La Iglesia no sabe lo que es la justicia -- Fausto Antonio Ramírez

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Religión Digital

La paradoja mayor a la que habitualmente se enfrentan los cristianos es la de la defensa, por parte de la Iglesia, de los derechos humanos, de puertas afuera, y el menosprecio de los derechos cristianos de sus propios miembros.

Los derechos del cristiano proceden de Dios, y particularmente de la Salvación otorgada por Jesucristo a través de su muerte y resurrección. La Iglesia, en este sentido, sólo es mediadora y no dispensadora de esos derechos.

Resulta extraño que la Iglesia siga pensando cómo, cuándo y a quién puede concederle la plenitud de esos derechos, que ciertamente no le pertenecen.

Dicho de otra manera, en virtud de la Salvación conquistada para el hombre por Jesucristo, la Iglesia no tiene ?potestad?? para mandar callar, rechazar, excluir, o castigar a ninguno de sus hijos, si estos viven en conformidad con la dignidad humana que Cristo les concede.

Cuando la Iglesia se piensa así misma como dispensadora de estos derechos, le está quitando a Dios su puesto y ocupándolo ella como madre bastarda. El derecho eclesial, (derecho positivo al fin de cuentas), no puede jamás sustituir la base teológica sobre la que se fundamentan los derechos del cristiano.

Si la Iglesia no reconoce al cristiano en su dignidad de hijo de Dios salvado, lo está despreciando como objeto legal que es gobernado por sus propias leyes.

El Dios de Jesucristo jamás priva de derechos al hombre, sino todo lo contrario, se los da y los potencia. La Iglesia no tiene potestad para recortarlos, y tanto el Derecho Canónico como la autoridad jerárquica están sometidos a los dictados de Dios y no al de los clérigos.

La palabra, la libertad de expresión, la libertad de investigación y de cátedra forman parte de la libertad esencial y constitutiva de los derechos cristianos. Todo lo que por parte del ?derecho eclesiástico?? intente recortarlo es una descarada suplantación del ?derecho divino??.

Por desgracia, hoy en día el derecho de la Iglesia no es modélico para ninguna institución civil moderna y democrática. Es una pena que el paradigma de la justicia y del derecho positivo se encuentre fuera de la Iglesia, cuando en realidad debería ser lo contrario.

La Iglesia que se inspira en su organización y estructura en la misma persona de Jesús y en su relación con los hombres y con el Padre, se ha convertido en el anti-ejemplo de lo que debería ser en realidad.

La Iglesia no tiene autoridad moral, vista su forma de ejercer el derecho con sus propios hijos, para erigirse en modelo a seguir por el resto de sociedades humanas civiles. ¿Cuántas sociedades son mucho más respetuosas con los derechos del hombre que lo que la Iglesia lo es con sus propios miembros?

En este sentido, los derechos humanos promulgados por Naciones Unidas, superan en sensibilidad ?cristiana?? a los derechos cristianos que deberían vivirse dentro de la Iglesia.

La Iglesia sigue amparándose en su derecho positivo para mantener el ejercicio del poder ordinario con cada institución y miembro que la componen. La autoridad de la Iglesia debería ser evangélica, es decir, moral y no fáctica. La autoridad moral de la Iglesia procede de Dios y de su compromiso por vivir los valores del Evangelio.

Cuando su estilo de vida escandaliza, no es modélico, insulta al Evangelio y no rezuma misericordia, ni compasión, ni caridad, es normal que se ampare en el derecho autoritario y eclesiástico para mantener un poder que por otra parte ha perdido.

Entonces ocurre lo que estamos viendo: la sociedad se ríe de ella, se mofa de sus actitudes, la desprestigia por sus dictados y deja de tener todo tipo de influencia positiva en medio de los hombres que la miran con recelo desde fuera.

Pero lo más triste de todo esto es que sus propios miembros dejan de creer en ella y no tienen problema alguno para desmarcarse de lo que dice o hace.

¿Cuántos cristianos se han pronunciado estos días diciendo que después del bochornoso espectáculo de la manifestación en Madrid sobre la familia, ellos no se sienten representados por esa Iglesia?

La Iglesia tiene un problema grave, con los de fuera y con los de dentro. Que existía ya una fractura social con la Iglesia era cosa conocida. Ahora, a la Iglesia le están ?saliendo enanos?? por todas partes y eso es más difícil de parar.

¿Con qué autoridad se puede presentar ante el mundo, cuando sus propios hijos la desautorizan en cuanto abre la boca?

Si la Iglesia no cambia pronto el rumbo que ha tomado y vuelve a las fuentes, la brecha que se puede abrir entre sus filas puede ser descomunal, aunque quizás sea eso lo que necesite para volver a empezar de nuevo o de cero y tomando como base sola el Evangelio de Jesucristo.