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La iglesia entre el poder y la misericordia -- Jaime Escobar, Sub director de Crónica Digital

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Reflexión y Liberación

Hoy se inicia la Asamblea Plenaria de los obispos en Punta de Tralca, es de esperar que los prelados consideren lo que indica la encuesta Cerc; que el 75% de los católicos consideran verídicas las acusaciones de abusos sexuales de Karadima.

Ya nadie discute al interior de la Iglesia que el llamado caso Karadima no sólo ha remecido a las elites católicas que veían en la parroquia El Bosque y en su líder un ejemplo de compromiso católico distante del quehacer político y refugio seguro para con las ideas progresistas que se venían implementando en la Iglesia de Santiago desde los tiempo del venerado cardenal Silva Henríquez. Este modelo de Iglesia, fiel al Concilio Vaticano II, nunca fue implementado en esta parroquia.

Solo un dato para graficar con claridad lo expuesto. Esta parroquia y su entorno empresarial nunca aceptaron el rol histórico que le cupo a la Vicaría de la Solidaridad. Más bien rechazaban sus actividades en defensa de los derechos humanos y en el año 1978 cuando se inauguró en Santiago el Simposium “Todo hombre tiene derecho a ser persona” en vez apoyar esa iniciativa oficial de la Iglesia, más bien se mofaron de ella.

Ese era el estilo de hacer pastoral de esta parroquia y su emblemática Pía Unión Sacerdotal fundada hace más de cuarenta años por Fernando Karadima y un grupo de personas ligadas a las altas esferas del empresariado y las finanzas. En lo político fueron simpatizantes del gobierno militar y defensores del general Pinochet, logrando su punto culmine cuando este fue detenido en Londres por crímenes de lesa humanidad.

Tanto la Pía Unión Sacerdotal como la gran mayoría de la feligresía de la parroquia El Bosque, consideraban que los crímenes de la dictadura “no eran tantos”. Y, sobre el asesinato de los cinco sacerdotes durante esa página negra de la historia de Chile, simplemente negaban los antecedentes que tenían los organismos de derechos humanos, encabezados por la propia Vicaría de la Solidaridad. Sobre las torturas en el buque escuela Esmeralda y crimen en contra de Miguel Woodward, esta porción de la Iglesia siempre sostuvo que eran “acusaciones falsas en contra de la Armada”. Pero, la historia y la verdad por fin vieron la luz y hoy existen varios oficiales y marinos presos por ocultar la verdad ante el atroz crimen de Woodward.

Ahora, toda la Iglesia está a la espera de lo que resuelva Roma sobre los escándalos y acusaciones de abusos sexuales que pesan sobre Fernando Karadima. También la justicia civil chilena avanza en diferentes tópicos de las causas que lleva el Fiscal. Hay, en este capítulo de esta sórdida trama sexual y financiera un punto que tiene desconcertado a no pocos religiosos y laicos de la arquidiócesis y del país. El rol que le ha correspondido al obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga.

Monseñor Arteaga ha sido el único obispo de la Conferencia Episcopal que ha defendido pública y reiteradamente a Karadima. Más que eso, con sus palabras de apoyo al religioso inculpado, ha producido una enorme división y desconcierto en el clero y mundo laical católico. Ha pasado el tiempo, las evidencias públicas son contundentes y la policía especializada descubrió, además, turbios manejos con los dineros de la Pía Sociedad y de la misma parroquia El Bosque.

A pesar de todos estos graves hechos, Andrés Arteaga sigue con sus altos cargos en la Universidad Católica -es pro gran canciller- y en la estructura organizativa y direccional del Arzobispado de Santiago. Sólo ha dejado de presidir la Pía Unión Sacerdotal. Pero, en ningún momento el cardenal Errázuriz lo ha amonestado o llamado la atención por sus conductas y vocerías públicas. Cuando el 15 de septiembre fue interrogado por la PDI sobre los dineros y patrimonio de la Unión Sacerdotal, el cardenal guardó silencio y solo declaró a la prensa su parecer sobre “los préstamos indebidos de la Parroquia…”

Es decir, hay una palabra de la jerarquía para con los destinos que se le daban a los 262 millones de pesos que generan las rentas de las propiedades de esta Unión Sacerdotal, pero no hay una palabra condenatoria a las reprochables conductas de Karadima y de varios religiosos de ese entorno. Menos una palabra de aliento o misericordia para con las personas que sufrieron algún grado de abuso sea sexual o psicológico por parte de Karadima en esos largos años de liderazgo y manejo de las conciencias. De eso nada.

Todo esto, quiérase o no, ha dañado profundamente la credibilidad de este sector de la Iglesia. Sus directivos saben que son miles los jóvenes que no participan activamente en las parroquias, pero sí estos mismos jóvenes cristianos se comprometen, ejemplarmente, en variadas actividades y obras de ayuda al prójimo más desvalido o pobre. Esta nueva manera de ver y hacer praxis desde la fe o creencia católica está demostrada en múltiples muestras de opinión y quedó ratificada en la última elección de la Federación de la Universidad Católica (FEUC) con un triunfo de los jóvenes que quieren más participación, más libertad y más tolerancia en variados temas.

Los obispos de Chile al término de su asamblea plenaria harán bien al pedir Perdón por sus propias debilidades. Pero este noble gesto de bien poco servirá ante la opinión pública si no va acompañada de signos concretos de corrección. Uno de ellos sería que Karadima no siga descansando en fundos de amigos empresarios como si nada pasara. Otro, que don Andrés Arteaga renuncie a su cargo de pro gran canciller de la pontificia Universidad Católica. Esto, por una simple cuestión de correcta ética cristiana.

“Por más que miran No ven…” (Marcos 4,12).

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