La estela de los manifiestos

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Eukleria

En octubre de 1971, al Cardenal Georges Flahiff -uno de los padres del Concilio Vaticano II- no le tembló la voz cuando, en nombre de la Conferencia Episcopal Canadiense, se atrevió a llevar al Sínodo de Roma la insólita demanda de que ?una comisión estudie en profundidad la situación de los ministerios femeninos en la Iglesia??. Cuarenta años después, en 2011, acogimos como agua de mayo varios manifiestos y declaraciones de teólogos, teólogas, presbíteros y diáconos cualificados, que no querían acallar por mas tiempo su sed de reformas en la Iglesia Católica.

Las aguas empezaron a moverse en febrero en Alemania de la mano de 190 teólogas y teólogas -pronto serían 400- con su manifiesto Iglesia 2011: Un Resurgimiento Imprescindible. En junio, la marea ya había llegado a la vecina Austria. Allí 320 sacerdotes decidieron que la obediencia al Evangelio estaba por encima de la obediencia a Roma, y tomaron siete decisiones recogidas en el documento Llamada a la Desobediencia. Entre ellas, dejar predicar a hombres y mujeres cualificados. Les siguieron más de 500 presbíteros irlandeses agrupados en la Ireland?s Association of Catholic Priests y un grupo de curas de la ciudad francesa de Rouen.

Los documentos difieren en algunos puntos en función de sus contextos culturales, pero tienen en común unas líneas básicas. Todos consideran necesario ?rediseñar los ministerios a fin de incorporar los dones, sabiduría y experiencias de toda la comunidad, hombres y mujeres?? y reestructurar el sistema de gobierno de la Iglesia que ha de estar basado en ?el servicio más que en el poder, y fomentar una cultura de diálogo y transparencia?? (curas irlandeses). Para que la Iglesia muestre lo liberador que puede ser el Evangelio, ella misma ha de ser un espacio y testigo creíble. ?Su hablar y actuar, sus reglas y estructuras, todo el trato de las personas dentro y fuera de la Iglesia tienen que cumplir la exigencia de reconocer y promover la libertad de los seres humanos como criaturas de Dios?? (teólogos/as alemanes).

En lo concerniente a la ordenación de mujeres al ministerio presbiteral, no hay discrepancias. Todos se muestran partidarios de una ordenación que, en palabras de los curas de Rouen ?sería el signo de una Iglesia que entra en la modernidad y acepta transformarse bajo el soplo del Espíritu; antes que el de una Iglesia fortificada que cede al integrismo por miedo al mundo de hoy en día??.

No están solos. Cuentan con el apoyo de laicos y laicas de todo el mundo al que se han unido, además, algunas voces de la alta jerarquía. El domingo de Pascua, el Obispo Markus Buchel hacía en Suiza una afirmación explosiva: ?Tenemos que ir dando pasos (??). El diaconado femenino podría ser uno de esos pasos??. En julio, el Cardenal Jose da Cruz Policarpo de Lisboa decía que ?no hay ningún obstáculo teológico fundamental?? para la ordenación de mujeres. Al otro lado del océano, en Australia, el Consejo Nacional de Presbíteros hacía una declaración en apoyo de Mons. William Morris, obligado a dimitir por promover el debate en torno a la posibilidad de recurrir a curas casados y mujeres sacerdotes para hacer frente a la escasez de sacerdotes. En E.E.U.U., 175 presbíteros declararon su apoyo el párroco de Maryknoll, Roy Bourgeois, amenazado de excomunión si persiste en reclamar la ordenación de mujeres.

Una verdadera marejada de fondo que, a contracorriente, ha atravesado ya varios continentes, ocasionado algún susto a la jerarquía e infundido mucha esperanza en los cristianos y cristianas de a pié. El 2012 avanza con la estela de esperanza provocada por estos manifiestos. Esperamos que no se desvanezca, que el Espíritu nos ayude a leer los signos de los tiempos, que el oleaje alcance lo antes posible las ?roucosas?? costas españolas y, sobre todo, horade la dura piedra de la fortaleza vaticana.