La familia es el ámbito idóneo para la transmisión de valores y, según sean ellos, se configurará la sociedad del futuro. En esto estamos todos de acuerdo. El documento que la Conferencia Episcopal Española hizo público el 30 de diciembre del 2.005, versaba sobre esto y se llamaba: ?La transmisión de la fe en la familia??. También será seguramente éste el tema central de la visita de Benedicto XVI a Valencia a principio del verano. Uno y otros están preocupados por la actual situación de la familia y, dado que ésta es la base de la sociedad y de la Iglesia, no es para menos.
El Instituto Nacional de Estadística publicó en febrero pasado la noticia de que los matrimonios se han reducido a la mitad en treinta años. Ahora bien, resulta que un estudio realizado meses atrás por la UIB, decía que para los jóvenes, la institución más valorada era la familia. ¿Cómo puede entenderse esto? Tal vez pensando que para unos la familia es una cosa y para otros es otra. Sin ir más lejos, en la ONU están reconocidos una veintena de modelos familiares.
Sin embargo, para la Iglesia Católica solo existe un modelo legítimo a los ojos de Dios: la familia tradicional. Este modelo de familia está compuesto por una pareja heterosexual más los hijos ?que Dios les dé??. El vínculo matrimonial es canónico y se considera indisoluble. Las relaciones familiares son de inspiración patriarcal. Es decir, la Tradición establece que el padre o ?cabeza de familia?? detenta toda la autoridad y disfruta de privilegios, mientras que el resto de la familia le están sujetos y le deben obediencia. La Religión Católica, además, establece que la esposa le debe sumisión ?en todo?? y ?como al señor?? (San Pablo a los efesios, cap. V, 22. Roma, año 61-63, dirigido a una sociedad esclavista e imperial de hace casi dos mil años).
Yo me pregunto: ¿puede una familia de filosofía patriarcal transmitir valores cristianos (y democráticos) como la igualdad, la libertad, el respeto mutuo y la solidaridad?
Los que ya somos mayores y recordamos otos tiempos en los que el único modelo de familia era el tradicional de toda la vida, ante el aumento del desorden y de la anarquía actual, podemos caer en la tentación de decir aquello de: ?cualquier tiempo pasado fue mejor??. Pero si reflexionamos un poco y somos sinceros, tendremos que reconocer que solo quienes disfrutaron de privilegios en aquella época pueden decir esto con añoranza. La sociedad de entonces no se caracterizó por la justicia y la equidad de sus estructuras. Y es que un modelo de familia basado en el dominio de uno sobre los demás, solo puede generar una sociedad totalitaria y clasista. Muy poco evangélica, aunque se revista de religiosidad, como ocurría entonces. Por otra parte, los miembros que se ven obligados a competir entre ellos para conseguir el favor de quien detenta todos los derechos, no es probable que puedan desarrollar actitudes de solidaridad.
Estoy plenamente convencida de que solo en una familia donde reine el respeto mutuo y la igualdad se podrán transmitir los valores evangélicos de fraternidad, justicia, amor y paz. ¿Será éste el mensaje que nos traerá Benedicto XVI este verano? Por lo pronto no es el que nos han transmitido los obispos españoles con su documento del 30 de diciembre pasado. En el capítulo 3, donde enumeran los distintos peligros que amenazan a la familia, hacen mención a un proyecto de Ley pensado especialmente para facilitar la emancipación femenina y, entre otras medidas, se fomenta una educación igualitaria para los niños y las niñas, sin roles diferenciadores sexistas. Los obispos afirman que dicho proyecto de Ley ?quiere anular el significado antropológico de la diferencia sexual e imponer la ?teoría del género?? contraria a la verdadera naturaleza del hombre??(sic).
En mi opinión, la actitud de los señores obispos españoles ante el proyecto de Ley de Igualdad solo responde a dos motivos:
– Se oponen por sistema a cualquier iniciativa del actual Gobierno
– Han olvidado que la propia Iglesia, en uno de los documentos del Concilio Vaticano II, afirmaba que ?toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza o color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. (G.S. nº 29).
Con esta afirmación se reconocía el principio fundamental de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo primer artículo dice: ?Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de conciencia y de razón, deben comportarse fraternalmente entre ellos??.
¿No sería conveniente que antes de adherirnos incondicionalmente a la campaña en defensa de la familia (lo cual, por cierto, nos importa mucho a todos) que promocionan los obispos españoles, les pidiéramos que nos explicasen cuál es en realidad el modelo de sociedad y de Iglesia que propugnan?