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Tlamanca, Mpio de Zautla, Pue. La lucha contra la minería extractivista no es sólo una lucha por la vida, sino antimperialista, y contra el neocolonialismo que se impone sobre los pueblos con el servilismo de los gobiernos neoliberales y los tratados de libre comercio y de protección a la inversión extranjera, quedó en claro este día aquí luego de la exposición de casos particulares de problemas con mineras que enfrentan comunidades de diversas entidades del país, así como de Panamá, Guatemala, Honduras y El Salvador.
En claro quedó también que para hacer frente a esta “cuarta colonización”, es necesaria la organización de los pueblos, su toma de conciencia sobre lo que significa la destrucción del medio ambiente, que es a la vez la base de sustentación de su vida, la movilización y la unidad en la acción local, regional, nacional e internacional, porque se batalla “contra un monstruo” multiforme, transnacional, que cuando sufre una derrota en algún lugar cambia de razón social, incluso de nacionalidad -una minera mexicana le vende la concesión a una canadiense, que a su vez la traspasa a una australiana- sin cambiar por ello su esencia: la rapacidad del capital.
Por el presídium del Encuentro de pueblos contra el modelo extractivo minero, organizado por las comunidades en defensa de la tierra y de la vida; el Consejo Tiyat Tlalli, la Red Mexicana de Afectados por la Minería, el Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero, el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (Cesder) y la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla desfilaron este sábado, además de representantes de organizaciones de los países arriba citados: de ambientalistas, indígenas, campesinas, de Morelos, Chiapas, Oaxaca, Puebla, Guanajuato, Guerrero y del pueblo wirrárika (huichol) de Jalisco, Nayarit, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, que es uno solo pese a las fronteras estatales.
En algunos casos, como en Carrizalillo, Guerrero, en la montaña alta de esa entidad, la batalla dura ya ocho años y los daños al ambiente y la salud de la población por el uso por parte de la minera canadiense Gold Corporation se manifiestan en enfermedades en la piel y bronquios, malformaciones congénitas en niños, partos prematuros que desembocan en la muerte de 68 por ciento de los así nacidos, destrucción de 11 manantiales del pueblo por la explosiones que realiza la minera, uso y contaminación de millones de litros de agua diarios y todo ello coronado con la cereza de la certificación de la Profepa a la minera como ¡industria limpia¡
En otros casos, explicó una de las participantes, como en El Huizache, en la Sierra de Lobos, Guanajuato, la batalla apenas se inicia aunque allá han ido avanzando los trabajos de exploración -contratando a algunos de los pequeños propietarios de la zona que están felices por tener trabajo en un lugar donde la agricultura no es pródiga- pero que han empezado a alarmarse por lo que ven venir si se pone en marcha la concesión entregada para una mina a tajo abierto.
En la entidad hay tradición minera, pero en yacimientos subterráneos, así que mucha gente no entiende la alarma que ha despertado el nuevo tipo de minería industrial que se avecina.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales