Honduras: Comunicado
Reunidos en la mañana del ocho de septiembre, en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, para nuestra reunión bimensual, los presbíteros de la zona pastoral de San Pedro Sula, La Lima y San Manuel, unidos con nuestro obispo, ante la masacre de ayer y las de todos los días queremos dirigirnos, en primer lugar, a todas las familias de las víctimas de esta tragedia y las de que a diario sufren la ola de violencia. Con nuestras comunidades les expresamos nuestra cercanía y dolor.
Al mismo tiempo, desde el rechazo a estos acontecimientos, queremos compartir con la ciudadanía sampedrana lo siguiente:
1.- El número de las víctimas de ayer, la brutalidad y la premeditación que supone su ejecución, nos desconciertan y nos advierten de un peligro: el de acostumbrarnos a las continuas noticias de muertes con que cada día se nos va endureciendo el alma y el corazón, provocando en nosotros la indiferencia y el olvido de las causas que están a la raíz de estos atroces crímenes.
2.- Ante esta situación, hemos de evitar el mirar hacia otro lado, no pensar, no querer saber. Cada persona asesinada, extorsionada, violentada es mi hermano y el Señor nos sigue preguntando ¿Dónde está tu hermano?
3.- La explicación ante estos hechos, suele ser muy simplista y superficial: “andaba en malos pasos”, o “¡a saber en qué andaba!”, son reacciones frecuentes que parecen justificar el asesinato y a sus asesinos. No hay ninguna justificación para la muerte de ningún ser humano. Eso sólo sirve para hacer el juego a los asesinos. El reaccionar clamando por la pena de muerte y, peor aún, por las ejecuciones “extrajudiciales”, aunque sólo lo hagamos en el corazón, se convierten en una aprobación de la cultura de la muerte, que es contraria a nuestra fe en el Dios de la vida.
4.-Se da una radical corrupción del proyecto del Dios de la vida cuando olvidamos la dignidad humana de cada persona, de cada hija e hijo de Dios, y lo convertimos en un medio utilizable para obtener riqueza, poder, comodidad o cualquier supuesto beneficio para mí o los míos. Y, desgraciadamente, esta “corrupción” radical del sentido de la vida, del valor de cada persona, del compromiso de fraternidad, está enraizada profundamente entre nosotros y se manifiesta en las desigualdades hirientes, en la exclusión de las mayorías, en la aceptación resignada y comprensiva de las mil formas de las grandes y pequeñas corrupciones que nos abruman.
5.- En la celebración de la fiesta de la Natividad de Santa María, la Palabra de Dios nos llama a contemplar el misterio de un Dios que ama a esta humanidad, con su historia de pecado, de injusticia y de muerte. Un amor que se hace solidaridad y se encarna; que no mata ni destruye sino que se hace entrega y buena noticia de paz en la acogida, en la curación, en la llamada a la conversión, en la denuncia de toda hipocresía y desamor. Contemplamos ese misterio y nos sabemos llamados a la conversión que expresamos con las palabras del salmo: “Oh Dios, crea en nosotros un corazón puro, renuévanos por dentro con espíritu firme” y con nuestro deseo de ponernos en camino adonde está el Padre.
6.-Con todas nuestras comunidades nos comprometemos a estar cerca de cada víctima que sufre directamente tal atrocidad en el barrio, en la aldea y en sus colonias; a prestar atención, especialmente, a las víctimas que no salen ni saldrán en los medios de comunicación social. Evitamos simplificar nuestra postura a la hora de analizar un fenómeno tan complejo como el de la violencia, y mantenemos la esperanza estudiando, analizando y, sobre todo, luchando contra toda especie de corrupción, de manipulación de la persona que la convierte en un simple medio para el propio provecho.
7.- Unidos a las víctimas y a sus familias expresamos también nuestras exigencias de una investigación policial seria y profunda que haga posible una justicia rápida, capaz de resarcir, en parte, el dolor que enluta a nuestras familias.
8.- Con todos los que creen en Cristo oramos para que el Señor dé su paz a quienes no la han encontrado entre nosotros; mantenga la esperanza y cure las heridas de sus hijos, esposas, esposos, padres y de todos los que les han querido y que a todos nos acreciente el amor y el compromiso por construir una Honduras justa, en paz y liberada de violencia.
San Pedro Sula 8 de septiembre 2010
+Mons. Ángel Garachana Pérez Carlos Felipe Rodríguez
Obispo de San Pedro Sula Decano Zona pastoral 1 y
Presbíteros de la misma
LA VOZ ANTIGUA DE LA IGLESIA PROCLAMANDO LA BUENA NOTICIA…
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. (Constitución Dogmática Gaudium et Spes Nº 1)
Hemos muchas veces asistidos asombrados a tantas decisiones de la jerarquía eclesial que nos entristecen, que muy a menudo olvidamos, aquellas que nos comprometen profundamente, aquellas que nos hacen reconocer la voz del pastor que llama a los hijos del pueblo, para testimoniar e invitar a convertirse en el camino del Dios de la Vida, que ese testimonio hecho vida, se vuelve comunión, cuando esa voz del pastor viene acompañada de su presbiterio y tiene la recepción del pueblo de Dios, lleva consigo las voces de la comunidad de los discípulos y si esa voz se hace eco de las angustias, de los sufrimientos y de los sueños del pueblo, estamos asistiendo a la proclamación de la buena noticia, que a veces tiene la fuerza de la denuncia en el ejercicio de la fuerza profética de la Iglesia, que dirige nuestras miradas aquellas cosas que como sociedad deben ser convertidas, en este caso, la tiranía, la opresión, la poca valoración de la vida humana y el asesinato como arma sistemático para defender los intereses monetarios, sociales o políticos de los poderosos…
Pero en este caso hay otro ingrediente que hace a una forma de compartir la buena noticia, que es siempre la presencia del Resucitado y es al ser y sentirse parte del pueblo pobre, oprimido y asesinado…el correr junto a él el riesgo, de ser transformados por el odio del opresor en objetivo de la mira de sus armas…Esa fuerza tiene esta declaración del Obispo y los presbíteros de San Pedro Sula, , pero en este escrito además se anuncia que la conducta de la Iglesia ser …“Con todas nuestras comunidades nos comprometemos a estar cerca de cada víctima que sufre directamente tal atrocidad en el barrio, en la aldea y en sus colonias; a prestar atención, especialmente, a las víctimas que no salen ni saldrán en los medios de comunicación social.”
En un compromiso que se extiende en el tiempo y que además convoca a la restitución de la Justicia se proclama públicamente una exigencia que es clamor en el pueblo y de la comunidad de los discípulos…expresada en su presbiterio, desde donde se levanta la voz antigua de la Iglesia para tratando de ser la voz de los sin voz, en su carácter de signo y sacramento del Resucitado…proclamar y exigir (JUNTO A SU PUEBLO) “Unidos a las víctimas y a sus familias expresamos también nuestras exigencias de una investigación policial seria y profunda que haga posible una justicia rápida, capaz de resarcir, en parte, el dolor que enluta a nuestras familias.”
Esa voz, que antes había proclamado “Y, desgraciadamente, esta “corrupción” radical del sentido de la vida, del valor de cada persona, del compromiso de fraternidad, está enraizada profundamente entre nosotros y se manifiesta en las desigualdades hirientes, en la exclusión de las mayorías, en la aceptación resignada y comprensiva de las mil formas de las grandes y pequeñas corrupciones que nos abruman.”
Esta forma de ser Iglesia, que es pertinaz en el seguimiento radical del maestro y que nos lleva a enrostrar a las fuerzas de la oscuridad su pecado, también hace a esa Iglesia de San Pedro Sula, como ya dijimos, blanco de esas fuerzas, poniendo incluso en riesgo su propia seguridad y su propia vida, ante la sola proclamación de tales verdades, esto constituye un testimonio, que realza el testimonio martirial, que el queridísimo y entrañable pueblo hondureño esta dando al resistir a la oscuridad y derramar su sangre en esta resistencia…proclamando
Por último no puede haber proclamación de la Buena Noticia, sin expresar esa Esperanza Radical, que el Maestro nos dio…Y es que el ha vencido al mundo, que al extender los brazos en la Cruz…el ha vencido a la muerte y que el esfuerzo por una Hondura mejor…logrará sus objetivos…no sólo como una constatación social, política o económica, sino como todo eso, pero como dato de la fe…“Con todos los que creen en Cristo oramos para que el Señor dé su paz a quienes no la han encontrado entre nosotros; mantenga la esperanza y cure las heridas de sus hijos, esposas, esposos, padres y de todos los que les han querido y que a todos nos acreciente el amor y el compromiso por construir una Honduras justa, en paz y liberada de violencia.”
Nos unimos a esta proclamación, reconociéndola, como la voz del Resucitado, que hoy y aquí nos da la Buena Nueva de que una Honduras, refundada, Justa, en Paz y Liberada de Violencia…se asocia a la presencia del Reino aquí y ahora (aunque todavía no en plenitud), que el Señor de la Vida, en el esfuerzo del pueblo de Honduras, lo haga posible…
Con todo ello como miembros de la Iglesia Católica pedimos al Espíritu profético que nos convoque a denunciar no solo la violencia como un hecho realizado que nos enluta sino también a ir más lejos buscando y preguntándonos cuales son las raíces de la misma.
A denunciar la complicidad de los grupos de poder político, policial y económicos que conviven sin que les moleste la criminalidad ya que muchos son parte de estas bandas y otros simplemente están más preocupados en repartirse las riquezas de Honduras que en la violencia que como siempre golpea a la juventud más pobre.
Esperando que la reconciliación no venga del olvido sino por el contrario del castigo a los autores de la violencia tanto en su ejecución como también al propiciar el clima de inestabilidad en que vivimos actualmente producto del golpe de estado.
(Información recibida de la Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base)