LOS J?VENES SE ALEJAN DE LA IGLESIA. César Coca

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El Correo

Pero el peso de la cultura cristiana en la sociedad es grande
Cuenta César Coca en El Correo que el 9 de noviembre de 1982, a punto de terminar su primer viaje a España y después de un intenso programa de actos en los que fue escuchado y vitoreado por centenares de miles de personas, Juan Pablo II comentó a uno de sus más directos colaboradores: «Este es el pueblo más católico que he conocido».

Su sucesor en la silla de san Pedro, Benedicto XVI, no podrá decir lo mismo el próximo domingo. La Iglesia ha perdido influencia de forma muy notable en el escaso cuarto de siglo que separan ambos viajes, hasta el extremo de que la no hace tanto «reserva espiritual de Occidente» presenta hoy un panorama de templos semivacíos, jóvenes en general desinteresados por todo lo que suene a eclesial, amplia contestación a la doctrina oficial del Vaticano en aspectos morales y problemas más que evidentes para la renovación de un clero con una edad media superior a los 60 años.

El Papa Ratzinger se dispone a conocer sobre el terreno la realidad de un país que ha concentrado en apenas tres décadas el proceso de secularización que Europa vivió en más de medio siglo. Un cambio a velocidad de vértigo que ha sumido en la perplejidad a la jerarquía eclesial española. Esta es la radiografía religiosa de una sociedad que en su mayor parte ha vuelto la espalda a la Iglesia pero que hace sólo tres años sorprendió a un anciano y enfermo Juan Pablo II con una emocionada, colorista y vociferante marea humana en la concentración de Cuatro Vientos. Paradojas de un país de errático rumbo espiritual.

IDENTIDAD RELIGIOSA

Católicos, pero menos

Casi el 80% de los españoles se definen hoy como católicos cuando se pregunta por su identidad religiosa, pero su práctica es muy baja. Sólo uno de cada cinco asiste con más o menos regularidad a misa, poco más de la mitad de los que lo hacían cuando el Papa Wojtyla visitó España por primera vez. Sin embargo, muchos expertos coinciden en que la comparación puede ser engañosa, porque durante la Transición se mantenía aún buena parte de la inercia de un tiempo en que ser católico era casi inevitable. «La identidad y la práctica religiosa estaban menos arraigados en la sociedad española de lo que se pensaba», explica Gonzalo Tejerina, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.

El resultado es que en muy pocos años los templos han quedado semivacíos y la edad media de quienes todavía mantienen la práctica semanal de ir a misa se dispara. Hoy, sólo uno de cada cinco jóvenes entra en un templo al menos una vez al mes. El sociólogo Javier Elzo, responsable desde hace más de 20 años de numerosos estudios sobre la materia, cree que las causas de ese alejamiento son múltiples, pero destaca la falta de socialización familiar (los muchachos que hoy tienen de 15 a 24 años son los primeros que no han recibido una formación cristiana en casa), la casi total ausencia de información religiosa en los espacios y los medios que son sus referencias, y la sustitución de los valores y doctrina emanados de la Iglesia por otros seudorreligiosos.

Las luces rojas se encendieron ya hace tiempo, pero sin embargo el Papa Benedicto XVI llega a España en un momento en que hay indicadores que parecen dar un mínimo respiro. Un estudio del catedrático de Sociología Alfonso Pérez-Agote sugiere que el proceso de secularización se está frenando. Sólo en algunas zonas, especialmente el País Vasco, la sociedad sigue alejándose de la Iglesia. Otros datos, al margen de los estudios basados en encuestas, parecen ratificar que la secularización está próxima a tocar fondo: el número de contribuyentes que apoyan con sus impuestos a la Iglesia continúa en descenso pero la caída es menor.

Algo parecido pasa con la decisión de los padres respecto de si sus hijos deben recibir clases de religión. Cada vez son menos quienes creen que ha de ser obligatoria, pero en cambio aún son muchos quienes deciden que sus hijos las sigan. Muy pocos días antes de su repentina muerte, el filósofo José María Mardones, del Centro Superior de Investigación Científicas (CSIC), anunciaba en una conversación con este periódico que «se ha acabado el tiempo del cristianismo de cristiandad y habrá que acostumbrarse a un cristianismo en minoría, con una relevancia cultural menor». Menor pero para nada desdeñable. Como dice Tejerina, «con crisis y todo, España sigue siendo un país fundamental dentro del catolicismo, y Madrid es la ciudad europea donde más gente acude a misa cada domingo».

El sociólogo Alberto Moncada ha llegado a vaticinar que en dos generaciones el catolicismo habrá sido «barrido por el viento», pero los últimos datos no parecen avalar un pronóstico tan pesimista. Sobre todo si se tiene en cuenta que la mayoría de los inmigrantes que llegan a España proceden de países profundamente católicos y cada vez se hacen notar más en las ceremonias religiosas. «Lo que sucede es que con su presencia el panorama será diferente, la religión jugará un papel importante como refugio de identidad y el activismo religioso se concentrará en los barrios con fuerte presencia de inmigrantes latinoamericanos», explica Pérez-Agote.

COSTUMBRES Y ASPECTOS LEGALES

La fuerza de los rituales

«Hay que promover leyes que favorezcan el matrimonio, y no ponerlo en situaciones de desventaja ante nuevas figuras jurídicas que desdibujan e incluso contradicen lo que el matrimonio es y aporta al bien común», escribe el cardenal Rouco Varela en un libro reciente. La Iglesia española se ha encontrado en estos años con reformas legales que ha criticado con dureza… pero sería erróneo pensar que los católicos practicantes no se han acogido a algunas de ellas.

Es seguro que no hay muchos entre los más de 7.000 homosexuales que han contraído matrimonio. Habrá más entre el millón de mujeres que han abortado legalmente desde que se despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo. Y seguro que la presencia de católicos es numerosa en el colectivo de más de 1,5 millones de españoles que se han divorciado a partir de 1982 o entre quienes, en una cuantía similar, conviven sin contraer matrimonio.

Es más difícil estimar, en cambio, qué porcentaje de parejas españolas se casa por la Iglesia debido a sus creencias y cuántas lo hacen por otros motivos. El número de bodas civiles crece sin parar -una de las razones, no la más importante, es que se trata de la única ceremonia posible para quienes han pasado antes por un divorcio- y aumenta de forma espectacular la población de religión musulmana, pero todavía los templos católicos acogen dos de cada tres bodas.

¿Por qué los españoles se alejan de la Iglesia pero en cambio siguen celebrando mayoritariamente sus ceremonias? «La Iglesia conserva una gran capacidad para dar fuerza a sus rituales», explica Pérez-Agote. «Mucha gente se casa por la Iglesia por la belleza del escenario y la ceremonia, otros lo hacen porque parece que el compromiso adquirido es más fuerte. En las encuestas, muchos no practicantes reconocen que se casarán por la Iglesia o que bautizarán a sus hijos. El Estado, y también sucede en países de gran tradición laica, como Francia, no ha conseguido dar una fuerza semejante a esos rituales».

Eso es especialmente notorio en actos como los funerales. «Un entierro con un rito católico produce una mayor sensación de despedida, da un consuelo a los allegados incluso aunque no sean practicantes. En un funeral civil nadie sabe exactamente qué hacer ni qué decir, y es de una frialdad desoladora», comenta el sociólogo vasco. Las referencias católicas tienen mucha fuerza en la cultura española, y seguirán teniéndola, al menos durante unas décadas, porque, como dice Pérez-Agote, no existe un código de valores alternativo.

LA IMAGEN DE LA IGLESIA

Espectáculo y prestigio

No siguen su doctrina en algunos aspectos concretos, pero los principios morales de la Iglesia son importantes para uno de cada tres españoles. Y la propia institución, al margen de la crítica generalizada que los ciudadanos realizan, tiene un prestigio razonable aunque en descenso sobre todo entre los jóvenes. Si pese al alejamiento de la sociedad, la Iglesia todavía inspira más confianza en la población que instituciones como el Parlamento, las empresas, la Justicia, los sindicatos y la banca es, sin duda, por aspectos como su trabajo con los pobres del mundo o la oposición del Papa a la guerra de Irak.

Sin embargo, los ciudadanos quieren que esa institución a la que conceden cierta credibilidad se mantenga en la esfera de la referencia moral, sin jugar a influir en la vida diaria. Así se explica que pese a la separación formal con el Estado, nada menos que el 44,3% crea que la Iglesia tiene demasiado poder en la España de hoy.

Javier Elzo destaca un hecho que a primera vista parece paradójico: los jóvenes tienen una buena imagen de los sacerdotes con los que tratan directamente, al margen de que su apego por la Iglesia sea escaso. Y, al mismo tiempo, esos jóvenes que no van a misa son los que acuden en masa a las convocatorias papales. Elzo habla de la influencia de la «sociedad del espectáculo», en la que las cadenas de televisión de todo el mundo prestan mucha más atención a esos actos multitudinarios que hace unos años.

Así que el fenómeno se retroalimenta, y la presencia de grandes masas de jóvenes en los encuentros con Juan Pablo II se explica, a juicio del catedrático de Sociología de Deusto, por el atractivo de una reunión de iguales, «el gran icono mediático» que era el Pontífice polaco, «el empuje de algunos movimientos religiosos» y lo que él llama «demanda de espiritualidad», que no significa necesariamente vinculación directa a la Iglesia.

DIFÍCIL RELACI?N POLÍTICA

Demasiado identificada con la derecha

Cuando el Papa Juan Pablo II llegó a España por primera vez, la Iglesia gozaba de un prestigio social alto, incluso entre quienes no se consideraban católicos. Su papel durante la Transición, con una figura clave como la del cardenal Tarancón, fue muy elogiado por todas las organizaciones políticas, a excepción de la extrema derecha. «La sociedad había agradecido esa actitud», recuerda Tejerina. Ahora, en cambio, sobre todo entre los jóvenes, se da «la percepción de que se ha producido un acercamiento entre los planteamientos políticos de derechas, la Iglesia oficial y muchos de los nuevos movimientos religiosos», sostiene Elzo.

Esa proximidad de posturas con el Partido Popular (nunca expresada de manera abierta, pero puesta de manifiesto a través de la presencia de numerosos obispos en manifestaciones dominadas por esta organización) ha agrandado el foso que la separa del grupo de católicos que militan o simpatizan con la izquierda, en general con el PSOE.

A eso se suma el deterioro de imagen que para la jerarquía supone la existencia de un grupo, por minoritario que sea, de teólogos que desde hace unos años critican cada vez con más virulencia las posturas doctrinales de Roma en general y la actitud de la Conferencia Episcopal Española en particular. Tiene razón el decano de Teología de la Pontificia de Salamanca cuando dice que estadísticamente son minoría. Pero una minoría que se hace oír con fuerza, lo que desgasta a la jerarquía más de lo que ésta admite.

SEMINARIOS EN CRISIS

El difícil relevo

La situación en los seminarios es de crisis, pero esto no ha cambiado mucho respecto de lo que sucedió durante la Transición. Es más, la caída del número de aspirantes a sacerdote fue tan grande en los setenta, que hace un cuarto de siglo había menos seminaristas que hoy. No obstante, el dato no puede ocultar que, desde 1993, los seminarios españoles han perdido un 25% de sus alumnos, caída que se ha registrado sobre todo en algunas zonas, en especial Cataluña y País Vasco. Sin embargo, la Conferencia Episcopal puede pensar en este momento que Dios aprieta pero no ahoga. En los dos últimos años ha seguido bajando el número de seminaristas, por efecto de los abandonos y las ordenaciones sacerdotales, pero han repuntado los ingresos.

Con todo, Benedicto XVI llegará el sábado a un país con unos sacerdotes cuya media de edad está en 60 años, que se reduce a algo más de 50 si se considera sólo los que están en activo. Una pescadilla que se muerde la cola: los curas son muy mayores y esa es una de las razones de la pérdida de atractivo de la Iglesia para los jóvenes, que no encuentran en ella interlocutores de edad más o menos similar a la suya. Quizá el gran reto al que se enfrenta en España una Iglesia dirigida en este momento por el intelectual más importante que se ha sentado nunca en el trono de san Pedro es cómo romper ese círculo vicioso para poder sembrar en los jóvenes la semilla de la fe.