Las cinco llagas de Rosmini. 2ª llaga: Un clero erudito y distante -- Agustín Cabré

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El catalejo del pepe

La segunda llaga que preocupaba a Antonio Rosmini era la insuficiente formación del clero. Ahora la preocupación es a la inversa: tenemos un clero erudito, con un tipo de estudios enciclopédicos agobiadores, una formación alejada ?del mundo?? para no contaminarse con él, un modo de vivir el sentido religioso según espiritualidades que al parecer no están centradas directamente en los evangelios o en la persona de Cristo y los valores del Reino, sino en experiencias particulares de fundadores de corrientes espirituales muchas veces asépticas y de consuelo personal.

Es impresionante constatar que en los diversos países de América latina y de Europa, los seminarios, desde hace unos treinta años, están en manos de equipos formativos ligados a espiritualidades particulares como las de el Opus, los Legionarios, los Schöentatianos, los Heraldos del evangelio, los del Verbo encarnado, los Sodalicios y varios otros de la misma onda regresiva. Los seminarios, y más aún los diocesanos, están produciendo un clero que busca distanciarse de la gente por su modo de vestir, de hablar, de rezar y, lo que es peor, de entender su propia ubicación eclesial: no logran captar que se trata de un servicio de apoyo y crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad a la comunidad y la consideran como una gestión de mando y de clase social.

De ahí la ostentación de filacterias, vestimentas, adornos, latas doradas y zapatitos brillantes, dentro de los trajes rigurosamente negros en los que resalta el cuellecito blanco para hacer saber a la distancia que se trata de alguien distinto: ¡atención: yo soy un clérigo! Unos seres eruditos, un tanto paternalistas, muchas veces opresores de conciencias ajenas; se arrogan, por ejemplo, la facultad de permitir o negar los sacramentos en lugar de ayudar a educar y formar a cada cristiano en el protagonismo de su fe y las consecuencias de ella (Ver mi blog, el primero sobre Rosmini hace unos cuantos días atrás). ).

Mientras la preparación de un nuevo presbítero en la Iglesia católica demora un promedio de diez años, en ese mismo lapso los pastores evangélicos y los animadores de grupos espiritualistas de corte oriental se han multiplicado por cincuenta. Y, además, la larga etapa formativa del clero produce al final autosuficiencia pastoral, como hemos dicho. Hasta el viejo cura de pueblo que se imponía por su vida de servicio y de entrega y que se permitía tratar a los suyos como un abuelo, quedó en el baúl de los recuerdos. Ha cedido el paso a unas generaciones de curas petulantes, sabihondos, enigmáticos y manipuladores.

Cristo no pidió para sus apóstoles que fueran algo separado del mundo, sino que fueran preservados del mal. Una reforma absoluta en este campo aparece también como necesaria. Esta segunda herida eclesial que señalaba Rosmini, es una herida de fuertes dolores.¿No le parece?