La Tragedia de Lampedusa -- M A Velásquez

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Reflexión y Liberación

Escapan del hambre, de la sequía, de la guerra, de la explotación y de una suerte brutal que los condena a la muerte. Son varios miles cada año, niños, jóvenes, adultos y ancianos; hombres y mujeres. Sin documentos recurren a traficantes y contrabandistas que les prometen llevarlos a mejor destino.

Enfrentan el dilema de morir en África o morir en el mar, con la brutal esperanza de entrar a Europa, donde muchas veces son marginados y otras tantas devueltos a sus países de origen.

Son demasiados quienes, antes de enfrentar el peligro del mar, han superado la fatalidad del desierto y de las luchas tribales, recorriendo más de 5 mil kilómetros que separan la condenación que significa el Cuerno de Africa y la esperanza de Lampedusa.

Muchos de sus países, sumidos en la pobreza, fueron colonias europeas expoliadas de sus riquezas naturales. Mientras el sueño de entrar a Europa es como la paradoja de ir a buscar lo que un día les fue arrebatado, incluso hasta la propia libertad individual, que convertida en esclavitud, fue una lucrativa fuente de riqueza para los traficantes de antaño.

La fuerza migratoria de los africanos empobrecidos es un signo de contradicción global, signo de los tiempos, que pone al descubierto los contrastes de una atrayente y ostentosa sociedad del bienestar con la indigencia total a la que están condenados millones de seres humanos que van perdiendo masivamente la esperanza.

La inmolación a la que se exponen en sus travesías, constituye un grito por justicia social planetario, que reclama lo que hay de propio en una incierta tierra prometida.

Entonces, la vergüenza que denuncia el papa Francisco radica precisamente en la indolencia y contradicción de un sistema político y económico, que subyugado al objetivo de potenciar mercados internacionales, sacraliza la libre competencia como un credo incuestionable, garantizando a ultranza la libre movilidad de los recursos, excepto la condenación a la inmovilidad de uno de ellos que es intransable, porque no admite el libre desplazamiento del trabajo humano, que sigue condenado a la esclavitud en una tierra sin destino.

Marco Antonio Velásquez Uribe