León
Obispos y entidades católicas denuncian el ataque a los más débiles
«Los cristianos, los que queremos seguir a Jesús de Nazaret, ¿cómo serviremos a la sociedad si no hacemos realmente nuestra la causa de afirmación de la dignidad de las personas en el trabajo, si no defendemos con todas nuestras fuerzas la centralidad para la vida social de los derechos laborales y sociales de las personas?»
Así se pronunciaba hace algunos días la Hermandad Obrera de Acción Católica y la Juventud Obrera Cristiana, ante los recortes del Gobierno a causa de la crisis económica y que recaen sobre los sectores más débiles.
Y en los últimos días no sólo la HOAC y la JOC han mostrado su desacuerdo por las medidas para poner freno a una crisis que genera verdaderas tragedias a muchísimas familias. Por eso, algunos obispos también han querido decir una palabra para no perder de vista que son personas con nombre y apellido las que soportan la dura situación que vivimos.
En este sentido, el arzobispo de Valencia, Mons. Carlos Osoro, ha expresado su preocupación por las consecuencias de la aplicación de las medidas gubernamentales y por los recortes. Mons. Osoro ha señalado que los recortes no se tienen que aplicar «de forma igualitaria, sino pensando en los más pobres». Según el arzobispo de Valencia, «es obligación de todos fijarnos en los que más lo necesitan, sin excepción».
Sin duda, una de las imágenes que nos deja esta crisis y los recortes son las protestas de los mineros. Por eso, los obispos de las cuencas mineras de León, Mons. Julián López, y de Asturias, Mons. Jesús Sanz, han querido mostrar su apoyo a los trabajadores del carbón. Mons. Julián López y el consejo presbiteral de la diócesis de León han puesto de relieve la preocupación por las situaciones de inseguridad e incertidumbre, tensión y violencia que genera el problema de la minería.
Igualmente han expresa- do la «proximidad humana y cristiana a los que sufren por estas causas, con particular referencia a las mujeres y a los niños». Por eso, han pedido «que se tenga muy en cuenta el derecho al trabajo, el apoyo a las comarcas afectadas por el desmantelamiento progresivo de la minería y la atención a otros sectores productivos de nuestras tierras afectadas también gravemente por la crisis financiera y económica».
Por su parte, Mons. Jesús Sanz ha realizado diversos gestos en favor de los mineros, como fue el hecho de dar tres meses de su sueldo para ellos. Ahora, nuevamente, Mons. Sanz ha querido mostrar su proximidad para este sector castigado por los recortes. Reconoce que esta situación «hace que nos tomemos seriamente el sufrimiento real de es- tas personas y de sus familias, y que nos sintamos realmente cercanos con todo nuestro afecto humano y cristiano». Y recuerda que el diálogo «es el único camino en este momento enormemente delicado».
También ha apoyado a los mineros la HOAC-JOC con un comunicado en el que manifiesta que «hacemos nuestras sus reivindicaciones justas en defensa de sus puestos de trabajo, que les permitan vivir tanto a ellos como a sus familias con dignidad. (…) La lucha de los mineros nos manifiesta la solidaridad y el ejercicio comunitario que supone la huelga o la marcha. (…) Somos capaces de renunciar al interés particular en la búsqueda del bien común, algo a lo que la Doctrina Social de la Iglesia nos invita de forma reiterada».
Rdo. Antoni BABRA, profesor de Moral Social en la Facultad de Teología de Catalunya
«Destruir deliberadamente puestos de trabajo para optimizar el dinero fácil es un pecado a combatir»
¿Cómo podemos iluminar la crisis actual a partir de la Doctrina Social de la Iglesia?
En principio, sufrir los recortes económicos puede ser comprensible en términos de urgencia nacional pensando en el bien común; pero hasta un límite de eficacia y guardando todas las justas proporciones. Como decía J. F. Kennedy a los berlineses: «No preguntéis qué puede hacer Alemania por vosotros, sino qué podéis hacer vosotros por Alemania.»
Y fue el milagro alemán. Sin embargo, ¡con qué poca gracia nos han pedido estos esfuerzos! En esta crisis han chocado el mundo del trabajo y el mundo del capital. No sólo visualizan sus dimensiones de conflicto laboral, sino también de modelo de crecimiento. La Doctrina Social de la Iglesia indica que el progreso material de los pueblos tiene que ir en paralelo a su progreso espiritual.
También reitera que la clave esencial de toda cuestión social es el trabajo humano, que es el medio para procurarse el pan de cada día. Denuncia la inmoralidad de la idolatría del dinero y de los mercados como estructura de pecado, porque encierra al hombre en su egoísmo y porque sigue la lógica del provecho insaciable de riquezas. Destruir deliberadamente puestos de trabajo para optimizar dinero fácil es un pecado a combatir, quien sea culpable de ello que dé cuentas ante los tribunales, tal y como reclamaron los obispos norteamericanos.
La comunidad cristiana, ¿de qué manera se tendría que comprometer con generosidad y solidaridad en estos momentos críticos?
En este quinto año de la crisis, la desmoralización y los niveles de pobreza en amplias capas sociales avanza considerablemente. La prioridad de la persona humana forma parte esencial del personalismo cristiano, por encima de otros intereses estructurales. El compromiso de la comunidad cristiana se cifra en términos de ayuda, de competencia y de formación social de la conciencia cristiana.
Las resoluciones del capítulo tercero del Concilio Provincial Tarraconense, «La solicitud por los más pobres y marginados», se hallan plenamente vigentes a nivel operativo, pastoral e impulsor de la formación de la Doctrina Social de la Iglesia de los miembros de la comunidad cristiana. Ahora, como antes, es importante no obviar sus exigencias teológico-morales y pastorales. Todo el mundo está comprometido.
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