LA IGLESIA POLACA

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La evidencia de las pruebas documentales presentadas y las declaraciones de testigos, que demuestran su participación como colaborador y soplón de la policía comunista, en tiempos en que Polonia estaba dominada por los soviéticos, hicieron inevitable que el Vaticano se volviera atrás en su decisión de mantener, a toda costa, a Stanislaw Wielgus como arzobispo de Varsovia.

El escándalo de la dimisión del prelado en la catedral de la capital del país, en el mismo acto en el que se iba a producir su entronización oficial, aunque tardía -hace tres semanas que se inició el forcejeo sobre el tema-, evitó enfrentamientos más enconados entre la Santa Sede y las autoridades polacas, y, posiblemente, un cisma de consecuencias imprevisibles en la poderosa, y, hasta ahora, unida iglesia católica polaca.

Empeñados los hermanos Kaczynski, presidente y primer ministro del país, en una campaña para eliminar de la administración del Estado y de cualquier cargo de otras instituciones, a cuantos colaboraron con los SB -los temibles servicios secretos comunistas-, no dudaron en llegar hasta el final en su pulso con Roma. Prueba de ello fue el espontáneo aplauso del primero, en la catedral, cuando Wielgus se vio forzado a presentar su renuncia.

Los Kaczynski han estado apoyados por la mayoría de los ciudadanos, pero, muy especialmente, por los sectores de la iglesia más perseguidos en tiempos de la dictadura. No olvidemos que la iglesia católica, en las situaciones más difíciles de la historia del país -las invasiones sueca, alemana o rusa-, siempre estuvo en primera línea en defensa de su autonomía y libertades, y, en cierto modo, ella misma representó la identidad nacional polaca.

Desde las luchas contra los navegantes suecos, que llegaban allí par llevarse el ámbar marino, a la revolución de Lech Walesa contra la sovietización, pasando por los tiempos de ocupación nazi, siempre la iglesia católica polaca encarnó los intereses del país. Cestokowa, Cracovia y otros centros religiosos emblemáticos, fueron el centro y símbolo de esta lucha.

La purga es posible que prosiga en el Estado, pero, también, en el seno de la iglesia católica dentro de la cual permanecen, todavía, muchos de los que colaboraron con la SB: se calcula que dos de cada doce de los actuales clérigos y religiosos. La decisión final del Vaticano, de prescindir del arzobispo, parece oportuna dadas estas y otras circunstancias. Entre ellas, la nostalgia que provoca en el país la figura del desaparecido Juan Pablo II, siempre rotundo en su condena del nazismo y del comunismo. Y la desconfianza de muchos con su sucesor.