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El naufragio con más de 100 inmigrantes muertos cerca de la isla italiana de Lampedusa constituye hoy una tragedia que traspasa la frontera nacional y adquiere dimensión europea, ante la indiferencia de naciones ricas de esa región.
Como mismo declaró el viceprimer ministro y titular del Interior italiano, Angelino Alfano, la tragedia de Lampedusa no es solo italiana, sino europea, mientras las bolsas plásticas con cadáveres se agolpaban en los muelles de una isla de apenas seis mil habitantes.
Muchos recuerdan ahora, cuando se cuentan 115 fallecidos, entre ellos dos embarazadas y tres niños, las palabras de la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, en febrero pasado, cuando en una carta a la Unión Europea (UE) expresaba: ?¿¿cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?».
Ahora, la propia Nicolini, quien llamó al primer ministro Enrico Lettta a contar junto con ella los cuerpos sin vida de los náufragos, afirma que no tiene espacio para meter ni a los muertos ni a los vivos.
Ni el campo santo de la pequeña isla, ni el centro de detención de inmigrantes, con capacidad para 300 personas, dan abasto, pues el primero está colapsado de tumbas sin nombres y el segundo, sobrecargado con más de mil 300 indocumentados.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, 25 mil personas murieron al cruzar el mar Mediterráneo desde el norte de África, tal y como lo hicieron esta vez unas 500 personas, al partir del puerto libio de Misrata para una travesía de tres o cuatro días.
Solo en 2011 perecieron dos mil y mil 300 el año pasado. Sin embargo, para llamar la atención de la UE y el mundo en general sobre esa trágica situación, al parecer, era necesario contar con una montaña de cadáveres que mostrara la indiferencia europea, estiman expertos.
Por años, el gobierno de Lampedusa exigió recursos para lidiar con la cada vez más creciente oleada de inmigrantes en uno de los puntos más cercanos a África del norte, sobre todo, tras los sucesos en Túnez, Egipto, Libia y ahora Siria.
Esta misma semana, más de 460 sirios fueron rescatados en altamar por el servicio de la guardia costera italiana.
Pero ello, aunque casi paralizó el centro de atención a inmigrantes de Lampedusa, es una ínfima parte de los 200 mil inmigrantes que pasaron por allí desde 1999, de ellos 50 mil solo en 2011, en coincidencia con la agresión a Libia, destaca la prensa local.
La alarma más cercana la dieron los 13 inmigrantes que murieron el pasado 30 de septiembre al ser obligados por traficantes humanos a lanzarse al mar, muchos de ellos sin saber nadar, a unos 200 metros de las costas de Lampedusa, en medio de un fuerte oleaje.
Sin embargo, era necesaria una cifra mayor para que la tragedia pasara más allá de la frontera de la isla y la dimensión nacional para llamar la atención, al menos por ahora, de toda Europa y el orbe.
Países como Grecia, Malta e Italia llamaron en varias ocasiones a otras potencias europeas a una mayor solidaridad para enfrentar el problema migratorio.
Una de las medidas que promete poner en práctica la UE es el llamado programa Eurosur, destinado a, con un financiamiento de unos 240 millones de euros entre 2014 y 2020, ayudar a la atención de los indocumentados y a combatir a los traficantes de personas.
Pero dentro de la propia Italia crecen las corrientes xenófobas, como es el caso de la ultranacionalista Liga Norte que responsabilizó de la tragedia a la ministra de Naturalización, de origen congoleño, por ser promotora de una política de aceptación de inmigrantes.
Además, varios de los casi 150 sobrevivientes del naufragio denunciaron que después del incendio ocurrido en la embarcación, tras prender una fogata en la cubierta para llamar la atención sobre su paradero, tres pesqueros pasaron por allí sin socorrerlos.
Si esas informaciones son ciertas, será necesario investigarlo, consideró la alcaldesa de Lampedusa, aunque la versión de los inmigrantes fue rechazada por el ministro del Interior.
De cualquier forma, el mortífero naufragio, cuyo número de fallecidos aún esta por definirse, tocó la campana a la indiferencia europea sobre el fenómeno migratorio. Lo que nadie sabe es por cuánto tiempo durará esa atención.