Laicidad y Laicismo -- Foro de Curas de Madrid

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Laicidad.jpgTEMA 1
Laicidad y Laicismo.
El desafío a la Iglesia de una Sociedad Laica y Multicultural.
No se nos escapa a nadie que las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, últimamente parece que se complican un tanto. Declaraciones en uno y otro sentido pueden escucharse por doquier, y al final todos nos terminamos preguntando si hay sitio para la Iglesia en una Sociedad laica y si un Estado Democrático puede compartir camino con la Iglesia.
Conscientes y sensibles de que esta cuestión afecta sobremanera a todos los que formamos parte de la Iglesia y de la Sociedad, el Foro de Curas de Madrid hemos querido abordar la cuestión y aportar nuestras reflexiones y maneras de entenderla.

Situando la cuestión.
Para poder situar la cuestión de manera lúcida, es preciso comenzar por reflexionar sobre lo que ha habido y lo que hay. Constatamos que durante muchos años, la manera de hacerse presente la Iglesia en medio de la sociedad ha sido la ?Cristiandad?, en la que la Iglesia ha contado con una gran influencia en todos los contextos sociales, hasta el punto de marcar muchos de los caminos que la sociedad había de recorrer. El humus social estaba oficialmente cristianizado y no era cuestionable ni puesta en duda la confesionalidad católica del Estado.

Esto hacía que la Iglesia cayera a menudo en la trampa de un mal ejercicio del poder, muy lejos del Evangelio y donde se terminaban confundiendo los intereses de Dios con los de sus representantes eclesiásticos. Sus presupuestos los podríamos resumir de la siguiente manera:

.- Extra eclesiam nulla est salus . En sentido estricto podríamos reducir a una la causa fundamental de la incompatibilidad que estamos viviendo. Una mentalidad católica que no comparte la laicidad como consecuencia de la modernidad y que sigue profesando como única doctrina la católica, que puede entender al ser humano, guiarlo y salvarlo. El catolicismo se reserva la explicación y la salvación del ser humano y descarta cualquier otra concepción. El hombre, por sí mismo, desde su propia estructura y condición, sería impotente para realizarse éticamente, liberarse y salvarse. Esa liberación la ofrece únicamente la religión católica.

.- El Estado no tiene poder moral para legislar. Si la religión católica se coloca en la sociedad como cima moral, está claro que no admitirá que el Estado, por más democrático, laico y aconfesional que sea, pueda atribuirse el poder de enseñar, transmitir moralidad y promulgar leyes que aseguren el bien y el perfeccionamiento de los ciudadanos. Esta función sólo reside en la Iglesia Católica porque el saber perfecto es el saber ?revelado?; porque el saber racional no puede desligarse ni independizarse del teológico; porque el hombre no se basta a sí mismo para realizarse y salvarse dado que la salvación humana es imposible sin la revelación cristiana depositada en la Iglesia Católica; porque, institucionalmente hablando, la Iglesia se ha aliado con el poder, residente casi siempre en la derecha; y porque un gobierno socialista proviene de la tradición revolucionaria y atea, lo que le hace más incapaz, si cabe, de formular leyes moralmente justas.

Las realidades humanas no son admitidas en su autonomía y su valor. La historia vivida, demuestra que esa mentalidad católica, hasta el Vaticano II, no fue capaz de reconocer la inviolable autonomía y dignidad de las realidades terrenas. La Iglesia ejerció siempre una superior tutela y de ahí surge ahora la misma tendencia, la añora, y al perderla, cree que el mundo se precipita en la ruina.

La reacción de la sociedad fue apuntando de forma progresiva hacia la secularización entendida como autonomía del Estado en relación con la Iglesia. Este camino presenta cuando menos un par de variantes. De un lado la posibilidad de un estado laico donde este gana independencia y autonomía en relación con la Iglesia; de otro, la postura defensiva y agresiva que supone el laicismo como forma de reacción frente al clericalismo y que pretende enclaustrar a la Iglesia en las sacristías haciendo de lo religioso un espacio íntimo y privado sin proyección política alguna.

Esta situación también ha despertado distintas reacciones en el seno de la Iglesia. Por una parte los que asumen una presencia débil de la Iglesia, privatizando su fe; por otra, podemos encontrar una segunda reacción que parece apuntar a la reconquista de un estado de cristiandad que ya no existe. Creemos que hoy en nuestro país, la línea más oficialista de la Iglesia se encuentre en esta última tendencia. Las afirmaciones de muchos obispos en relación con numerosos espacios de divergencia con la actuación del Estado da pie a pensar que se alinean en una búsqueda radical de los espacios perdidos tras el Vaticano II y tras la Transición política.

Pero existe una tercera posibilidad en cuanto a la reacción eclesial que si bien no tiene una gran difusión mediática, sí que podría atribuirse a un amplio sector de la Iglesia. En esta tercera posibilidad, la laicidad no se vive como una amenaza contra la Iglesia sino más bien como una oportunidad positiva. Se descubre la posibilidad de mirar la Modernidad sin ingenuidad y sin frivolidad, pero con esperanza, descubriendo que la laicidad pude ser claramente evangélica y teológicamente positiva. La raíz se encontraría en la misma identidad de Jesús, laico en su sociedad, preocupado por la realidad cotidiana, económica, política y social.

Una forma diferente de verlo.

El ?laico? se entiende como ciudadano, que implica una pertenencia común al pueblo en el que se ubica y del que se hace responsable. Eso le posibilita formar un mismo pueblo con otros que creen en Dios de otras maneras e incluso con los que no creen, vinculado en un trabajo de construcción de futuro resolviendo los problemas que el marco de las relaciones humanas plantea. Y eso desde un espacio común: el pensamiento humano elaborado por personas, sin revestimiento sacral.

Cierto es que algunos pueden hacer de esto una lectura que expulsa a Dios de su intervención en la historia y que sume al creyente en un cierto voluntarismo que a fin de cuentas se erige en centro de su propia fe. Pero nada más lejos de la realidad, porque se trata de una comprensión de la Historia de la Salvación donde Dios mismo nos hace partícipes de su misión, utilizando los caminos de encuentro con la realidad humana al estilo de lo que nos es propuesto en la Gaudium et Spes del Vaticano II.

Entendernos desde aquí como Iglesia, nos ubica en determinados espacios comunes con el resto de la Sociedad. Desde el punto de vista teológico, podríamos señalar los siguientes puntos de interés:

Laicismo.jpg1.- Los cristianos, como los demás ciudadanos, luchamos por el respeto de los derechos humanos y el servicio del bien común: Uno de los horizontes necesarios será el de seguir caminando hacia la consecución de un orden político-jurídico donde se protejan sin cortapisas la dignidad y los derechos de todas las personas entre los que destacan, también la manifestación, pública y privada, de su condición de creyente. Los cristianos, en este sentido, podríamos impulsar el proceso dando ejemplo de responsabilidad y servicio al bien común de manera desinteresada y gratuita, sin pretender obtener mejorar parciales para nosotros frente a otros.

2.- Toda forma de discriminación de los derechos fundamentales de la persona es antidivina, es un atentado y una blasfemia contra Dios, sea cual sea su origen.

3.- Las realidades naturales son legítimamente autónomas. Como nos recuerda el Magisterio de la Iglesia, ?las cosas creadas y la sociedad gozan de leyes propias y valores que les confiere derecho a una legítima autonomía. – La investigación metódica en todos los campos del saber si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será contraria a la realidad de la fe. – Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos. –

En el intercambio con el mundo actual, la Iglesia necesita de modo muy peculiar la ayuda de quienes por vivir en este mundo, sean o no creyentes, conocen a fondo las diversas instituciones y disciplinas y comprenden con claridad las razón íntima de todas ellas.- La valoración de las voces de nuestro tiempo servirá para que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada. -La Iglesia reconoce agradecida la ayuda recibida de parte de los hombres de toda clase o condición. Más aún, confiesa que la le han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía la oposición y aun la persecución de sus contrarios??. (Gaudium et Spes, 33-45, 73-77 y Dignitatis Humanae 2-5).

Consecuencias de esta nueva forma de mirar y de entender.

Asomarnos a esta manera de entender la realidad social, obviamente, tiene consecuencias. Y las tiene en cuanto a nuestra presencia en la sociedad, y también al interior de la Iglesia.

Consecuencias en relación al mundo:

.- Se hace necesario superar miedos a la presencia pública que nos impiden estar presentes de manera significativa, dialogar y ofrecer nuestras propuestas. Dejarnos vencer por los miedos que nos acechan, nos sume en la irrelevancia y, a la larga, en la pérdida de identidad.
.- No obstante, es preciso subrayar la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo público, en un doble sentido: como creyentes seguidores de Jesús, conscientes de que nuestra fe nos impulsa a ser testigos de los valores del Evangelio, intentando así ser ?fermento en la masa??; y como grupo o institución pública (Iglesia), con una presencia significativa en la sociedad.

.- La Iglesia -y toda otra confesión religiosa- tiene derecho a presentarse públicamente y manifestarse en lo que compete al bien común. Sin embargo, cuando lo haga, es decir, cuando hable como institución, no puede sino hacerlo en espíritu de diálogo, ofreciendo la pluralidad de ideas y posturas que existen al interior de la Iglesia, presentándose como servidora, sin afán de defender privilegios, e invitando a los creyentes a tomar conciencia de la dimensión social de su fe.

.- Así mismo, la Iglesia ha de reconocer y valorar la alteridad y la pluralidad de visiones del mundo, de antropologías, de propuestas éticas y políticas.
.- Estableciendo un diálogo con todas esas propuestas diferentes, hemos de renunciar a pretensiones vinculadas al modelo ?cristiandad??, sin miedo a la confrontación en plano de igualdad con otras formas de ver las cosas.

.- Nos parece que en un proceso de diálogo respetuoso y firme es importante expresar algunas sensibilidades peculiares, como pueden ser el ?privilegio hermenéutico?? de los pobres (es fundamental que se nos reconozca situados desde la solidaridad con los sectores empobrecidos de nuestra sociedad y del mundo, con una espiritualidad encarnada en la realidad); la ?modestia?? (no somos aún la alternativa que buscamos, ni tenemos todas las respuestas y además podemos equivocarnos); y la ?convicción?? de que es posible superar la actual situación.

.- Es imprescindible aprender a respetar la autonomía de los distintos saberes y las reglas de juego de la democracia.

.- En consecuencia creemos que quizás, sin negar otros modos, sea el más coherente el modelo eclesial de presencia en la sociedad denominado ?de mediación??: participar en las plataformas socio-políticas que la sociedad se da, sin aspirar a crear unas plataformas propias. Y desde ahí ir transformando las personas y situaciones ?como el fermento en la masa??. Este cristianismo ?de mediación?? se encuentra, a nuestro juicio, en mejores condiciones para entablar un ?diálogo?? desde la fe con los retos que la sociedad multirreligiosa, multiétnica, pluricultural y plurisapiencial nos está presentando.

Consecuencias en relación a la Iglesia:

.- Quizás como nunca es fundamental hoy recuperar la vivacidad del Evangelio y del Concilio Vaticano II.
.También es fundamental para mejor expresar la novedad del Reino de Dios que desde el lugar social de los pobres, la Iglesia se presente al servicio del ser humano, de la sociedad, antes que defendiendo sus propios intereses.

.- Los curas tendríamos que recuperar la frescura de saber que primero y fundamentalmente somos parte del nuevo Pueblo (laos) de Dios, y por lo tanto ?laicos??. Nuestro ministerio, lejos de separarnos del mundo de forma aarónica veterotestamentaria, nos ubica en el corazón de lo humano, donde la empatía es mucho más que una actitud y la encarnación es de principio divino. Uno de los mayores errores de nuestra actualidad podría ser constituirnos como ?sacerdotes? segregados del pueblo, ajenos a sus vidas, distantes y distinguidos por nuestro ministerio. Al estilo del Jesús laico, Dios encarnado en su pueblo, debemos recuperar urgentemente nuestro saber estar con los otros, sean quienes sean, piensen como piensen, crean en lo que crean .

.- La obsesión permanente por la defensa de la institución eclesial, la manía persecutoria, no es una camino evangélico. Cristo nos ha hecho libres y con ?l es posible superar el miedo y la obsesión de sentirnos perseguidos. Además, es importante retomar las razones de aquellos que se nos enfrentan. Muchas veces no es por razón del evangelio, sino por razón de nuestro propio pecado (cuando nos alineamos con determinadas posturas políticas partidistas, cuando olvidamos nuestra vinculación a nuestro pueblo, cuando desfiguramos a Dios con nuestras pretensiones de privilegio…).

.- Es muy importante, a la hora de tomar decisiones, la participación de todo el pueblo de Dios en la lectura de la realidad y su interpretación evangélica, en la elaboración de proyectos y estrategias de intervención .

.- Así mismo es fundamental retomar el legítimo pluralismo de opciones políticas al interior de la Iglesia. Y como institución no vincularse a un partido político concreto. Ninguno puede presentarse como ?partido cristiano??, como el que defiende la Doctrina Social de la Iglesia. Cada uno promociona unos valores específicos de esta doctrina social.

.- El diálogo, dentro de la Iglesia católica, es necesario entre las distintas tendencias teológicas y pastorales, entre las teologías y el magisterio, porque sin diálogo no puede haber verdadera Iglesia de Jesús. También hacia afuera es más que urgente. Al fin y al cabo, la Iglesia no es para sí misma, es para el mundo.

.- Será también urgente, formar a los cristianos en esta visión alternativa de presencia pública eclesial y de diálogo con el mundo y al interior de la comunidad cristiana