Las salidas de tono del Papa -- Luís García Montero

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Mi hija Elisa me pregunta por el Papa. Y se sorprende de que le responda con buen humor.
No llega a entender por qué me tomo un poco a broma opiniones tan salidas de tono sobre el anticlericalismo, el pensamiento laico, la agresividad española contra la Iglesia, ya sea en los años 30 o en nuestros días, las obligaciones de la mujer con el hogar y la interrupción de los embarazos no deseados.

En otras ocasiones me hubieran indignado ideas tan reaccionarias como estas, o argumentos tan insostenibles como la necesidad de someter la razón humana a la fe religiosa.

– Parece que te hace gracia ? dice Elisa- . No lo comprendo.

– Y tienes razón. Cuando escriba en el periódico, o participe en alguna tertulia de radio, me pondré más serio. Defenderé la razón, el Estado laico y criticaré al Gobierno por seguir manteniendo privilegios económicos y políticos en favor de la Iglesia católica. Pero aquí, entre nosotros??

– ¿Y ahora por qué te ríes?

– Porque las reacciones del Papa y de los Obispos, sus salidas de tono, me parecen una pataleta. Y eso me divierte.

– Se han puesto nerviosos al darse cuenta de que la visita no iba a tener el seguimiento
multitudinario que esperaban.

– Desde luego las expectativas no se cumplieron. Las autoridades políticas, para justificar el gasto de dinero público en un credo privado, hablaban de una gran asistencia y de importantes negocios turísticos. Todo parece haberse reducido a la mitad de la mitad. Pero no me refiero a eso.

-¿Entonces a qué?

– Pues a mis recuerdos. Los que tenemos ya unos años no sólo vemos pasar el tiempo, sino también la historia. Y yo recuerdo mi infancia, y el papel que la Iglesia jugaba en la sociedad, y el peso que tenía a la hora de contagiarnos una culpa o de organizar las costumbres. España ha dejado de ser católica. ¿Tú crees que son compatibles con la realidad española las opiniones del Papa sobre la ciencia, los anticonceptivos o la mujer?

¿Tú crees que las mujeres se identifican hoy con la imagen de las monjitas que participan alegremente en el culto como simples limpiadoras?

– Eso es ya muy viejo.

– Pues no tan viejo, Elisa. Yo me eduqué en un país gobernado por estas ideas. Y por eso me doy cuenta de que las cosas han cambiado mucho en pocos años. La vida se está alejando de una jerarquía eclesiástica muy reaccionaria. Y de ahí la pataleta. Buscan guerra porque saben que la indiferencia es su peor enemiga. Procuran crear tensiones políticas, desviar votos a la derecha. Y el Gobierno evita esa guerra.

– Tienen todavía mucho poder ?insiste Elisa-. Mira las procesiones, las romerías, los crucifijos en los colegios. A mamá le enfadó que el Príncipe diera la bienvenida al Papa en nombre de todos los españoles. Dijo que en su nombre de ningún modo.

– Las procesiones son hoy costumbrismo turístico. Mamá tiene razón. A los que somos partidarios de un Estado laico nos resulta inaceptable que los espacios públicos se mezclen con signos religiosos. Pero yo estoy de buen humor, porque creo que la salida de tono del Papa se debe a una conciencia clara de que la Iglesia está perdiendo poder. Está ya fuera de lugar.

– Por eso comparó el Papa la situación con el anticlericalismo de los años 30.

– Otro día hablaremos de ese anticlericalismo. La II República cometió ofensas tan grandes como legalizar el divorcio, defender la educación pública, pedir que todos los ciudadanos españoles se sometieran a las leyes democráticas del Estado y reconocer a las mujeres su derecho al voto. Ya ves qué revolucionarios fueron. Por fortuna la Iglesia no tiene ya el poder que tenía en 1936, cuando preparó, justificó y bendijo la necesidad de un golpe de Estado. Antes no, pero hoy nos podemos reír un poquito de ella.