LAS ENCRUCIJADAS DE LA CULTURA LIBRE

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Diagonal

Conviene aclarar a qué nos referimos por cultura libre para evitar equívocos. Cultura libre no es ?cultura alternativa? o ?cultural no comercial?. Cultura libre sólo hace referencia a la libertad, no al tipo de contenido ni al soporte ni tampoco al precio (no es necesariamente gratuita).

Según la define Larry Lessig, fundador de Creative Commons (CC), cultura libre es lo opuesto a la cultura del permiso, es decir, la de ?todos los derechos reservados?: la que requiere permiso por parte del titular para poder copiar, reproducir o modificar la obra. A diferencia del modelo restrictivo convencional, la cultura libre concede algunos o todos los derechos al público en lugar de restringirlos y de ese modo no requiere de permiso previo del autor (o titular de los derechos) para ejercerlos.

Este hecho transforma de modo profundo el modo en que creadores e innovadores se relacionan con sus obras y con el público. Dicho esto, la definición sigue siendo muy amplia y se ha usado ?cultura libre? o ?cultura copyleft? en un sentido muy laxo. Esto ha permitido una rápida extensión de licencias semi-libres y de proyectos de referencia tales como CC (que incluye toda una panoplia de licencias libres y semi-libres), frente a la situación anterior donde este movimiento se confundía con la llamada ?piratería??, con el anticopyright o con el desprecio al derecho de autor. La cultura libre no sólo no desprecia los derechos de autor sino que sitúa al creador en el centro, asumiendo que la digitalización y las nuevas tecnologías de la información nos ha convertido a todos de hecho en creadores, desde el que escribe en un blog hasta el que publica una fotografía propia.

Pero esta laxitud también ha creado cierta confusión, cierta moda de usar el logo de CC (o ?copyleft?) sin aclarar los términos en que se comparte la obra, haciendo indistinguibles unas licencias de otras y favoreciendo estrategias oportunistas que se presentaban como libres sin serlo del todo. Esta confusión no es solo un problema ?de principios?, sino que supone algunos problemas prácticos, por ejemplo incompatibilidad con obras realmente libres. Una cultura libre requiere cada vez más que no haya restricciones (ni comerciales ni la obra derivada) o se caerá en la paradoja de limitar en nombre de ?lo libre? la libre circulación del conocimiento. La Wikipedia, obra estrictamente copyleft, es el paradigma de lo libre fuera del software y una buena piedra de toque para saber si nuestra obra es realmente libre o no.

Para ordenar este caos han surgido iniciativas como Free Content Definition (freecontentdefinition. org) de Benjamin ?Mako? Hill. Más allá de las cuestiones de licencias, tras unos años de rápida extensión, y una vez pasada la euforia inicial, nos encontramos en un momento en que el movimiento que se reivindica de la cultura libre se encuentra en un cierto ?impasse?. Por un lado, personajes significados han lanzado iniciativas por arriba con poca relevancia. Probablemente, tratando de cubrir un vacío de representación ?institucional? del movimiento, que de forma natural le habría tocado ejercer a CC España pero que, lamentablemente, no lo ha hecho. Sin referentes estratégicos claros, el movimiento se fue agrupando en iniciativas más o menos esporádicas (jornadas) o grupos pequeños, localizados o demasiado centrados en aspectos llamativos pero laterales (como la oposición a la SGAE). La SGAE, que se ha convertido en un ministerio de Cultura paralelo, ha tenido la virtud de despertar a mucha gente sobre los abusos de la propiedad intelectual para clausurar y controlar la creación, pero ha equivocado el centro del problema, que no es la SGAE misma, sino un sistema legal que le ha permitido abusar de su posición y unos políticos que se han rendido a sus exigencias.

Junto a esas leyes cada vez más restrictivas impulsadas por la SGAE, se suman unos ?legisladores? paralelos mucho más insidiosos y efectivos, los fabricantes de dispositivos electrónicos que, ajenos a todo control democrático, deciden unilateralmente qué usos podemos hacer de ellos e, incluso, vigilan y conspiran contra el usuario. De poco sirve que la ley reconozca derechos al usuario si luego los fabricantes no permiten que se ejerzan.

En cualquier caso, la cultura libre no se define en relación a sus ?enemigos? (SGAE, RIAA,Microsoft… y en general a los llamados ?guerreros del copyright??), sino a la noción de libertad y de procomún, es decir, de los bienes comunes, cuyo papel es cada vez más importante en la producción económica, social y cultural. La cultura libre no es capitalista ni tampoco anticapitalista, sino que resitúa lo que llamamos producción creativa, que pasa de un contexto exclusivamente mercantilista, estatalista o privativo a otro más amplio, el de nuestra vida social y nuestra cultura política (como individuos y como ciudadanos), que no excluye el mercado pero tampoco lo supedita todo a él.
DEL SOFTWARE A LA CULTURA LIBRE
A diferencia del software libre, de donde procede la idea de utilizar los derechos de autor para otorgar derechos en lugar de restringirlos, hasta hace muy poco no ha existido una definición estricta de cultura libre. En el software, ?libre? significa algo muy preciso: derecho a usar, copiar, modificar y redistribuir sin restricciones. No algunos derechos, sino todos ellos. En cambio, fuera del ámbito del software libre, tanto copyleft como ?cultura libre? se ha usado de una forma muy amplia, que permitía calificar así cualquier obra del intelecto que, como mínimo, permitiese la copia no comercial.