La iglesia de los pobres en Nicaragua nuevamente eleva el grito de Insurrección Evangélica -- Colectivo Mística y Revolución. Nicaragua

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Para la iglesia de los pobres de América Latina, la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizado en Medellín en 1968, constituyó una las referencias más contundentes de denuncia al modelo de desigualdad social que vivía el continente desde la colonia, así como también representó un signo de esperanza para el pueblo de Dios en su lucha para enfrentar los agresivos efectos del sistema capitalista que hasta la fecha continúa profundizando condiciones de pobreza, explotación, opresión, contaminación, marginación, exclusión, etc.

Medellín significó el pasó de una Iglesia colonial a una Iglesia liberadora y con ello el despertar de la conciencia de los pueblos. La injusticia en que viven las grandes mayorías de América Latina es vista como un pecado estructural que llevó a un compromiso a miles de cristianos que se involucraron en procesos de liberación en Uruguay, Chile, Colombia, Brasil, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras. Camilo Torres y Gaspar García Laviana, ambos sacerdotes católicos representan la evidencia más clara de una opción revolucionaria inspirada en la liberación de los oprimidos en ese momento de la historia.
La iglesia de los pobres encendió la llama de la esperanza en medio de dictaduras e intervenciones militares de los 60, 70, 80 que también tenían como objetivo exterminar la visión liberadora de la iglesia considerada por Richard Nixon en el Informe Rockefeller en 1969 como un movimiento peligroso para la política exterior de Estados Unidos, esta misma afirmación fue reforzada en el documento de Santa Fe de 1980, preparado para la campaña presidencial de Ronald Reagan en 1980 y que contó con el respaldo de un sector conservador de la iglesia católica como el caso de sacerdote Raúl Hasbún y sus vínculos con la Central de Inteligencia Americana (CIA) en Chile durante el gobierno de Salvador Allende.

En el caso de Nicaragua, durante la guerra impuesta por el gobierno norteamericano en los años 80s, la iglesia de los pobres fue un gran signo de esperanza y de vida. La Insurrección Evangélica (1985-1986) significó Un Grito a Dios y Al Mundo tal como lo describió en su libro Teófilo Cabestrero. El Ayuno por la Paz y la Vida en 1985 y el Viacrucis por la Paz y por la Vida, 315 km de Jalapa a Managua (1986), marcaron un hito en la vida eclesial impulsando a los cristianos rebelarse en contra de la muerte, luchar por la paz y por la vida y denunciar y repudiar el terrorismo del gobierno norteamericano.
A pesar de la persecución que sufrieron muchos cristianos en estos años, acompañados con la convicción de forjar un hombre nuevo, lograron vivir con plenitud el seguimiento de Jesús siendo protagonistas de procesos amplios de organización comunitaria, educación popular, formación cristina, participación de jóvenes y mujeres como sujetos de su realidad, reforma agraria en algunos casos, la vinculación entre comunidades campesinas y de la ciudad, la construcción de redes solidaridad.

Durante los años 90s, la iglesia de las pobres continuó su vida profética esta vez frente a las políticas económicas del neoliberalismo impulsadas por el Consenso de Washington centradas en la desregulación económica, privatización, reducción del nivel salarial, apertura y liberalización de flujos de bienes y capitales extranjeros, y prioridad de los intereses del capital financiero. Entre 1990 y 1999 once millones de personas se incorporaron a la situación de pobreza en américa latina.

Al finalizar la segunda década del siglo 21, el norte global ha intensificado la disputa por el control geopolítico del sur global, en américa latina los países conocidos como el Grupo de Lima afianzan un reacomodo más agresivo de las políticas neoliberales que han detonado crisis sociales y económicas que afectan a las poblaciones más pobres. Brasil es uno de los casos más emblemáticos, el reciente presidente electo el ultra derechista Jair Bolsonaro pretende aplicar la receta más ortodoxa del liberalismo con un plan basado en privatizaciones, descentralización y más ajuste fiscal.

América Latina experimenta un escenario de reposicionamiento del capitalismo sin la duda de remozar planes intervencionistas como la puesta en marcha de intentos de golpes de estado suave que han querido dar a Venezuela y más recientemente a Nicaragua, gobiernos electos con el voto popular. Desde el punto de vista eclesial llama la atención el caso de Nicaragua donde un sector conservador de la jerarquía de la iglesia católica también ha revivido al mejor estilo del Informe Rockefeller la condición de complicidad y respaldo para la puesta de un plan de desestatización socio económica en contra de la vida del pueblo nicaragüense.

La Iglesia de los Pobres en Nicaragua hoy nuevamente eleva el grito de Insurrección Evangélica y reafirma su compromiso cristiano al proceso revolucionario. Levanta el ocote encendido con mucha más fuerza y organización para denunciar el pecado estructural, el poder económico de muerte y desigualdad, el neoliberalismo y el intervencionismo extranjero.
misticayrevolucion@gmail.com