Dicen que el cardenal de Madrid tiene «auctoritas» entre sus pares, conscientes de que va un paso por delante en la guía de la Iglesia española. Por eso, acuden en masa a su cita anual de la Familia madrileña. Una cita que, sin ser de la Iglesia española, es como si lo fuese. De hecho, ayer, más de 35 obispos acompañaron a Rouco Varela en la misa de Colón. Una plaza ya sacralizada en el imaginario católico patrio. Como recordó el propio cardenal: «La madrileña plaza de Colón, evocadora de tantos memorables encuentros eclesiales».
Durante todos estos últimos años, Rouco ha conseguido, desde Colón, aglutinar a sus fieles, para defender el evangelio de la verdad de la familia y de la vida. Arropado por miles de personas, le hace saber también a los gobernantes de turno que la Iglesia católica sigue teniendo un peso y una influencia social decisiva. En el fondo, les está diciendo que puede movilizar o desmovilizar a los votantes católicos hacia uno u otro partido. Es decir, hacia el partido que mejor defienda los postulados de la Iglesia y de la ley natural por ella interpretada.
Los macroencuentros de Colón alcanzaron su cenit durante la etapa de los Gobiernos de Zapatero. Entonces, se llegó a hablar de misas con un millón de personas. Zapatero era el gran enemigo a batir, el «descristianizador» por antonomasia, alq ue había que derrotar. Y la verdad es que se marchó derrotado y triste del poder. Hoy, gobierna el PP de Rajoy y Rouco quiere recordarle que hay ciertas fronteras innegociables, especialmente el aborto y la defensa de la familia.
Pero desactivado Zapatero, el enemigo público número uno (y el que más privilegios concedió a la Iglesia, como el de la financiación), los fieles ya no responden como antes. Y la asistencia ha descendido vertiginosamente. De la época del millón se pasó a la de «miles de asistentes». El ABC y la Razón, diarios poco sospechosos de anticlericalismo, sólo hablan de miles de personas en el encuentro de ayer.
Y la mayoría, del Camino Neocatecumenal,omnipresente en simbolos y en actuaciones directas. Como la de Kiko de más de media hora. Una arenga (la predicación del kerygma) redundante, en la que pintó una sociedad podrida, acuciada por el Maligno y víctima de «fornicaciones, divorcios y abortos». Le escuché de principio a fin, pero, como otras veces, no fui capaz de sintonizar con lo que decía. Me suena a profeta de calamidades. Y hasta su tono, histriónico y demasiado elevado, me produce dolor de cabeza y malestar interior.
Eso sí, hay que reconocter que tiene capacidad de convocagtoria. Y suyos eran la mayoría de los asistentes. Y, como paga y pone la gente, exige su cuota de pantalla. Con el riesgo de convertir la Misa de las Familias en misa de las familias kikas.
Pero, en el do ut des eclesiástico, al cardenal no le queda má sremedio que aceptar esa cuota de protagonismo de los Kikos, para no ver la plaza más desierta todavía.
En cualquier caso, la misa de Colón se desinfla. Por todo lo dicho y porque los demás obispos quieren hacer sus fiestas de la familia en sus respectivas diócesis. Algunos, para no enfadar a Rouco, las pasaron al dia anterior. Otros, las mantuvieron el mismo dia 30. La mayoría, se vino a acompañar a Rouco a Madrid. ¿Ha llegado la hora de la descentralización?
Una decisión que tendrá que tomar Rouco. Con cautela. Porque tiene sus pros y sus contras. La principal contra es que, si se descentraliza, se gana en cercanía, pero se pierde en influencia social y mediática. Las fiesta de las familias diocesanas saldrían en los medios locales, pero dejarían de estar presentes en las portadas de los grandes medios de alcance nacional. Una decisión que Rouco tendrá que meditar. Y su impacto social y mediático se reduciría drásticamente.
