Los obispos austríacos parecen decididos a poner a la Iglesia universal en estado de asamblea. Tras un encuentro en Mariazell con los consejos parroquiales, hace dos días han hecho detonar la bomba. Quieren que el Papa ponga en discusión y acepte que los católicos divorciados vueltos a casarse por el civil, tengan acceso a los sacramentos. Que el celibato de los sacerdotes sea optativo y no obligatorio. Que las mujeres tengan mayor acceso a la liturgia, lo que a mediano plazo significa colocar en el centro del escenario eclesial la ordenación sacerdotal femenina.
Y en general quieren una reflexión democrática, abierta, para lograr ?una nueva reflexión sobre la fe y la sexualidad??. Es una revolución en una Iglesia en seria crisis, con un Papa anciano, tradicionalista, que se niega a las aperturas y un Vaticano que no quiere debatir estas cuestiones incandescentes.
Los episcopales austríacos tienen urgencia en promover las reformas porque su misma iglesia está atravesada por una prolongada y profunda crisis que la deteriora seriamente.
El 68% de los habitantes se reconoce católico pero miles y miles están abandonando todos los meses la casa madre. En Austria hay un registro oficial de confesiones que permite recaudar impuestos y el 85% de los ingresos de la Iglesia católica proviene de esa fuente.
?En la Iglesia es justo que se discuta??, afirmó el cardenal Cristoph Schoenborn, 65, arzobispo de Viena y gran animador de las reformas.
Schoenborn acaba de protagonizar un hecho sin precedentes en los tiempos modernos dentro de la Iglesia.
Acusó al ex secretario de Estado y actual Decano del Sacro Colegio de cardenales, Angelo Sodano, de haber protegido mientras pudo al ex arzobispo ultraconservador de Viena, Hans Hermann Groer, quien debió renunciar en 1995 por los abusos sexuales que había cometido tras haber acusado a quienes lo denunciaban de organizar ?una campaña difamatoria contra el clero??