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La mujer y el ser -- Jaime Richart, Antropólogo y jurista

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Hace mucho que me hago estas preguntas, para las que hasta ahora no había encontrado una respuesta satisfacto­ria… Pero ahora que en España un presidente del gobierno ha nombrado en una manifiesta desmesura ministras a 11 mujeres y ministros a cuatro hombres, vuelven a mi ca­beza esas preguntas: ¿por qué no hay ni una sola mujer uni­versal en la historia de la humanidad que haya cons­truido un sis­tema filosófico asimismo univer­sal, que expli­que la vida y el mundo? ¿por qué no hay tampoco ni una sola mujer fun­dadora de una religión monoteísta, poli­teísta o ani­mista, de una doctrina o de una simple secta?

Tengo una edad más cercana al fin de la vida que de la an­dropausia y no creo en absoluto que, aunque bien es ver­dad que esa marginación haya podido influir notable­mente en sus inclina­ciones mentales, la respuesta esté en la inveterada marginación de la mujer en asuntos de cul­tura y pensamiento.. Pero en el mundo occidental al me­nos, hace más de un siglo que la mujer se incorporó al mismo quehacer y las mismas ocupaciones del hombre, y en el sistema de la extinta Unión Soviética la mujer tenía la exacta consideración que el hombre y en él no existían las trabas profundas habidas en occidente, espe­cialmente en España y en los países de habla hispana. Por lo que hay que colegir que si hubiese sido aquella la causa de su apa­rente renuencia o incapacidad, más bien a éstas de­biéra­mos llamarlas sencillamente pereza…

Por consiguiente los factores cultura, pensamiento y cono­cimiento vedados por la cultura a la mujer, no se me ocurre que sean la causa de no haber creado sistemas filosó­ficos ni haber fundado religiones, doctrinas o incluso sec­tas. Yo ya creo a mis años (y al decir “yo creo” he de acla­rar que mis “creencias” siempre son provisionales dada la propensión de la personalidad reflexiva a peregri­nar por las esferas del pensamiento), la razón verdadera de no haber fundado ni filosofías ni doctrinas ni religiones está en la naturaleza, en el alma y en el espíritu de la mu­jer: lo que el filósofo llamaría su “ontología”. La causa se aloja en su propia naturalaza, en su propio ser.

La mujer crea vida por la gestación y la maternidad. Y el hombre, ante la incapacidad de crearla, la “imita” a través de la creatividad, que no es más que un sucedáneo y un ali­vio para su tara de “crear” de vida. Y la creativi­dad, frustrada su capacidad de crear, va ligada a la imagi­na­ción, a la cábala, a la fabulación y a la ensoñación. Lo que no significa que estas aptitudes, habilidades o contin­gen­cias no estén en la psique de la mujer. Pero están mu­cho más atenuadas. Y en ello sí que ha de influir notable­mente la ausencia más o menos obligada de los aspectos cultura­les y los roles de macho y hembra que encierra la aventura humana. Porque la mujer difícilmente fantasea después de la niñez, de la pubertad y de la adolescencia. Hasta ayer al menos, la mujer mantiene los pies firme­mente en el suelo y solamente huye de la realidad por los vapores del amor o por la ausencia del amor buscando a Dios o similar…

En todo caso, y por las suspicacias que mis preguntas pu­dieran suscitar, me veo precisado a aclarar antes de termi­nar, que la profundidad de ambas preguntas nada tiene que ver con la insinuación de la supuesta incapaci­dad de la mujer para crear sistemas filosóficos o religiones que, si bien se examina no son más que embrollos y fuente éstas últimas de hitos sangrientos en la historia. Mis pre­guntas tienen que ver con la sospecha de que la mujer encie­rra una verda­dera sabiduría de la que nunca se ha hablado. Lo que me lleva en cualquier caso a la dictami­nar, aunque solo sea para mí mismo y tras sesudas reflexio­nes durante muchos años, que cuando a la mujer, como género, se le ha pasado por la cabeza crear un sis­tema filosófico o fun­dar una religión, ha llegado ella su vez a la conclusión de que no valía la pena… De modo que mientras la mujer es la que verdaderamente vive el pre­sente y crea vida, el hombre ordinariamente está instalado en el futuro, o está ausente.

Para concluir he de decir que si esta conclusión a modo de te­sis provisio­nal fuese equivocada, me sospecho que habrán de pasar to­davía muchas décadas hasta descubrir que lo es. Y aun así las ideas o la ciencia que la refuten tam­bién estarán sujetas a otras razones científicas o no que a su vez la contradigan. Y así sucesivamente. Pues nada hay bajo el sol que, salvo el sol y su luz, merezcan rotunda­mente el nombre de “ver­dad” o de “certeza”.

10 Mayo 2018

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