Adolfo Nicolás, 71, español, es el nuevo Superior General la Compañía de Jesús, fundada en 1540 por Ignacio de Loyola. Hasta ser electo era moderador de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental, con residencia en Filipinas.
Se lo describe como alguien muy humano, de buena relación con las personas, con años de vida en Japón y Filipinas, movido por aires renovadores y asociado al famoso y polémico Pedro Arrupe.
El título más fuerte es de El País, España, “Los jesuitas eligen a un español alejado de Ratzinger”, en una nota de Lola Galán quien comenta que Nicolás “Es un hombre de talante progresista, claramente alejado de la dura ortodoxia que muestra en cuestiones trascendentales Benedicto XVI.”
El tiempo dirá si esas características subsisten en el ejercicio de su cargo. De todas formas elegir alguien de ese talante pone distancia entre los Jesuitas y el actual Papa que había enviado una fuerte e invasiva carta a la Asamblea de la Orden pidiendo sumisión al Jefe del Vaticano, especialmente en cuestiones de pensamiento, para que se cuiden de la Teología de la Liberación, y de orden “moral”, en relación con el sexo, incluido aborto y homosexualidad. Además se esperaba que se eligiese a alguien no mayor de 65 años.
Sin ser necesario -en apariencia- todos los medios repiten, en distintas notas, que Nicolás ocupa el cargo dejado por el holandés Peter-Hans Kolvenbach, quien hace 25 años reemplazó a Arrupe en un golpe de estado efectuado por Juan Pablo II en octubre de 1981.
El nuevo Superior fue elegido por mayoría simple en la segunda votación. Los comentaristas dan por sentado que la delegación de Asia -64 representantes- influyó en la elección de Nicolás. En una de las fotos aparece con un chal oriental que, según la periodista de El País, “uno de los delegados asiáticos se lo colocó sobre los hombros al felicitarle por la elección”.
Ahora se comenta que, Adolfo Nicolás, era un pre-candidato mencionado en las conversaciones previas a la elección efectuada el 17 de enero. Para los que no estaban en ese círculo la elección fue una sorpresa.
Es el séptimo español que dirige la Compañía. Estudió Filosofía en España y Teología en Japón, donde Arrupe había convocado a 300 misioneros para ese país. En esa perspectiva se puede especular que Ignacio trae la influencia de los misioneros que re-pensaron el cristianismo desde la realidad de oriente, una cuestión no digerida por los vaticanistas.
La pregunta del millón, con cierto tono de insidia, es si esta decisión es (o no) consecuencia de la paciente espera de los jesuitas para tomarse una revancha por lo que acontecido con Arrupe.
Hay más de un jesuita en la mira del Vaticano y seis condenados. Jon Sobrino –vasco- es uno de los más conocidos que recibió el tirón de orejas de la central de la organización católico romana.
En cuanto al temple de los jesuitas vale recordar que en 1768 España expulsó a los jesuitas de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay porque su poder amenazaba el sistema colonial y que el Opus Dei, de gran influencia en el papado desde hace unas décadas, los tiene entre sus enemigos.
Dentro de la organización vaticana los jesuitas son los más complicados para controlar. No tienen el poder de otros tiempos, pero son unos 20 mil con enorme influencia en lo interno y externo de la Iglesia Católica Romana. Al Superior General de la Compañía de Jesús se lo llama “el Papa Negro” en contraposición al “Papa Blanco” de Roma. Ambos son conscientes de su poder.
Por lo pronto, Nicolás, luego de ser elegido Superior General, concelebró una misa en la Iglesia del Gesú, Roma, “basílica de San Pedro” de los jesuitas, allí donde Ignacio de Loyola redactó las Constituciones de la Orden que se prepuso ‘la perfección cristiana, propia y ajena, para gloria y servicio de Dios’