Enviado a la página web de Redes Cristianas
“Mi enhorabuena sobre el artículo. Se que eres extremadamente sensible y no te gusta señalar a ningún culpable, en concreto. No obstante, yo hubiese señalado al origen de todo este mal que, como bien sabes, es el neoliberalismo económico”. Gracias, Juan. Con gestos de sus manos, ayudando al contenido de su mensaje, Francisco tiene un lenguaje directo, duro y penetrante; lo dice muy claro: “el dios dinero”. Y hablando de los comportamientos de sacerdotes afirma que la gente lo que no les perdonan es el afán de poder y de riqueza. Pobreza, Riqueza y Esperanza son palabras con significado diferente, pero cogidas de la mano. Son realidades que están llamadas a dar frutos en beneficio del bien común.
La pobreza es hija de un presente injusto, producto de un neoliberalismo destructor de lo humano. El cerco cada vez se aproxima más por arriba y por abajo; unos cuantos cada vez más ricos y muchísimos cada vez más pobres; hasta llegar a destruir la dignidad de las personas. La destrucción de lo humano es la meta de un sistema global caduco; que ha dejado de tener sentido social e incluso económico Gran número de personas están siendo victimas de la mal llamada crisis, perdiendo no sólo sus puestos de trabajo, sino también sus viviendas. Se ha pasado de la inseguridad a la precariedad y a la pobreza, cercana a la miseria.
La precariedad está afectando a toda la sociedad, pero de una manera muy especial a quienes menos tienen, a las personas más desprotegidas. La inseguridad se cierne en quienes han perdido su empleo y no se resignan a vivir de subsidios. Citemos algunos casos: Mujeres abandonadas por sus parejas y con cargas familiares, intentan sobrevivir a duras penas, si permanecen fieles a su dignidad de personas. Jóvenes con preparación y cualificación excelente tienen que soportar la humillación de sueldos indignos, o buscar sin rumbo en otros países lo que se les niega en el propio. España deja escapar parte de lo mejor de su juventud, sin saber encauzar una riqueza acumulada durante largos períodos educativos. La inversión en educación hay que rentabilizarla.
Es indignante que gobiernos para salvar el “sistema financiero global” les hayan inyectado grandes cantidades de dinero. Con sólo un uno por ciento de ese dinero entregado a los bancos se podría resolver el desastre de millones de personas que son víctimas de la hambruna. Pero hay que pagar la recompensa para mantenerse en el poder establecido… La crisis no es casual. Es la consecuencia de una economía centrada en la acumulación, en la especulación sin importar los daños personales y medioambientales. Se ha creado una situación injusta, para hoy y para el futuro.
Hay que atreverse a decir que es imprescindible hacer propuestas, atajando las causas que han generado la situación actual, desterrando las operaciones de maquillaje, yendo a la raíz de las causas de la pobreza. Es urgente salir de la crisis, pero sin olvidar que el problema central es cómo resolver los problemas injustos que están destrozando a la humanidad. Por ello, con muchas dosis de esperanza, las soluciones han de tener presente lo concreto, sin olvidar al conjunto de la humanidad, desde una visión del bien común, de las personas de hoy y del futuro
En este mundo convulsivo, hay que ser personas capaces de crear momentos de Esperanza. Como ciudadanos, tenemos la obligación de exigir y aportar soluciones globales con actuaciones concretas. Es fundamental, por tanto, tomar conciencia de nuestro protagonismo y concebir la participación ciudadana como un derecho irrenunciable. Hay que proclamar que la gestión económica en democracia no puede ser responsabilidad exclusiva de las instituciones públicas ni de los políticos. Todos tenemos un papel que desempeñar y hay que insistir en la participación ciudadana en las distintas organizaciones sociales. La salida de la crisis pasa por lo comunitario, lo social y la cooperación. De lo contrario, por no hablar un lenguaje directo, estaremos apuntalando un sistema injusto y favoreciendo su repetición continua. Finalmente hay que afirmar que la pobreza se irradicará con la justicia, en la esperanza de que otro mundo es posible
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