La nota episcopal abre más frentes -- Editorial de El Periódico

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El Periódico

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El abad de Montserrat, Josep Maria Soler, pronunció ayer una homilía de las que dejan huella, al recordar que el cristianismo es diálogo y comprensión. Un desmarque, en toda regla, de los obispos catalanes que han asumido, sin apenas matices, la actitud partidista de la Conferencia Episcopal española, difundida la semana pasada. En contraste con estas palabras del abad, el ideólogo de la intransigencia, el cardenal de Toledo, Antonio Cañizares, reiteró ayer la posición intransigente de los purpurados.

Quienes pronosticaron que la nota de la Conferencia Episcopal era inoportuna ante el proceso electoral en marcha, innecesaria en términos doctrinales y susceptible de conseguir objetivos contrarios a los que se proponía, acertaron plenamente. El comité ejecutivo de los obispos, formado por una veintena de prelados, no se limitó a criticar las leyes democráticas que no son de su agrado –matrimonio homosexual, enseñanza de religión…– sino que dejó pasmados, incluso, a sus fieles más tolerantes con el rechazo de quien pretenda gobernar dando estatus de interlocutor político a grupos terroristas.

Por más matices que luego trató de introducir, esa parte del comunicado acabó dominando toda la reacción política. Y de qué manera. En sus mítines de ayer, el PSOE y demás partidos de izquierda han equiparado la propuesta a la petición directa de voto para el Partido Popular. Y éste defiende, por obvio, el derecho de los prelados a opinar. En CiU, Artur Mas ha expresado su decepción «como catalanista y cristiano» por la nota episcopal, una actitud más exigente de la que ha mantenido Josep Antoni Duran Lleida.

La polémica ha alcanzado, además, niveles diplomáticos, porque el Gobierno ha hecho llegar su queja al Vaticano, no tanto por la injerencia de los obispos en su política –ha sido una constante durante toda la legislatura– sino por lo que supone de deslealtad el querer marcar lo que es lícito o no en la negociación con ETA (sin citarla expresamente), cuando la misma Iglesia católica la ha propiciado en muchas ocasiones.

Si de saber latín se trata, ¿cui prodest? ¿A quién beneficia esta polémica? Los conservadores calculan que consolidan su voto, y los progresistas –mucho más plurales– esperan que movilice a los indecisos. Pero en términos de cohesión social, dada la transversalidad del catolicismo entre los electores –tanta, al menos, como la indiferencia religiosa–, ha sido otra polémica molesta y evitable.