La Iglesia en AL y el Caribe: ¿está edificada sobre roca o sobre arena? (I) -- Pablo Richard

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Adital

Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas. (Mateo 7, 21-29, fin del discurso evangélico del monte)

1. La Iglesia ya construida sobre roca: ninguna «tormenta» la puede hacer caer

Hay una roca, un fundamento indestructible, sobre el cual está construida la Iglesia. Ese fundamento en gran medida ya existe. Es lo mejor y lo más sólido que tiene la Iglesia latinoamericana y caribeña. Vendrán crisis profundas y quizás irreversibles en la Iglesia, la crisis está ya a la puerta y puede acelerarse, incluso es posible un repentino derrumbe de toda la Iglesia. Esto es posible, pero también es posible reconstruirla sobre ese trabajo ya realizado que consideramos roca firme sobre la cual podemos construir. En los últimos cincuenta años (aproximadamente) la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe, con mucha fe, esperanza, utopía y martirio ha puesto los fundamentos mínimos para construir esa casa sobre la roca, que podrá resistir «lluvias, torrentes y vientos, pero ella no va a caer».

Hay que mirar por lo tanto la crisis sin miedo y con esperanza, pues ya hay un camino trazado y podemos con seguridad seguir caminando por él. El santo Alberto Hurtado decía: «cuando se te acabe el entusiasmo agárrate de la fe». Creo que ha llegado la hora de la fe.
La Iglesia construida sobre roca tiene muchos fundamentos, aquí cito solamente seis que me parecen los más sólidos e indispensables:

a) Opción preferencial por lo pobres

Opción por los pobres, marginados, excluidos, desechables, invisibles. Opción por los pobres en la lucha contra la pobreza, sujetos capaces de construir alternativas. Opción por los pobres que son excluidos también por razones de género, etnia, raza, generación y otras que ya se multiplican. Opción por las mayorías (un 60%) que viven en la pobreza y extrema pobreza, aplastados por el sistema actual de libre mercado y su ideología neoliberal (capitalismo salvaje fuera de todo control).
Opción por la tierra y el agua, cuyo grito ya no podemos ignorar.
Nos dice Jesús:

Arriba los pobres con Espíritu porque en sus manos está la construcción del Reino de los Cielos (Mt 5, 3).

Arriba ustedes los pobres porque de ustedes es el Reino de Dios (Lc 6, 20).

Jesús no solucionó grandes problemas en su época, pero nos enseñó a mirarlo todo desde la perspectiva de los pobres. Jesús no definió el Reino de Dios, pero lo practicó y los Evangelios lo narraron.

b) Opción por una ética de la vida

En una ética de la vida lo único bueno, justo, verdadero y bello es que todos y todas, la tierra y el agua, tengan vida y vida en abundancia (Jn 10, 10). Vida que es tierra, trabajo, salud, educación, participación, gozo. Una Iglesia que opta por la vida opta por «una sociedad donde quepan todos y todas, en armonía con la naturaleza» (dicho en Chiapas, México). Una ética de la vida donde el centro sea el «otro»: «yo soy solamente si eres tú»; «si hay para todos, solo entonces habrá para mí» (en contra de la otra opción: «si no hay para todos, que por lo menos haya para mí»). La ética de la vida es además la fuerza inspiradora de todos los movimientos de solidaridad, por los derechos humanos, por la justicia y la paz, por la vida de la tierra, el agua y el cosmos.

c) Espiritualidad: opción por el Dios de la Vida contra los ídolos de la muerte

La espiritualidad es la búsqueda de Dios desde la opción por los pobres y dentro de una práctica de liberación. Una espiritualidad enfrentada a la idolatría que es perversión de Dios o creación de un dios propio que nos satisface. Idolatría que convierte las cosas en sujetos y los sujetos en objetos (el oro como dios y el ser humano como objeto). Una espiritualidad en el discipulado de un Jesús humano, que nos revela el Dios de la Vida. Una espiritualidad que crece ahí donde está su fuerza: en el silencio, en la contemplación, en la oración («mi fuerza es el silencio», decía monseñor Leonidas Proaño). Una espiritualidad trascendente, que afirma la vida, no únicamente «más allá de la muerte», sino «más allá» de toda opresión y aniquilamiento en este mundo. Una espiritualidad de la esperanza y de la utopía, que orienta toda la vida y da sentido a todo lo que se hace, por pequeño que sea. Una espiritualidad de resistencia en todas las situaciones difíciles de la vida.

Síntesis entre ética de la vida y espiritualidad: La Gloria de Dios es el ser humano vivo (ética), la vida del ser humano es la visión de Dios (espiritualidad) («Gloria Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei») (Ireneo).

Otro gran profeta de la espiritualidad nos dice: …tenemos que ver con los ojos bien abiertos y los pies bien puestos en la tierra, pero el corazón bien lleno de Evangelio y de Dios (Monseñor Oscar Romero 27.VIII.1978).

La espiritualidad es, en lo profundo, «la vida en el Espíritu»:
Sin el Espíritu Santo,
Dios está lejos,
Cristo se queda en el pasado,
el Evangelio resulta letra muerta,
la Iglesia una mera organización,
la autoridad un poder,
la misión una propaganda,
el culto un arcaísmo y
el obrar moral un obrar de esclavos
(Aporte de la Iglesia Oriental al Concilio Vaticano II).

d) Las Comunidades Eclesiales de Base

Son pequeños espacios comunitarios constituidos normalmente por cristianos pobres y excluidos. Ahí donde hay una pequeña comunidad que escucha la Palabra de Dios y practica la oración y la solidaridad, ahí hay una Comunidad Eclesial de Base (CEB). Comunidad, Palabra de Dios, Oración y Solidaridad es lo que se vive entre los pobres, sean éstos católicos o evangélicos. En los barrios marginales de cualquier urbe latinoamericana y caribeña, y entre los campesinos, hay miles de estas comunidades. Su importancia no es tanto cuantitativa (su número), sino cualitativa (su manera de ser Iglesia y su significado para toda la Iglesia). La CEB construye una nueva eclesialidad cimentada sobre la roca: «cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó».

e) Lectura Popular de la Biblia

La Biblia y la Palabra de Dios es igualmente parte de esa roca sobre la cual podemos construir una Iglesia «que no va a caer». La lectura llamada «popular, pastoral o comunitaria es la que busca devolver la Biblia al Pueblo de Dios y transformar ese Pueblo de Dios en sujeto preferencial de su interpretación. La máxima autoridad en la Iglesia es la Palabra de Dios (cf. Dei Verbum No. 10), en cuya búsqueda son necesarios la Exégesis, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia. La lectura de la Biblia en las pequeñas comunidades y en toda la Iglesia Pueblo de Dios es la lectura del sentido espiritual de la Biblia, que nos permite recibirla como Palabra de Dios. El sentido es siempre el mismo: lectura de la Biblia como Palabra de Dios, hecha con preferencia por los pobres, con un sentido pastoral y comunitario. El método de la Lectura Orante de la Biblia («Lectio Divina»), es en la actualidad el camino más difundido para descubrir el sentido espiritual de la Biblia y para orar en comunidad con ella en la mano. En esta Lectura Orante practicamos lo que hemos dicho más arriba sobre la espiritualidad. No es una lectura «fácil», sino una lucha espiritual para descubrir el Dios de la Vida y destruir los ídolos de la muerte.

f) Teología de la Liberación

Teología que se define por la búsqueda de Dios al interior de una práctica de liberación. La Teología de la Liberación (TL) es «acto segundo» en referencia a una práctica de liberación que se afirma como «acto primero». Algo parecido tenemos en el campo bíblico. San Agustín nos dice: La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrita para ayudarnos a descifrar el mundo, para devolvernos la mirada de la fe y de la contemplación, y para transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios.

La TL sería ese libro segundo de Dios, y el «acto primero» sería la práctica de liberación como primer libro de Dios. La TL no es solamente una teoría, un libro o una escuela teológica. Es una teología que se vive y reconstruye en cada época de la historia, que va creciendo y cambiando según las exigencias de la práctica histórica. En esta práctica hay sujetos, teorías y estrategias eclesiales y políticas, que están en un proceso constante de cambio. La TL está viva por su capacidad de reflexionar dentro de esa práctica en continua transformación.

¿Quiénes son los sujetos que construyen esta casa sobre roca firme?:
Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía:
«Arriba ustedes los pobres, porque en sus manos está el Reino de Dios.
Arriba ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Arriba los que ahora están afligidos, porque tendrán alegría.
Ánimo ustedes cuando la gente los aborrezca, cuando los aparten, los colmen de insultos y desechen su nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
Alégrense en ese día y salten de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres de la misma manera trataban a los profetas.
Pero ¡ay de ustedes los ricos!, porque ya están recibiendo vuestro consuelo.
¡Ay de ustedes los que ahora están hartos!, porque tendrán hambre.
¡Ay de ustedes los que ahora ríen!, porque se lamentarán y llorarán.
¡Ay de ustedes cuando todos hablen bien de ustedes!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas (Lucas 6, 20-26).

2. La Iglesia construida sobre arena

La casa que no logró resistir las tormentas y por eso cayó, y fue grande su ruina

La tarea es tan dura, que nos urge recordar la Palabra de Dios (Ef 6, 10-18):

Por lo demás, háganse fuertes en el Señor y en el poder de su fuerza. Pónganse la armadura de Dios para poder estar firmes contra las fuerzas del mal. Porque nuestra lucha no es contra fuerzas humanas, sino contra los poderes y los dominadores que dirigen este mundo con sus fuerzas oscuras, pues nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal.
Por tanto, tomen la armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes. Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza, y calzados los pies con el entusiasmo de propagar el Evangelio de la paz; tengan siempre en la mano el escudo de la fe y tomen el casco de la liberación y la espada del espíritu que es la Palabra de Dios. Oren en todo tiempo en el Espíritu, vigilando juntos con perseverancia (traducción propia desde el texto original).

2.1. Introducción: necesidad imperiosa de una reforma de la Iglesia

El Espíritu Santo, en los veinte siglos de historia de la Iglesia, ha suscitado en muchas ocasiones un «tiempo oportuno» (kairós) para una reforma eclesial, pero ella normalmente ha rechazado este tiempo y ha caído en una contrarreforma y en una crisis irreversible. Hay momentos en la historia de la humanidad cuando todo se derrumba de forma repentina y nacen nuevas realidades. Esto pasó de modo global a partir del año 1989, cuando cayeron los socialismos históricos, terminó la Guerra Fría, se consolidó la «globalización» y se impuso un modelo económico mundial legitimado por el neoliberalismo. Fue un proceso de pocos años que cambió la fisonomía del mundo entero. También la Iglesia puede vivir un derrumbe en poco tiempo, como suceden los derrumbes en los tiempos acelerados que vivimos. Sería triste si llegáramos tarde y el Señor nos repitiera sus palabras:

…cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

La memoria es muy importante para una reforma de la Iglesia. Si no sabemos hacia dónde vamos, por lo menos recordemos lo que hemos vivido en los últimos 550 años: desde el Concilio de Trento (1545-63) hasta la Conferencia de Aparecida (2007).

2.2. Reforma Protestante, concilios de Trento y Vaticano I

a) Reforma Protestante del siglo XVI
Sus protagonistas principales fueron Lutero (1483-1546), Calvino (1509-64), Zuinglio (1484-1531) y Melanchton (1497-1560). Fueron en realidad varias reformas y de mucha complejidad. En una apretada síntesis, la Reforma propugna la vuelta a la sola Escritura («sola Scriptura») y a la justificación por la fe («sola fides»). En sus orígenes la Reforma aparece como un regreso al cristianismo originario y como un intento de crítica, revisión e interpretación global del hecho cristiano. Atacó la corrupción dentro de la Iglesia y el poder político del Papa.

b) Concilio de Trento (1545-63)

El concilio se reunió durante dieciocho años y hubo dos tendencias: una, que se diera prioridad a la condenación de los errores de las reformas protestantes. Otra, consideraba como más urgente la reforma de la Iglesia. Triunfó la primera tendencia. Trento fue así fundamentalmente un concilio de «contra-reforma». Solo un tema como ejemplo: las traducciones de la Biblia en lengua vulgar. Los que se opusieron a la traducción dieron como argumento que «no a todos se les ha dado el poder de leer e interpretar el texto sagrado» y que ahora se veían «Biblias en vulgar, incluso en manos de mujeres».

Sería suficiente con que las mujeres y los ignorantes sean gobernados según la predicación que tendrán que dispensarles personas competentes, que hayan obtenido el permiso de predicar.

c) El medio siglo posterior al Concilio de Trento

Quizá fue más importante que el mismo concilio, pues se reestructuraron casi todas las instituciones tradicionales de la Iglesia y se crearon otras nuevas, no siempre en fidelidad al espíritu conciliar. El modelo de Iglesia postridentino es un modelo romano y clerical: creación de las congregaciones romanas, del cargo de «Secretario de Estado» y reformulación de la misión de los nuncios y de la visita «ad límina». Trento no logró responder a los desafíos de la Reforma Protestante, por el contrario, construyó un nuevo modelo de Iglesia para defenderse de aquella e impedir una reforma dentro de la propia Iglesia. La refundación institucional y disciplinar de la Iglesia fue tan sólida, que no hubo otro concilio hasta el Vaticano I (1869-70), lo que demostró el carácter casi definitivo e irreformable de la Iglesia tridentina.

d) El Concilio Vaticano I: (1869-70)

Fue un concilio eminentemente europeo, donde la Iglesia se sentía amenazada, no tanto por la Reforma Protestante, sino ahora por la «civilización moderna». Así lo afirmaba el Sílabo de los errores modernos, texto que la comisión doctrinal del concilio tomó como base de sus propios trabajos. Citamos como ejemplo algunas conclusiones: que la Iglesia es una «sociedad verdadera, perfecta, espiritual y sobrenatural»; que «la Iglesia es una sociedad visible y única, y que fuera de la Iglesia no hay salvación»; que la Iglesia es «indefectible» e «infalible». También se plantearon temas más políticos, como el poder de la Iglesia, el primado del romano pontífice, la soberanía temporal de la Santa Sede, y otros. El tema más discutido fue el de la infalibilidad de la Iglesia y del Papa: «infalibilidad con la que el divino Redentor quiso dotar a su Iglesia». Es al interior de esta «infalibilidad de la Iglesia» que se definía la «infalibilidad del Papa».

Otras definiciones: elección de Pedro como «principio perpetuo y fundamento visible» de la unidad de la Iglesia; la «perpetuidad del primado de Pedro en los romanos pontífices»; la función del Papa como juez supremo de cualquier controversia eclesiástica, mientras que el Papa no puede ser juzgado por nadie, ni siquiera por el concilio. Finalmente se proclamó «como dogma divinamente revelado que el romano pontífice, cuando habla ex cathedra, goza de infalibilidad».

2.3. Concilio Vaticano II (1962-65) y conferencias generales del Episcopado latinoamericano y caribeño

El Concilio Vaticano II se realizó entre los años 1962 y 1965. Las conferencias generales del Episcopado latinoamericano y caribeño se celebraron en Medellín, Colombia (1968); Puebla, México (1979); Santo Domingo, República Dominicana (1992); y Aparecida, Brasil (2007). En general, la Iglesia en la región vive en las décadas de los sesenta, setenta y los ochenta una situación positiva de reforma.

El concilio inauguró un nuevo tiempo oportuno (un «kairós») para una reforma de la Iglesia Católica. La respuesta en general fue positiva: hubo procesos reformadores anteriores y posteriores al concilio, pero igualmente hubo reacciones conservadoras de contrarreforma.
Desde el fin del Concilio de Trento (1563) hasta los inicios del Vaticano II pasaron cuatro siglos de contrarreforma teológica e institucional. Ya antes del Concilio Vaticano II, desde finales de la Segunda Guerra Mundial (1945), nace en Europa un extraordinario movimiento teológico, cuyos teólogos en gran manera hicieron posible la reforma del Vaticano II, la cual también tuvo impacto en América Latina y el Caribe.

Entre los teólogos de este movimiento nombramos solo a modo de ejemplo a M. D. Chenu, Jean Daniélou, Edward Schillebeckx, Ives Congar, Bernhard Häring, Henri de Lubac, Karl Rahner, Hans Küng y Johann Baptist Metz. Asimismo, hubo teólogos protestantes eminentes en este período como Kart Barth, Jürgen Moltmann y Oscar Cullmann.

Entre los años 1948-2008 la Iglesia Católica vive sesenta años de reforma (movimiento de teología europea desde 1948, Concilio Vaticano II, conferencias de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida). Sin embargo, esta reforma de sesenta años no logra superar totalmente los cuatrocientos años de contrarreforma. Mas bien, desde el decenio de los ochenta empieza a perfilarse una clara corriente conservadora. El tiempo oportuno («kairós) que nos ofreció el Espíritu Santo para una reforma eclesial parece que empieza a agotarse y reaparece lentamente una nueva contrarreforma que puede ahora llevarnos a una crisis irreversible.

2.4. La reforma inconclusa: la V Conferencia General en Aparecida (2007)

En general el documento final de Aparecida fue positivo (1), aunque no predomina una orientación clara hacia una reforma de la Iglesia. Hay textos contradictorios, simplemente yuxtapuestos, sin opción alguna. Da la impresión de que el documento asume posiciones liberadoras, pasadas y presentes, para dar espacios y legitimidad a otras posiciones conservadoras. Por ejemplo, el capítulo 8: «Reino de Dios y promoción humana» y el capítulo 10: «Nuestros pueblos y su cultura». Los dos capítulos van en direcciones opuestas.

Por eso digo que esta V Conferencia es un reforma inconclusa, en cierto sentido frustrada. Hay textos para una u otra posición. Todos pueden elegir.
Un ejemplo significativo: en Aparecida hay una definida opción preferencial por los pobres, no obstante en todo el documento no aparece ninguna crítica al neoliberalismo. Da la impresión que podemos elegir entre optar por los pobres u optar por un sistema opresor y «salvaje», legitimado por el neoliberalismo. Hay textos para los dos «gustos», cada uno puede elegir lo que le parece mejor.

a) La opción preferencial por los pobres

Esta opción es firme y está desarrollada en toda su complejidad actual y con una buena fundamentación cristológica y eclesial. Es uno de los textos más sólidos de Aparecida. Pro memoria:
65. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son nada más «explotados» sino «sobrantes» y «desechables».

391. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña.
393. Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: «Cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 25, 40).

395. La Iglesia está convocada a ser «abogada de la justicia y defensora de los pobres» ante «intolerables desigualdades sociales y económicas», que «claman al cielo».
396. «Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por lo pobres hecha en las Conferencias anteriores».
397. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles.

402. La globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres: los migrantes, las víctimas de la violencia, los desplazados y refugiados, las víctimas del tráfico de personas y los secuestros, los desaparecidos, los enfermos de VIH/SIDA y de enfermedades endémicas, los tóxico dependientes, los adultos mayores, los niños y las niñas que son víctimas de la prostitución, la pornografía y la violencia o del trabajo infantil, las mujeres maltratadas, las víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, las personas con capacidades diferentes, los grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y los afro descendientes, los campesinos sin tierra y los mineros.

b) La ausencia de crítica al neoliberalismo

Si la Iglesia hace una opción preferencial por los pobres, necesariamente tiene que optar contra el neoliberalismo. Con todo, no hay en el documento de Aparecida ninguna crítica a la ideología neoliberal. La Iglesia que condenara con tanta violencia la ideología marxista, ahora calla frente al neoliberalismo. ¿Por qué? Porque es la ideología que justifica el actual sistema de economía de libre mercado. La Iglesia no critica el neoliberalismo porque es la ideología de las élites cristianas. Los ricos sienten hoy a la Iglesia finalmente más cercana a ellos que en las décadas anteriores; los pobres son silenciados.

Otro ejemplo: en el documento hay dos visiones o modelos de Iglesia: un modelo marcado por la opción preferencial por los pobres; otro modelo marcado por la opción preferencial por las élites.

c) Una Iglesia de élites

La Iglesia Católica, en general, aparece más inclinada al modelo de una Iglesia de élites (casi todo el capítulo 10). Las «élites» son todos aquellos que están en la cúpula de la sociedad y desde allí tienen el poder de conducir la vida económica, social y política de ésta: periodistas, comunicadores, empresarios, políticos, entre otros. La opción por las élites es presentada como una «modernización» de la Iglesia. «Las élites» no se identifican necesariamente con «los ricos», pero sí concentran un poder «desde arriba» que los identifica con los grupos dominantes. Con la opción por las élites, los pobres se sienten lentamente abandonados por la Iglesia.

d) Una Iglesia que opta por los pobres

En el documento de Aparecida, sin embargo, hay de igual modo un espacio para las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), que son el fundamento más sólido de una Iglesia que opta por los pobres. Un único texto habla claramente de ellas, pero muchos otros las suponen. El texto más denso lo tenemos en el número 178:

Medellín reconoció en ellas una célula inicial de estructuración eclesial y foco de fe y evangelización. Puebla constató que las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades eclesiales de base, permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales y a la educación de la fe de los adultos [luego siguen las sospechas y los controles].

En el documento los dos modelos se encuentran yuxtapuestos y queda la impresión que se puede «elegir» el que a uno le parezca mejor: el que opta por las elites o el que opta por los pobres. Es evidente que la orientación fundamental del documento es por una Iglesia que opta por las élites. Se considera que en el pasado no habíamos descubierto el importante rol de éstas. Por eso, ahora debemos «modernizar» la Iglesia.

2.5. La Misión Continental para una Iglesia misionera

Terminada la Conferencia General en Aparecida, el 17 de agosto de 2008 la Iglesia en América Latina y el Caribe lanzó oficialmente una misión continental. El Consejo Episcopal de América Latina y el Caribe (CELAM) ha publicado varias ediciones de un documento con el mismo título: «La Misión Continental para una Iglesia Misionera». Contiene una fundamentación de la misma y un instructivo para su realización. Está basada casi por completo en Aparecida.
La Misión tendría cuatro etapas y en cada una de ellas hay diferentes sujetos evangelizadores y evangelizados:

Primera: sensibilización de los agentes pastorales y evangelizadores: obispos, presbíteros, diáconos permanentes, religiosos, laicos, dirigentes de movimientos y comunidades, consejos pastorales, etc.
Segunda: profundización con grupos prioritarios: miembros de colegios y universidades católicas, educadores, catequistas, profesionales católicos, grupos de pastoral indígena y afrodescendientes, etc.
Tercera: misión sectorial: académicos, educadores, jóvenes, empresarios y trabajadores, comunicadores, políticos, mundo castrense y policial, de salud y carcelario.
Cuarta: misión territorial: parroquias, familias, CEB, pequeñas comunidades, organizaciones civiles, etc.

2.5.1. Tres referencias básicas y positivas

a) La Palabra de Dios

Entre los cinco «medios para la misión», el primero se refiere al «conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios». Constituye el primer lugar de encuentro con Jesucristo. Se proponen varias metas: el fomento de la pastoral bíblica, la Lectio Divina y la predicación (págs. 18s.).
«Una formación bíblica-doctrinal, vivencial y comunitaria, necesaria para madurar la experiencia religiosa, herramienta fundamental y necesaria en el conocimiento espiritual, personal y comunitario» (pág. 29).
«Una experiencia de la presencia de Jesucristo en la vida personal y comunitaria del creyente: la lectura meditada y eclesial de la Sagrada Escritura» (pág. 30).
En general: casi no se citan textos bíblicos (solamente una vez, lo demás son referencias).

b) El «más allá» de las fronteras de la Iglesia

«Finalmente ha llegado la hora [para la Iglesia] de proyectarse más allá de sus propias fronteras» (pág. 33).
«No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte… multiplicar el número de discípulos y misioneros en la construcción del Reino en América Latina» (pág. 37).

Otro texto amplía los campos de la misión: «las megápolis con sus ambientes suburbanos y grandes periferias. Ambientes campesinos, mineros y marítimos. Hospitales, centros de rehabilitación y cárceles…» (pág. 41).
«La Misión Continental debe tener especial penetración en los sectores culturales, políticos y de dirigentes sociales y económicos que identifican a nuestra sociedad globalizada». Esto se ve como una misión muy especial de los laicos (pág. 35).

c) La misión al servicio de los más pobres (sección muy positiva)

Un medio de encuentro con Jesucristo: el servicio a los pobres, enfermos y afligidos (pág. 23).
Cuatro metas: fraternidad con los más pobres y afligidos… renovación de la pastoral social a fin de que exprese en signos concretos la opción preferencial por los pobres y excluidos. Se menciona la construcción del reinado de Dios y el testimonio de lucha por la justicia (págs. 23s.). La misión debe manifestar signos y gestos de cercanía y dignificación de los más pobres, destinatarios privilegiados de la evangelización (págs. 39s.).

2.5.2. Un análisis crítico de la Misión Continental

El texto guía de la misión preparado por el CELAM es un texto repetitivo, desordenado, subjetivo, ilusorio, idealista y confuso. Cita abundantemente el documento final de Aparecida, sin embargo no refleja su espíritu y omite sus textos claves.

Se proyecta una misión institucionalizada y jerárquica. Las estructuras eclesiales y los sujetos pastorales responsables de la misión, son: las conferencias episcopales, las diócesis, las parroquias, las comunidades religiosas, las pequeñas comunidades, los movimientos. No dudo que habrá miles de creyentes, en especial jóvenes, que estarán dispuestos con entusiasmo y abnegación a participar en esta misión continental. Pero no basta tener los sujetos y el entusiasmo, es necesario tener también definiciones, contenidos y objetivos claros. Recuerdo cuando se lanzó a nivel continental la «nueva evangelización». Nadie sabía qué significaba y cómo debía realizarse.

Al final fue un fracaso y nada queda de ese movimiento. No quiero ser pesimista, no obstante veo en la Misión Continental un intento de monopolizar toda la fuerza espiritual y teológica que se concentró antes, durante y después de la Conferencia de Aparecida. Pero la Misión Continental es un instrumento demasiado pequeño e ilusorio para enfrentar los grandes desafíos que Aparecida propuso a la Iglesia en la actualidad.

(Continúa…)

* Teólogo y biblista chileno