Enviado a la página web de Redes Cristianas
De Dios se dicen y se han dicho muchísimas cosas, todas mucho más imaginadas que sabidas. Porque, como sabemos, es una realidad abstracta, incomprensible e inaccesible. Y, por lo tanto, inestudiable. Y no quiero perder la ocasión de recordar que la palabra Dios ha sido usada millones de veces como ?tapadera?? de cosas indebidas. Por lo cual, hoy muchas personas entendemos que cuantas menos veces se lo denomine con esta palabra, mejor. Precisamente por respeto a su nombre.
Ahora bien: de en medio de esta incertitud, y de en medio de este mal uso, solo hay dos cosas que sí sabemos que son ciertas: el Creador desea/pide/espera dos cosas para él fundamentales: la justicia y la fraternidad.
Su pasión por el Derecho y la Justicia nos viene comunicada de manera muy contundente por los buenos profetas de Israel. Los buenos (media docena).
Su sueño de la fraternidad entre todas las personas nos viene comunicado, a la vez que vivido, por Jesús de Nazaret y sus apóstoles.
No deseo, por esta vez, ser más detallado. Solo quiero recordar las dos frases más expresivas y emblemáticas (entre otras muchas):
?Que el Derecho brote como el agua, y la Justicia mane como un torrente inagotable.?? (Del profeta Amós, muy desconocido, ?precisamente?? porque es muy bueno.)
?Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros tal como yo os he amado.?? (Del discurso de Jesús de la última cena, según el evangelista Juan.)
Pero yo quisiera insistir MUCHO en que la gracia de estas dos ilusiones divinas es, precisamente, que vayan unidas (me gustaría decir que más bien ?pegadas??). Y nunca una sin la otra.
Por desgracia, la institución (las instituciones) que tenían (y tienen) la misión de enseñar estos valores no lo han hecho nunca de manera correcta. La justicia (la justicia social) se la han bien cepillado. Y la fraternidad se ha enseñado y practicado… de aquella manera
La institución (más tarde las instituciones) han valorado, por encima de todo, los elementos siguientes: Las Verdades, supuestamente reveladas por el Creador, siempre supervaloradas y, a menudo, obligadas, con los increíbles ?dogmas de fe??.
Los actos de culto, a menudo denominados ?las prácticas??, las cuales generalmente se han considerado como ?el ser o no ser?? de una persona cristiana.
Con estos dos elementos, más, naturalmente, la obediencia a los sacerdotes, obispos, etc., se ha vivido, durante muchos siglos, un sucedáneo de cristianismo, o un cristianismo descabezado. La pasión divina por la justicia social, tan explicitada por los buenos profetas, ha sido, y es, no solo ausente, sino desconocida.
Así, los sacerdotes fueron haciendo, del mensaje cristiano, una ?religión??, cuando el mensaje, en sus orígenes, no lo era muy bien. Jesús, a pesar de subir a Jerusalén por las fiestas, no nos consta que asistiera regularmente a actos de culto en el templo. (Más bien en un monte por la noche, para rezar él solo.) El trinomio: Verdades + prácticas + obediencia no lo conocemos en los relatos evangélicos. Más bien conocemos: grupo hermanado + comunicación interpersonal + asistencia a personas necesitadas. Y este movimiento se fue desarrollando precisamente como oposición a la religión demasiada estructurada, demasiado sacerdotal, demasiado llena de obligaciones, que había en aquel momento. (Por eso lo mataron…)
Tan grave como es todo esto, todavía no es lo más grave. Hoy, modestamente, opino que lo más grave es que, en medio de un magnífico, y prometedor, movimiento de renovación y evangelización, aunque muy minoritario, y excepcionalmente encabezado ahora por un papa, el papa Francisco, resulta que prácticamente todos sus animadores se centran en una sola parte: Jesucristo y el Evangelio. Ni una referencia a los textos proféticos sobre el Derecho y la Justicia. Pues… esto, creo que es repetir el mismo error de hace dos mil años. Otra vez…
Cada vez que les escucho o les leo la expresión ?el Evangelio?? (solo el Evangelio!!!), siento como si me cortaran una mitad de mi conciencia cristiana.
Antoni Ferret