Enviado a la página web de Redes Cristianbas
No hace demasiado tiempo, Stephen Hessel nos exhortaba a que nos indignemos por causas injustas pero que lo hagamos pacíficamente, de manera constructiva. En esa línea están otros dos nonagenarios tan prestigiosos como José Luis Sampedro y Edgar Morin. Parece increíble que tres personas con semejante edad provecta, hayan liderado en buena parte de Europa el movimiento “Indignaos” con tanto éxito como cosechó, y no hace demasiado tiempo.
La realidad es que su espíritu sigue vigente, en este caso en forma de los movimientos anti desahucios ¡Qué extraordinaria labor están desempeñando! ¡Qué lección de ética, y los resultados que están logrando! Han frenado desahucios y que muchas familias sigan en sus casas. Algunos de los asistentes habituales para impedir desahucios son personas que han sido ayudadas y que han comprendido que el “rollo” de la solidaridad existe y que se convierte en medicina cuando se recibe, pero también cuando se da obligando a la entidad financiera a que la primera solución no sea quedarse con el piso.
Sin embargo, la santa indignación que se ha extendido entre amplias capas de nuestra sociedad ante el secuestro de la dación en pago que está al albur de las entidades de crédito que no sienten ni padecen ante tamañas tragedias que muchas veces se convierten en actuaciones injustas y desproporcionadas a la deuda y a las circunstancias de las personas que sufren esta amenaza.
Nuevamente apelo, en calidad de cristiano de base, a las autoridades eclesiásticas de este país a que se posicionen claramente y sin ambages a favor de estos desheredados de la vivienda. Que se mojen para que cambie la Ley Hipotecaria aun a riesgo de no ser comprendidos, tal y como le pasó a su Maestro. No es de recibo que, en plena Cuaresma, la iglesia oficial tan dura en otras cuestiones, se comporte de manera tibia ante una injusticia tan lacerante. ¿Con qué autoridad moral reivindican otras conductas cuando la dignidad humana queda embarrada en estas y otras prácticas mercantiles viciadas en origen? Porque les recuerdo a sus excelentísimas señorías de la Conferencia Episcopal que quien no puede pagar una pequeña cantidad del préstamo, se queda sin vivienda y aun debe pagar la totalidad de la deuda. Lo cual es perfectamente legal aunque sea perfectamente inmoral que la primera opción ante un pequeño fallido sea el derecho al desahucio.
¿Hasta dónde llegará esta injusticia globalizada sin corazón ni ojos? Mientras tanto, sigamos con la santa indignación recorriendo el camino abierto por Hessel para mitigar los abusos institucionales de un modelo económico que ha demostrado su inviabilidad sumiéndonos en la decadencia en la que estamos bien asentados. Qué pena que alguno todavía nos quiera llevar como el flautista de Hamelin en su particular huída hacia adelante hasta no sabemos dónde en nombre del progreso. Pero más pena da que los garantes de la Buena Noticia, se comporten con exquisitez diplomática ante tamaño desaguisado. No entienden que su labor no es solo facilitar pisos a los que se quedan sin él, como hace la diócesis de Bilbao, sino liderar la denuncia profética cristiana. Mientras tanto, muchas personas desvalidas están experimentando las mejores mieles de la verdadera solidaridad desde otros nichos sociales: la de quienes se plantan delante de los que vienen a ejecutar el desahucio impidiendo pacíficamente su consumación; la de quienes recogen más de un millón de firmas para que cambie las leyes injustas.
Que viva la santa indignación, y por muchos años. Solo ella, solidaria y sin violencias, será la que logre cambiar tantas estructuras injustas que causan marginación, exclusión social y desesperanza en el ser humano. Y quien vea en estas ideas un desbarre impropio del evangelio, que relea la experiencia de Jesús de Nazaret y por qué acabo en un madero cuando lo normal es que a la vista de sus estupendos gestos de amor e inclusión que realizó, no le hubiesen condecorado ¿Por qué le ocurrió todo lo contrario?