Blazquez es la discrección personificada. Y la delicadeza y el tacto y la diplomacia… Por eso, sabe aún peor el que los Legionarios hayan hecho públicas unas declaraciones privadas del obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, a la sazón también visitador apostólico de la institución fundada por el reprobado Marcial Maciel. Porque, una de dos. O Blázquez les dió su consentimiento para publicar lo dicho, cosa que dudo, porque no es su estilo. O los de REL, web pilotada en la sombra por el ex legionario Alex Rosal, le han dado una puñalada trapera.
Para que no queden dudas la respecto, Don Ricardo debería decir algo. Aunque, como en él es habitual, dará la callada por respuesta. De puro bueno se pasa.
Por otro lado, la «jugarreta» se puede volver como un boomerang contra los propios Legionarios. Porque los que no son fieles en lo poco, es presumible que tampoco lo sean en lo mucho.
Blázquez y los demás visitadores están en Roma para compartir sus impresiones. Sigo pensando que el caso de los Legionarios tiene mala salida. Primero, porque el mismo Papa ha hecho gala en varias ocasiones de tolerancia cero para este tipo de casos (como el de Maciel).
Y segundo porque, por muchos distingos que quieran hacerse entre el fundador y la obra, los legionarios jamás se podrán quitar de encima la mancha y el estigma de su fundador. O quizás sí: con un acto de perfecta contriccción por parte de todos los cómplices y encubridores y un cambio profundo y sincero de su estilo de ser y de comportarse. Es decir, pasar del orgullo de sentirse los elegidos a la profunda humildad de los pecadores. ¿Serán capaces de abandonar sus señas de identidad (poder, elegidos, dinero, pujanza, influencia) y reconvertirse en los más humildes seguidores de Jesús? Lo dudo. Nadie puede renegar de su padre, de su historia, de sus memoria y de su adn sin que se le parta el alma.