“A monseñor Romero le di la mano en dos ocasiones” dijo Rodolfo, un campesino salvadoreño que tuvo que refugiarse en Honduras durante la cruel guerra civil que asoló El Salvador en la década de los 80. Con aquella frase, pronunciada en una eucaristía comunitaria, el campesino, que era un hombre muy tímido como para atreverse a hablar en público, se sentía dignificado queriendo agradecer ante los presentes aquel gesto de tocar la mano a un arzobispo que había optado, arriesgando su vida, por defender a los sin voz ante la opresión de los poderosos. ··· Ver noticia ···
«La señal de Monseñor Romero». Un mártir incómodo -- Braulio Hernández
Publicado en