La tradición traicionada -- José Bada y Andrés Ortiz, filósofos

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

?Un tronc i un vell no deuríen faltar mai al racó del foc?? (un tronco y un viejo no deberían faltar nunca en el rincón del fuego): es lo que se dice en mi pueblo de la franja con Cataluña. El tronco representa a la familia. De él vienen los demás, y sin él se pierde la memoria, el calor y la luz, la tradición y el futuro de la casa: la experiencia y la esperanza, que no hay camino que no se haga al andar ni paso en el aire sin el otro en tierra. El hogar es el lugar por el que pasaba la tradición del más viejo al más pequeño de casa, con menos intermediarios.

Pero eso era antes. Que ahora de aquello no queda ni fuego, ni humo ni ceniza caliente. Y por supuesto sin el tronco y el viejo. Solo queda una tradición traicionada y un presente sin pasado ni futuro, desfondado y desesperado. Una ?eternidad efímera?? -como dice M. Castells- que engorda sin conocimiento y cae por su propio peso. No es viable, no se sostiene y falta coraje suficiente para dar un solo paso. Sin un pie en el aire no se abre. Y sin raíces -desterrado- no hace camino al andar, no se sustenta y se viene abajo.

Así que hay tradiciones traidoras o traicioneras y tradiciones traicionadas. Pepe Bada habla al respecto de la tradición traicionada familiar, así pues del abandono del fuego del hogar como símbolo de religación. Y, en efecto, vivimos en una sociedad flotante apoyada solo en lo cósico o efectivo y ya no tanto en lo afectivo, aunque precisamente en España perdura más y mejor que en otros lugares el entorno familiar y una sociedad comunicativa y abierta (a veces hasta el exceso de la vociferación).

La cuestión está en que nuestras sociedades están construyendo la existencia en torno a las cosas y no a las personas, sometidas a unas tecnologías que nos acompañan y nos desacompañan. El viejo existencialismo afirma que el hombre contemporáneo tiene en cuenta la mera inmediatez del ente, perdiendo la apertura del ser como horizonte de sentido compartido. Se resquebraja así una cierta tradición humana o humanista del hombre en nombre de una actitud meramente funcional o funcionarial.

Hemos pasado de un mundo ligado a una libertad abstracta, vivimos una inmanencia animal sin trascendencia humana, experimentamos una problemática vital que oculta el misterio de nuestra existencia y su enigma trascendental, como dice el filósofo K.Jaspers. Pero la apertura de nuestra soociedad debe hacerse hacia delante y atrás, hacia el futuro y el pasado traicionado, hacia fuera y hacia dentro de nosotros mismos.

Convivimos un incierto nihilismo que desprecia la problemática del sentido y sinsentido del mundo: pero ambos están imbricados, y depende de nuestro bricolaje cultural la articulación del sinsentido de la existencia, abierto a un sentido humano y no inhumano de la vida.