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Leonardo Boff, teólogo: «La Iglesia hallará su senda, si se hace más humilde» -- Glori Helena Rey

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El reputado teólogo afirma que la salida de Ratzinger supone una gran oportunidad de modernización.
LEONARDO BOFF (Concordia, Brasil, 1938) no solo es uno de los más reconocidos ideólogos de la Teología de la Liberación, sino también uno de los mayores expertos de nuestra región en catolicismo e Iglesia.
Autor de más de 90 libros y ganador de varios premios internacionales por su trabajo a favor de los más débiles -como el Nobel alternativo Right Livelihood Award-, Boff habla en entrevista con EL TIEMPO sobre la renuncia de Benedicto XVI y los retos que plantea para la Iglesia este hecho.

¿Por qué cree que renunció el papa Benedicto XVI?

Es cierto el argumento de sus problemas físicos, pero mucho de esta renuncia tiene que ver con las intrigas y los conflictos internos en la curia revelados por los ‘Vatileaks’. Cardenales importantes no le obedecían y habían creado un gobierno paralelo, bajo la batuta del cardenal Tarcisio Bertone.

¿Fue su renuncia un acto desesperado?

Fue un acto de humildad y de honradez, al reconocer sus limitaciones. Se sentía sin fuerzas para imponerse.

¿Qué mensaje deja a los católicos esa sensación de que el Papa, el representante de Dios en la Tierra, puede ser sustituido?

Es un error teológico pensar en el Papa como representante de Dios en la Tierra. Esa arrogancia la padecieron algunos jerarcas de la Iglesia en el medioevo, al tratar de imponerse a los reyes. Los cristianos deben acostumbrarse a no mitificar ni a idolatrar la figura del Papa, que es un hombre sometido a las contingencias humanas.
¿Qué más tendrían que aprender los católicos con esta renuncia?
Que la referencia mayor de la fe es Jesucristo, que en los evangelios está el gran mensaje y que la Iglesia es un instrumento de visibilidad y realización de la utopía de Jesús. El Papa y los demás jerarcas no son más que servidores de la fe y no los portadores de ese poder sagrado que, muchas veces, aleja a las personas de la Iglesia. No hay que olvidar que en donde impera el poder no hay amor ni misericordia, y que este es el gran problema de la curia romana hoy.

Se intuye un periodo de cambios. ¿Para dónde va la Iglesia?

No sabemos ni para dónde va la humanidad. Estamos en un vuelo ciego. La Iglesia participa de esta crisis generalizada de nuestra civilización que ya no tiene razones convincentes para proyectar un nuevo sueño para todos. Al contrario, creó el principio de la autodestrucción: es decir, una nueva era en donde el gran peligro ya no es un enorme meteoro, sino el propio ser humano. Benedicto XVI no supo preparar a la Iglesia para dialogar y para colaborar con todos los movimientos de cambio en la humanidad. Partía de una visión, más bien fundamentalista, de que la Iglesia lo tiene todo y de que fuera de ella no hay salvación, como lo declaró explícitamente cuando era cardenal en el polémico texto Dominus Jesús, del año 2000. La Iglesia descubrirá su camino si se hace más evangélica y más humilde.

¿Cree que en el futuro tendremos una Iglesia Católica más abierta?

El futuro podría ser lo que yo mismo le escuché decir en sus clases al profesor Joseph Ratzinger: «Que las iglesias se reconozcan unas a las otras». Aceptar la pluralidad, como aceptamos la de los evangelios. Ninguna configuración histórica, por más que se quiera, puede traducir la totalidad del mensaje de Jesús. Todos somos favorables a la biodiversidad, ¿por qué no pensar igual en materia de religiones e iglesias?

¿Qué seguridad tienen ahora los fieles católicos de la fortaleza de su Iglesia?

Muchos fieles emigraron de la Iglesia católica a raíz de las convicciones conservadoras del Papa saliente, pero no lo hicieron del cristianismo, como utopía de Jesús, con sus altos valores espirituales. Para muchos, la Iglesia dejó de ser un hogar espiritual y por eso es muy importante que el futuro Papa cree una atmósfera de confianza y de fraternidad entre todos. Debe rescatar a la institución de la desmoralización que sufrió como consecuencia de los escándalos por los sacerdotes y obispos pedófilos y las irregularidades en el Banco Vaticano, que se había convertido un conducto de evasión de los capitalistas italianos, e incluso, de algunos mafiosos.

En su opinión, ¿qué cualidades debería tener el próximo Papa?

Tiene que ser un pastor cercano a los fieles y a todos los seres humanos, independientemente de su condición moral, étnica o política. Debería ser alguien que tome como lema la frase de Jesús: «Si alguien viene a mí, no lo dejaré ir». No debería ser un hombre de Occidente, sino un hombre del enorme mundo globalizado, que sienta la pasión de los que sufren y el grito de la Tierra devastada por la voracidad consumista. No debe ser alguien de certezas, sino que estimule a todos para buscar los mejores caminos, que se oriente por el evangelio, pero sin espíritu proselitista. Un hombre abierto a todos los caminos religiosos. Un hombre de profunda bondad, al estilo del Papa Juan XXIII: tierno con los humildes y con la firmeza para denunciar a los que promueven la explotación y hacen de la violencia y de la guerra instrumentos de dominación.

¿Debe elegirse al Papa de por vida?

Eso es poner demasiada responsabilidad sobre una única persona que tiene que dirigir una China de fieles. Esto es una crueldad y una imposibilidad. Por eso habría que hacer valer el gobierno colegial, que ya existe teóricamente, pero que los Papas lo han debilitado totalmente. Y en ese colegio deberían estar presentes representantes de todo el pueblo de Dios: hombres y mujeres. No hay que olvidar que las mujeres son mayoría en la Iglesia, que son las madres y las hermanas de la otra mitad y las primeras testigos del hecho mayor: la resurrección.

¿Cuál sería el tiempo ideal de un papado?

El tiempo en que un Papa siente que aún tiene fuerza para gobernar. Si ya no lo siente, no debe apegarse al poder y debe renunciar.

¿Cómo evalúa el papado de Benedicto XVI?

El Papa saliente fue un eminente teólogo, pero un Papa frustrado. No tenía carisma de dirección ni contaba con el fervor de los fieles, como Juan Pablo II. Pero la Iglesia es más grande que sus papas y continuará y prestará, entre sombras y luces, un servicio a la humanidad, en el sentido de ofrecerle un sentido a la vida, que va mucho más allá de esta vida.

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