Mañana se celebra el Día de la Mujer Trabajadora. Un día de esos que ojalá llegue la hora en que no tenga que recordarse, porque hayamos avanzado en igualdad hasta convertirla en realidad. En nuestra sociedad, y en otras sociedades más alejadas (y demasiado cercanas a la vez) donde la mujer es reducida a la categoría de objeto, mula de carga, sirvienta, esclava o juguete sexual.
La pobreza de nuestra sociedad globalizada no sólo se mide en la miseria económica, sino también en la moral, en la explotación de mujeres y niños, en tantas desigualdades que nos quiebran el corazón y nos hacen sentir tremendamente resposnables del mundo que nos toca vivir y que dejaremos. Ser mujer, hoy, todavía es muy difícil. También en nuestra Iglesia.
Conozco miles de mujeres, de distintas edades, auténticas creyentes, más o menos devotas, más o menos comprometidas…. más o menos silenciadas. El papel de la mujer en la Iglesia es, aún hoy, absolutamente denigrante. Están reducidas a poco menos que la limpieza y la recogida de limosna. Y, claro, la oración silente. Hay pocas mujeres que se atrevan a romper el círculo, y clamen -junto a los hombres, que también pecamos de omisión- por una verdadera y plena igualdad entre los seguidores de Jesús.
La situación no fue siempre así, como hoy nos recuerda Rafael Aguirre en la entrevista que tenemos en portada. En los orígenes del Cristianismo, el papel de la mujer era mucho más importante que al que ahora ha quedado reducido, en una Iglesia patriarcal que sólo cuenta con un minúsculo porcentaje de sus miembros (hombres todos, célibes -o casi- todos) en la toma de decisiones. Nos estamos jugando mucho. Los laicos, hombres y mujeres. El tema no es el sacerdocio de la mujer, que también. El tema es la igualdad de derechos y deberes, de administrar nuestros talentos. El tema es volver a Jesucristo. Que siendo hombre nació, murió y resucitó por todos. También por las mujeres. A ellas va este post.
«Ha llegado la hora de decir: somos ‘otras’ que los hombres, sí, pero esta no es una categoría personal diferente ni una clasificación por méritos, sino una vivencia insustituible, la de ser una mujer» (Carmen Guaita)
baronrampante@hotmail.es