Hace tiempo que está funcionando. Nos hemos metido en ella casi sin darnos cuenta.
Está extendida por todo el mundo antes de que funcionara eso que llamamos globalización. Su sistema de valores se ha inoculado profundamente en el interior de millones de individuos.
Tal vez nosotros estemos participando ya de sus mismos valores. Esta religión tiene una doble estrategia: nos crea la ilusión de que acumulando beneficios en los negocios y consumiendo sin freno, vamos a ser más felices y nos aumenta la avaricia en la que, ya desde pequeños, se nos educa concediéndonos todos los caprichos que nos vienen en gana. En el fondo es una manipulación que aprovecha los instintos naturales que llevamos dentro y que se reflejan en esa canción: «todos queremos más»… y a costa de lo que sea. Esta es la Religión del Mercado.
La economía es su teología. Los economistas son sus teólogos. Los publicistas y medios de comunicación, sus mejores predicadores. Sus templos son los Bancos, sus catedrales las Bolsas y sus sacramentos, el producir y el consumir. En eso consisten sus ritos. Como ya podemos deducir, aquí se adora al «dios» Dinero.
Los mandamientos de esta religión se pueden resumir: 1.- El máximo beneficio económico es el paraíso en la tierra. 2.- La economía de mercado es el monoteísmo, siempre justo y correcto. 3.- La vida humana es para trabajar como seres productivos. 4.- La naturaleza es una reserva de recursos que hay que explotar hasta su extinción. 5.- El patrimonio social, cultural y espiritual es capital fungible que se compra y se vende. 6.- El valor de las cosas es su precio. 7.- El individuo es productor-consumidor y nada más. 8.- Debemos tener fe en el progreso ilimitado. 9.- El deseo de consumir y de acumular más te dará la felicidad. 10.- Solo vence el más fuerte. La competitividad es la regla de oro.