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(publico)
El rescate masivo de empresas, la estatalización de la economía para hacer frente a los gastos y pérdidas causados por el coronavirus, y el cierre de mercados y de fronteras en la mayor parte de países, anticipan «el fin de la forma de globalización recetada por el dogma neoliberal, que dejó a los individuos y a sociedades enteras incapaces de controlar gran parte de su propio destino», según la describe Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía.
«Durante los últimos 40 años, las élites de países ricos y pobres prometieron que las políticas neoliberales conducirían a un crecimiento acelerado y que los beneficios se filtrarían hacia abajo para que todos pudieran prosperar». Así empieza el esclarecedor artículo que Joseph Stiglitz publicó el pasado 26 de noviembre en Social Europe, titulado: El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la Historia.
Lo del «renacimiento de la Historia» se explica de inmediato:»Al final de la Guerra Fría, el politólogo Francis Fukuyama escribió el celebrado ensayo ¿El fin de la Historia? El colapso del comunismo, aducía, levantaría el último obstáculo que separaba al mundo entero de su destino de democracia liberal y de economías de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo».
«Hoy, cuando afrontamos la retirada del orden global liberal, basado en normas, con gobernantes autocráticos y demagogos dirigiendo países que contienen a bastante más de la mitad de la población mundial, la idea de Fukuyama parece pintoresca e ingenua. Pero reforzó la doctrina económica neoliberal que ha prevalecido durante los últimos 40 años».
«La credibilidad de la fe del neoliberalismo en los mercados sin restricciones como vía más segura hacia la prosperidad común está actualmente en cuidados intensivos. Y así debe ser. El declive simultáneo de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es una coincidencia ni una mera correlación. El neoliberalismo ha estado socavando la democracia desde hace 40 años».
Todo indica que con el coronavirus se está precipitando el principio del fin de esa larga era en la que «la forma de globalización recetada por el dogma neoliberal dejó a los individuos y a sociedades enteras incapaces de controlar gran parte de su propio destino».
El augurio de Stiglitz estaba ya entonces más que fundamentado –sobre todo, ante el proteccionismo a ultranza que imprime el presidente de EEUU, Donald Trump, a la gran superpotencia económica mundial–, pero tras el estallido de la pandemia planetaria del Covid-19 se refuerzan las señales de que esa globalización neoliberal toca a su fin, en un nuevo mundo de ciudadanos confinados, fronteras cerradas e insolidaridad comercial.
«Sí, sí, creo que la pandemia está acelerando de una forma tremenda el cambio de época», responde Urtasun a Público. «Sólo hay que ver a los chinos llevando la voz cantante mundial, a los estadounidenses totalmente fuera de combate y en retirada, a los europeos prácticamente incapaces de dar una respuesta… Sin duda, los cambios que veíamos venir se han acelerado muchísimo y entramos en un orden global completamente nuevo, que ya estaba en construcción con el auge de China, la elección de Trump, que creo que va a salir lamentablemente reelegido… y con el coronavirus esos cambios han tomado una aceleración brutal».
«Vamos a salir de esta pandemia con una economía súper-estatalizada, porque el BCE va a terminar comprando aún más bonos públicos y privados de los que ya tenía, y además vamos hacia un rescate masivo de empresas. Muchas terminarán en manos del Estado, porque una cosa es dar cobertura a los créditos que dé la banca para que no quiebren y otra es lo que ya se está hablando de que Alitalia y Air France pueden terminar nacionalizadas, porque será la única manera de mantenerlas a flote».
«El mantra neoliberal se desmorona y hay una corriente de impugnación cultural del neoliberalismo. Así que, con todo ello, vamos a terminar con una economía super-estatalizada y con una intervención de lo público muy potente. Pero sobre todo se está hundiendo también culturalmente el mantra neoliberal. Aparte de que factualmente vamos hacia una economía mucho más intervenida por lo público, culturalmente el discurso neoliberal se está desmoronando», concluye el economista y eurodiputado. «Todo el mundo habla ahora de los recortes que hicieron en Sanidad, que esta forma de gestión económica no es viable… Existe ahora una corriente de impugnación cultural del neoliberalismo que está calando mucho en la gente».
Y esto es así porque, como constata el premio Nobel Stiglitz, con la globalización neoliberal, «los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron especialmente odiosos: si un candidato presidencial iba en cabeza en una nación emergente y perdía el favor de Wall Street, los bancos retiraban el dinero de ese país. Los votantes tenían entonces una elección difícil: rendirse a Wall Street o hacer frente a una grave crisis financiera. Era como si Wall Street tuviera más poder político que los ciudadanos de cualquier país».
«Incluso en los países ricos, a los ciudadanos corrientes se les decía: ‘No podéis poner en práctica la política que queráis –sea una protección social adecuada, salarios dignos, fiscalidad equitativa o un sistema financiero bien regulado– porque el país perderá competitividad, el empleo desaparecerá y sufriréis», prosigue Stiglitz en su síntesis del fracaso neoliberal. «Las élites prometían que los bajos salarios y los recortes darían prosperidad a todos. 40 años después, los números prueban que sólo han enriquecido a los pocos de arriba»
«Tanto en los países pobres como en los ricos, las élites prometían que las políticas neoliberales proporcionarían un mayor crecimiento económico, y que sus beneficios gotearían hacia abajo para que todos, incluso los más pobres, mejorasen su situación. Para lograrlo, sin embargo, los trabajadores tendrían que aceptar salarios más bajos y todos los ciudadanos deberían asumir recortes en importantes programas gubernamentales».
«Las élites proclamaban que sus promesas estaban basadas en modelos económicos científicos y en «investigación empírica». Pues bien, después de 40 años, ya tenemos los números: el crecimiento se ha frenado y los frutos del crecimiento cayeron abrumadoramente en manos de los muy pocos que están arriba de todo. Mientras los salarios se estancaban y las bolsas se disparaban, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de gotear hacia abajo».
«Los ciudadanos tienen razón al sentirse estafados», asevera el premio Nobel de Economía y director del Instituto Brooks para la Pobreza Mundial, de la Universidad de Manchester.Y, frente a esta terrible pandemia, las consecuencias de estos 40 años de estafa económica mundial son devastadoras: hace sólo una semana el ex ministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, actualmente profesor de Teoría Económica en la Universidad de Texas en Austin, avisaba: «Europa no está preparada para la recesión COVID-19». «Cualquier ministro de Finanzas que se oponga a la línea de Berlín para beneficiar a los europeos se las verá muy negras»
«Los ministros de finanzas de países con problemas económicos más profundos que los de Alemania (por ejemplo, Italia y Grecia) intentarán sin duda impulsar la necesaria expansión fiscal. Pero chocarán contra el muro de oposición del ministro de Finanzas alemán y sus fieles partidarios dentro del Eurogrupo (…) que tampoco logrará montar una defensa fiscal eficaz contra el shock inducido por la pandemia» [y] «cualquier ministro de finanzas de un país en dificultades que se atreva a oponerse a la línea de Berlín, o a proponer soluciones que beneficien a la mayoría de los europeos en lugar de beneficiar al sector financiero, se las verá muy negras».
«Tenemos el deber de informar a los ciudadanos sobre cómo, incluso en nuestras democracias liberales, son funcionarios que detestan la democracia, mientras fingen defenderla, los que toman cotidianamente las decisiones en nombre de dichos ciudadanos, pero en contra de sus intereses y sin su conocimiento».
«Si fracasamos, las decisiones de la UE sobre política fiscal, inversión ecológica, salud, educación y política migratoria serán, especialmente durante esta pandemia, tan ineficaces como las que magnificaron la crisis del euro hace diez años. En ese caso, sólo se beneficiarán los Trump o Putin, y los propios Orbáns, Salvinis y Le Pens de Europa, quienes quieren desintegrar nuestras instituciones comunes desde dentro»