán. Los hombres se alternan en esa función para «cualquiera que esté capacitado para preparar un sermón. Es voluntario y no se cobra», precisa este hematólogo del Hospital de San Agustín (Avilés).

Cuando Zanabili llegó a Asturias hace más de tres décadas para estudiar Medicina, en la región no había un lugar donde profesar su fe. ?l fue uno de los fundadores del Centro Cultural y Religioso Islámico, nombre oficial de la mezquita ovetense, en 1972. El centro se trasladó hace 9 años a un bajo de La Florida a pocos metros de la iglesia del barrio. Nada señala que es uno de los tres lugares de oración que hay en Asturias para los cerca de 1.200 musulmanes que viven en el Principado. El minarete -la torre que en todos los templos es exterior, desde donde el muecín llama a la oración- está en el interior. Las otras dos mezquitas con licencia del Ministerio de Justicia y conformidad expresa de la Comisión Islámica de España están en Gijón y Ciaño (Langreo).

Los musulmanes que llegan ahora lo tienen más fácil que Yahya para orar juntos los viernes y para los cinco rezos diarios preceptivos en la religión islámica. Entre ellos funciona el boca-oreja y la web que detalla la ubicación de todas las mezquitas del mundo.

El mimbar, un pequeño púlpito de madera en el que se coloca el imán para dirigir la oración, está orientado a La Meca. Hacia él se postran sobre una alfombra los hombres. Un piso más abajo, separadas por una celosía y una cortina, la mujeres.

«Mucha es gente de paso, de Palestina, Marruecos, Jordania, Siria, Senegal, Pakistán, Argelia, Mauritania, Egipto, Turquía o Irak, que viene a visitar amigos o familias enteras que se reagrupan en Asturias», matiza el médico sirio. «Y españoles que se han convertido y los que vienen a clase de árabe y a aprender los principios básicos del Islam».

«La mayoría somos suníes, porque el 85 por ciento de los musulmanes lo son, pero la gente, en España, le da más importancia a la diferencia entre sunitas y chiítas que nosotros. Somos musulmanes. Somos iguales. Es una diferencia más política que religiosa. Como en el cristianismo católicos, ortodoxos, protestantes, ¿qué más da?». Yahya recuerda, bajo la «moraleja suprema» que reza «en el nombre de Dios, el Clemente y el Misericordioso», que «la Reina de España era ortodoxa».

La convivencia con los asturianos se resintió tras los atentados del 11-M: «Nos aconsejaron que no hiciésemos mucho ruido, que fuéramos discretos y, poco a poco, el tiempo fue curando la herida».

Confirma su palabras Farid, un argelino de 36 años que lleva seis en España. Informático y casado con una española. «Católica y de familia muy cristiana, con dos tíos sacerdotes y una tía monja» que lo recibieron «con mucho recelo». Tiene un bebé con dos nombres: árabe y cristiano. «Lo que sea el niño, cristiano o musulmán, lo decidirá él. El futuro está en manos de Dios».

La mezquita de Oviedo está abierta a todo el mundo. «Al contrario de lo que mucha gente piensa, no es una sociedad cerrada. Se hablan muchas cosas sin fundamento, como que los musulmanes somos más machistas que los españoles y es al contrario», argumenta el sirio. «La Carta de los Derechos Humanos de Naciones Unidas dice algo que ya dijo hace 1.500 años el califa Omar, que todo niño nace libre».

Para la presidenta de la Comunidad Judía de Asturias, Aida Oceransky, «hay un estereotipo fundamental en torno a los judíos: el del poder, la confabulación». Oceransky llegó al Principado procedente de México hace 35 años. También al Este, a Jerusalén, está orientado el altar en el que se colocan la Torah, el libro sagrado, el shofar, el cuerno de carnero que se toca en las festividades, y la menorá, uno de los referentes del judaísmo, el simbólico candelabro de siete brazos.

Tampoco la casa del Fontán cedida por el Ayuntamiento de Oviedo a la comunidad judía de Asturias, unas 140 personas, revela que en su interior, siempre cerrada con llave, está la única sinagoga del Norte de España.

Internet también es el instrumento más eficaz para los judíos foráneos que quieren acercarse al centro, «que son la mayor parte de los que llegan a Asturias porque rezar juntos es muy importante». Desde varios premios «Príncipe de Asturias» como Simone Veil o Woody Allen o los periodistas judíos que vienen a cubrir las ceremonias de entrega de los galardones, los chicos que están en Asturias de intercambio o, en este momento, tres MIR.

«Para nosotros la comunidad es esencial, apoyarnos, saber que no estamos solos porque hemos sido muy perseguidos, nuestras oraciones son las mismas en Oviedo o en Rusia, y también nuestro amor a Israel», incide.

Ninguno quiere aparecer en los papeles. «Tienen miedo», relata Aida, que sufrió un pintada de corte neonazi en su casa: «Aida, asesina». Las cruces gamadas han proliferado en la ciudad y «la gente que llega se da cuenta de esa animadversión. Muchos renuncian a descansar días en los que celebramos fiestas tan importantes como el Yom Kipur para que en sus trabajos no sepan que son judíos. Son personas muy preparadas que vienen de comunidades en las que están perfectamente integradas, mientras que en España se asustan de la postura tendenciosa que mantienen los medios de comunicación. «Se cuestiona la existencia del Estado de Israel después de 70 años y mientras que a los soldados palestinos los asesinan, los israelíes mueren».

El judaísmo no hace proselitismo. «Cuando alguien se quiere convertir se le ponen muchas trabas», explica la presidenta de los judíos asturianos. «A los hombres les echa para atrás que se tienen que circuncidar. Es una religión muy ritualista y dura. En la Torah se estipula cómo debe vivir un buen judío: desde cómo vestir a cómo comportarse».

Antes de tener La Casina del Fontán, rememora Oceransky (orgullosa de los documentos que prueban que, en Oviedo, había más de 30 familias judías en la Edad Media obligadas a vivir en ciertas zonas de la ciudad), se reunían en casas particulares.

Así lo hace todavía la comunidad china en el Principado, practicantes de diferentes variantes del budismo. Al piso con olor a incienso de Xinying Yuan en pleno centro de la ciudad acceden algunos asturianos en busca de clases de taichí, acupuntura sin agujas, diagnóstico a través de la palma de la mano y masajes orientales.

Xinying, que nació en Shanghai hace 53 años, es reacia a que se fotografíe la sala presidida por un gran Buda rodeado de bambúes donde realizan ceremonias marcadas por las fases de la Luna. «A veces, viene un maestro de Madrid acompañado por su traductor», cuenta esta mujer menuda. Los ritos que se practican en su casa son «todo cosas normales, de corazón a corazón, aprender verdades, todo para el interior de la gente».

«Ahora todo el mundo, prisa, nervios», intenta explicar. «Aquí tranquilidad, interior, Naturaleza. Las religiones hablar, hablar, hablar. Gente busca, busca, busca. Gente buena. No es religión. No prohibimos. Aquí todo el mundo paz. Distinto. Muchos españoles. Gente interesante». El budismo, más que una religión, es una filosofía que busca la erradicación del sufrimiento y la insatisfacción.

Al doctor Vafa Massarrat Saian, iraní de 48 años, 34 en España, le gusta recopilar frases que hablan de tolerancia en los ratos libres que le dejan las guardias y las consultas en un ambulatorio de Mieres. Muchas de ellas coinciden en el mensaje: «La humanidad es una sola raza y ha llegado el día de su unificación en una sociedad global». Es el principio fundamental de los bahá’ís como el doctor Massarrat.

La fe bahá’í nació en Irán en el siglo XIX. Su fundador es considerado por los bahá’ís como el Mensajero de Dios más reciente. Para ellos «las distintas religiones son capítulos de un mismo libro».

Más de 6 millones de personas de más de 2.000 grupos étnicos profesan esta fe. En España viven 4.000 y poco más de 30 en Asturias. A veces, se reúnen en el chalé de Vafa en Noreña o alquilan un local que acoge a medio centenar de «personas de todas la religiones».

La comunidad bahá’í, la minoría religiosa más numerosa en Irán (350.000 personas), quedó sin ningún derecho tras el triunfo de la revolución de Jomeini, en 1979. La ONU ha denunciado su persecución sistemática, la destrucción de sus obras de arte y el asesinato de algunos de sus líderes. «Nosotros pensamos que la igualdad de derechos es fundamental. Ellos no ven con buenos ojos que defendamos que las religiones no deben luchar entre ellas sino perseguir la paz y el amor y que los prejuicios generan guerras y sufrimientos».

Los jóvenes deciden si quieren abrazar la fe de sus mayores a los 15 años y su organización es asamblearia. «A través de esas asambleas de todo el mundo sabemos cuando un bahá’i va a llegar a nuestra comunidad y lo recibimos con los brazos abiertos. Yo sé que en cualquier aeropuerto del mundo va a haber siempre alguien esperándome».

Un pareja de mormones pasea en el exterior con sus mochilas. Dentro, Marta, cubana de Santiago, «asturiana de adopción», habla con Cuba, desde donde una santera le aconseja sobre las cuestiones más diversas a través de sucesivas tiradas de 16 caracoles sobre una estera. «Cuentan que Fidel sólo se quitó el traje olivo una vez en su vida: fue para una ceremonia en Nigeria en la que se sacrificaron varios animales», dice Marta mirando fijamente. «De ahí viene su fuerza. La fe te hace fuerte. No importa en lo que creas».