La religión de Kaká -- José María Castillo, teólogo

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Esta pasada noche, en un programa deportivo de amplia audiencia y que se transmite desde la capital de España, el famoso jugador de futbol del Real Madrid, Kaká, dijo – en respuesta a un locutor de radio – que él es profundamente cristiano, que lee la Biblia todos los días, y que llegó virgen al matrimonio. Esto ha llamado la atención a mucha gente. Y hoy es tema de comentarios elogiosos en no pocos medios. Lo cual es perfectamente comprensible.

Porque no es frecuente, entre los jóvenes de la edad de este futbolista, ni decir a boca llena que son creyentes, ni mantenerse fieles a las prácticas religiosas, ni leer la Biblia todos los días, ni por supuesto vivir con tanta pureza de cuerpo y espíritu. Además, no tenemos derecho a dudar ni de la sinceridad del joven Kaká, ni de la verdad objetiva de lo que afirma. Se trata, sin duda, de un chico excepcional, como deportista profesional y como hombre religioso. Pero conste que, si yo saco aquí a colación el «caso Kaká», no es sólo por lo que acabo de decir.

Además de eso, a mí al menos, me da que pensar lo que no se suele decir en esta historia. Me refiero a la cantidad de millones de Euros que cobra Kaká en el Real Madrid (he oído que son seis al año). Y a eso habrá que sumar la cantidad de dinero que cobra por venta de camisetas y publicidad, sumas de dinero que sólo Kaká sabrá a lo que alcanza. Al decir esto, no pretendo quitar mérito alguno a este joven ejemplar. Porque bien puede suceder que dedique cantidades importantes del dinero que gana para fines de solidaridad con gentes necesitadas del tercer mundo, para ayudar a instituciones culturales o para otras causas nobles. Sabemos de otros futbolistas que lo hacen, como ocurre con Casillas, Kanouté, Etoo y tantos otros cuyos nombres no sabemos.

No es mi intención – insisto – poner en duda la generosidad de Kaká. Si hablo aquí de este asunto es porque me producen malestar y, a veces náusea, los elogios a la religiosidad, cuando esos elogios se limitan a ponderar las prácticas religiosas, las ortodoxias doctrinales y el puritanismo sexual. Yo no pongo en duda las excelencias de la práctica religiosa, de la fidelidad doctrinal y de la pureza angélica. Lo que me fastidia es que la ejemplaridad religiosa se reduzca a esas cosas y, al mismo tiempo, no se le conceda la importancia que merece lo más serio de la vida: la actitud que cada cual tiene ante el dinero, por causa de lo que gana; y por causa de lo que gasta y en qué lo gasta.

Y ya, puestos a hablar de este espinoso asunto, en España sabemos que los futbolistas extranjeros son seguramente los que menos impuestos pagan a la Haciendia pública. Por eso España es un paraísfo fiscal para futbolistas. Y ahora, cuando el Gobierno anuncia que les va a subir los impuestos, para equipararlos a los de la Unión Europea, han saltado las voces de alarma y de protesta. En todo caso, que yo sepa al menos, el futbolista Kaká no ha dicho en público que quien gana tantos millones en España es razonable que en España pague al fisco lo que pagan (proporcionalmente) los inmigrantes que vienen a este país a ganarse la vida.

¿Hasta cuándo vamos a practicar un cristianismo a la carta? Quiero decir, ¿hasta cuándo vamos a tomar del Evangelio lo que nos resulta más fácil (leerlo, por ejemplo) y vamos a aparcar lo que nos complica la vida? ¿cuándo nos vamos a convencer de que no se puede creeer, a la vez, en Dios y el dinero? Entonces, ¿en qué consiste la verdadera religiosidad? Además, a mí me da igual la religión que practique o dejar de practicar cada cual. Lo que me importante – y nos tendría que importar a todos – es la vida que lleva cada cual y la postura concreta que adopta ante sus responsab ilidades como ciudadano de este mundo