La mentalidad -- Jaime Richart, Antropólogo y jurista

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Más allá de la cuna, más allá del influjo de la capacidad econó­mica de la familia a que se pertenece, más allá de las ideas predomi­nantes en el espacio social en que se vive o del territorio en que se nace; más allá, en fin, de la ideología, está la mentalidad, un concepto mucho más amplio. La mentalidad es un conjunto de facto­res que determinan la personalidad individual y colectiva, un conjunto de creencias y costumbres que conforman el modo de pen­sar, el modo de enjuiciar la realidad y el modo de actuar de un individuo o de una colectividad.

Pues bien, en España la mentalidad más extendida sigue siendo la nacional-catolicista, la franquista. No en el conjunto de la pobla­ción, naturalmente ya bien lejos de ella, sino en el grueso de los cen­tros nerviosos del sistema. La judicatura, la administración del Estado, la jerarquía católica, las diputaciones… E incluso en el prin­cipal partido político progresista; un partido dominado aún, desde lejos y en la sombra, por la ?mentalidad?? de los personajes de la política que en su día y tras la Transición tomaron la riendas para efectuar tímidos cambios en la sociedad. Y digo tímidos cambios, porque pese a que su propósito bien hubiera deseado ser otro, las ideas o restos de ideas de la dictadura a las que debían enfrentarse eran lo suficientemente poderosas todavía como para verse obliga­dos a ceder en diversos aspectos y ocasiones, aconsejados por la pru­dencia que, para algunos, no fue sino debilidad o cobardía…

En suma, España en su conjunto (y rara vez quien razona desde los medios o desde la política no lo expresa así o se calla ante quien lo dice), es eminentemente nacional-catolicista y monárquica. Lo que significa que en la mentalidad ?final?? el concepto de ?unidad?? polí­tica franquista e isabelino se imponen (véase la disparatada reac­ción del Estado ante las aspiraciones catalanas a elucidar por referén­dum el sentimiento de independencia, frente a la actitud que periódicamente adoptan los gobiernos de Gran Bretaña ante las pre­tensiones de Escocia, o de los de Canadá ante las de Quebec). Lo mismo que se impone el concepto socioeconómico de ?libertad de mercado?? llevado a sus últimas consecuencias, por la presencia y potencia de la ideología ?neoliberal?? que se extiende en el mundo. Ideología frente a la que poco puede hacer la mentalidad de quienes esperan fervientemente un cam­bio profundo en la socie­dad es­pañola que supone romper varios moldes??

De ahí resulta que no se aborde el referéndum monar­quía/república, que no se plantee la idea del Estado federal, que no prospere iniciativa legislativa alguna sobre el cambio de la ley electo­ral, que no se impugnen las numerosas inmatriculaciones de la iglesia católica de numerosos edificios en detrimento del dominio público, que no se denuncie el Concordato, que no se su­prima la casilla de la Iglesia católica en la liquidación de la declara­ción sobre la renta, etc, etc

En resumen, la resistencia de la mentalidad reinante en España ante el empuje de la mentalidad nueva sólo irá cediendo a medida que vayan desapareciendo de la vida pública y privada, del poder eclesiástico y del poder económico y financiero (aunque aquí el pro­ceso será mucho más lento) personajes anclados en ideas y cos­tumbres que si por un lado favorecen considerablemente su eco­nomía personal, por otro robustecen el sentimiento de poder y de in­fluencia que a su edad es lo más valioso que les queda…

24 Junio 2019