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“La ideología de género es la mayor calamidad que le ha sucedido a la humanidad en su historia” (Cardenal Cañizares) -- Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

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Cañizares2Voy a intentar, y pienso que a conseguir, demostrar que la afirmación del arzobispo de Valencia no solo es exagerada, sino totalmente errónea, y, además, contraria a la verdadera tradición de la Iglesia, que ya comenzó en el siglo primero. Y lo haré estudiando profundamente dos textos, Mt 5, 27-32, y Gal, 3, 26-28. (Lo que no se basa en la Palabra de Dios es pura ideología, algo que sobra en la Iglesia) comenzaré por el evangelio de hoy, viernes de la 10Ǫ semana del tiempo ordinario:

«También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio». (Mt 5, 31-32). A veces las apariencias engañan, como en esta cita. Los que se precipitan, sin más, y optan por la opción que casi siempre lleva a engaño, se embarcan en una lectura literal, y entienden así: «¿Veis como Jesús condena el divorcio, y denuncia gravemente al que expone a la mujer al adulterio dándole el acta de repudio? Pero no nos embarquemos tan precipitadamente en esta interpretación imposible. en primer lugar, tengamos en cuenta estas dos cosas:

1ª), este texto se escribe alrededor del año 90, y responde a las necesidades y a la problemática de esos años. En ese tiempo el Imperio ocupaba todo el espacio de referencia de las primeras comunidades cristianas, la legislación admitía el divorcio, y, lo que es más importante, la mujer no tenía personalidad jurídica, no existía legalmente. Los primeros cristianos vivían en esa situación de nulo reconocimiento de los derechos de la mujer, y el evangelista pone en boca de Jesús una auténtica diatriba contra los que ponen a la mujer a los pies de los caballos. En este caso, al esposo que sin motivo grave, «excepto el caso de fornicación», repudia a l mujer y la pone en situación de total indefensión. La Iglesia primitiva, no denominándolo así, admitía, y practicaba, verdaderos casos de divorcios, como los llamados «privilegio paulino», y «privilegio petrino». El primero, cuando la pareja, cristiana en el momento de las nupcias, fallaba, en uno de sus miembros, en la auténtica integración en la vida comunitaria de fe. En ese caso, se rompía el vínculo a favor del que quedaba integrado n la vida comunitaria, quien podía acceder a otras nupcias. Y el segundo cuando Pedro, o sus sucesores, con la suprema autoridad a él, o ellos, concedía, actuaba en conciencia, y por el principio del mal menor, anulaba el vínculo matrimonial.

2ª), la más probable, y lógica interpretación, de ese texto, es la siguiente: si los cristianos no podían, en público y oficialmente, oponerse a la ley, y a la práctica jurídica del Imperio romano, en este texto, y en el siguiente que veremos, pretendía dejar bien claro que en su pensamiento, y en su régimen interno, se oponía, adelantándose en siglos a la evolución de las costumbres sociales, e, iluminados por la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento, (AT), y, sobre todo por el Evangelio, a la terrible injusticia de la prevalencia absoluta del varón sobre la mujer. Es decir, ya aparecía, con tanta antecedencia que casi parece un milagro, la idea made y central de la «ideología de Genero».
Y ahora pasemos al texto en el que, definitivamente, comprobamos cómo la Iglesia primitiva, en palabras inequívocas de Pablo, enseñaba la igualdad del varón y de la mujer:

«porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío, ni griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». Esta afirmación de Pablo no puede dejarse de considerar. Está refrendando cambios sustanciales, tan significativos y eficientes como la igualdad de judíos y gentiles, ¡esclavos y libres!, ¡¡hombres y mujer! Y no lo afirma porque sí, sino totalmente consciente de lo revolucionario de su enseñanza. Es decir, dos mil años antes que los ¿ateos socialistas españoles? lo hicieran, Pablo ya había establecido el dogma fundamental de la «ideología de género»: la igualdad del hombre y la mujer. Y si en esta ideología puede haber abusos y peligros, ¿Qué decir de la ideología machista que durante siglos ha postergado y humillado a la mujer, y cuyos coletazos sentimos todavía, como puede apreciarse en las propias palabras del cardenal de Valencia?

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