Lo que se juega el Papa en su viaje a Tierra Santa -- José Manuel Vidal

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Religión Digital

No será un viaje fácil. Nada es fácil para Benedicto XVI, sometido irremediablemente a la comparación con su carismático predecesor. Consciente de ello, el Papa Ratzinger hará todo lo posible para salir airoso de la situación con su propio estilo. ¿Es posible contentar a los principales actores (jordanos, palestinos, cristianos, y judíos) del drama que, desde hace décadas, se vive en la tierra de Jesús? Parece misión imposible.

A falta de carisma personal, el Papa Ratzinger tirará de su amor por Tierra Santa. Como gran teólogo, se ha alimentado de la cultura bíblica. Es un enamorado del Antiguo y del Nuevo Testamento. Conoce apasionadamente la cultura y la tradición judía. Sabe todos sus avatares. Y, aunque ya estuvo allí en otras ocasiones, ahora va como Papa. Pedro vuelve a su tierra. Y en Pedro siguen viendo los judíos al apóstol circuncidado.

Un Papa enamorado de Tierra Santa que, para ser creíble, sólo tendrá que ser como es: dejar transparentar lo que lleva dentro y lo que siente. Porque, si conoce y quiere a los judíos, también conoce y quiere a los musulmanes (se lo demostrará en Jordania y seremos testigo de ello) y a los cristianos en vías de extinción en la patria de Jesús. En el corazón del Papa hay sitio para todos.

Por eso, amén de predicar la paz y el diálogo interreligioso, Benedicto XVI tendrá que mostrar su apoyo explícito a los católicos de Tierra Santa. Porque está en juego, en estos momentos, la supervivencia de la Iglesia. Israel y el Vaticano firmaron un acuerdo en 1993, que se quedó en papel mojado. Los católicos, separados muchas veces por el muro, no pueden ni casarse entre sí y, a duras penas, consiguen visados para entrar en Israel. Además, no está claro cuál es el estatuto legal de la Iglesia, amenazada con nuevos impuestos y sumida en una especie de limbo jurídico.

Los católicos de Belén están encerrados en un gueto. Y los de Gaza, peor todavía. Y solicitan del Papa un gesto explícito de condena de las atrocidades cometidas por el Ejército israelí en Gaza. ¿Lo podrá hacer, sin herir la sensibilidad judía, siempre a flor de piel, sobre todo tras el caso del obispo lefebvriano Williamsom?

La visita del Papa a Tierra Santa no será, pues, un simple peregrinaje religioso a las fuentes de la fe. Es algo más. Es mucho más. En este viaje, el Papa Ratzinger, cuya figura está siendo ya contestada incluso en el seno de la propia Iglesia, se juega mucho. Primero, a nivel personal. Si todo sale medianamente bien, podrá disfrutar de un respiro en las continuas críticas a las que está siendo sometido. Si sale mal, hay quien llega a aventurar, incluso, que podría presentar su renuncia al solio pontificio.

En segundo lugar, está en juego el ?Papa-icono??. Es decir, la credibilidad y la autoridad moral de la Iglesia en carnada en la figura del Sumo Pontífice. Y sólo en él. O casi exclusivamente en él.

No lo tiene fácil, pues, Su Santidad. Eso sí, cuenta con la oración de los católicos. Y con la gracia de estado. Y con sus armas personales. Sobre todo, con la sencillez y la humildad de un sabio enamorado de Jesucristo, de su tierra y de sus gentes. Y ?l prometió estar con su Iglesia ?hasta el final de los tiempos??.