La enfermedad de don Aloísio y el cristianismo de liberación -- Jung Mo Sung

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Adital

Jung Mo Sung.jpgAl leer la noticia de que la salud de D. Aloísio Lorscheider continua exigiendo muchos cuidados y que no hay todavía una previsión de alta – está internado en el hospital hace más de 2 semanas -, fui tomado por un sentimiento medio extraño, difícil de describir. No era solamente por su salud, puesto que no tuve el placer de conocerlo personalmente, sino también por la iglesia católica y por el cristianismo de liberación latinoamericano.
Su enfermedad me recordó que las grandes figuras públicas del cristianismo, en particular los grandes obispos-profetas de las diversas iglesias, que marcaron profundamente, no solamente la historia reciente de las iglesias, sino también de la sociedad latinoamericana, están casi todos jubilados y con la salud debilitada por la edad. Pienso que uno de los grandes problemas del cristianismo de liberación consiste exactamente en la falta de substitutos para esa generación.

Vivimos también dificultades en el campo de la teología. No hay muchas obras que nos ayuden a ver con la mirada de la fe los problemas que surgen en nuestras luchas en favor de la vida de las personas más pobres y sufridas. No es fácil salir de la inercia del mundo académico-teológico que exige o privilegia más las relecturas de los tratados teológicos clásicos o comentarios de los grandes teólogos (incluyendo ahora a los grandes nombres de la teología de liberación) que las reflexiones originales y provisorias que enfrentan los problemas y desafíos nuevos que surgen con el actual sistema de globalización y de nuevas formas de dominación cultural y subjetiva.

Sin embargo, para el caminar del cristianismo de liberación, más importante que las teologías comprometidas con la causa de las víctimas de las opresiones son, sin duda, los testimonios de las grandes figuras públicas comprometidas con los pobres y las víctimas. Pues, las personas no se comprometen a una causa noble pero difícil solamente porque descubrieron teorías o doctrinas interesantes. Lo que hace a una persona apostar su vida en una dirección que contraría la lógica del sistema es el testimonio de otras personas valientes; personas que, con sus vidas, señalan un sentido de vida más humano y también divino, un sentido que va más allá y contra las promesas del sistema imperial vigente.

No son los «cursos de concientización» los que hacen que las personas cambien el rumbo, sino el deseo de «ser como aquella persona» que vive valientemente su fe. La disminución del número de personas de «valor» y de repercusión pública como don Aloísio, don Pedro Casaldáliga, don Paulo Arns, don Helder, don Proaño, don Pagura (metodista argentino) y otros, termina por producir un debilitamiento cuantitativo y cualitativo en el cristianismo de liberación y también en el cristianismo como tal.

Con esto no quiero decir que no hay más obispos u otras figuras importantes del cristianismo comprometidos con los más pobres. Es claro que hay muchas personas así esparcidas por el continente. El problema es que la gran mayoría de ellas no son conocidas más allá de su ambiente local, no se volvieron figuras públicas que puedan servir de referencia para la sociedad y las iglesias. Por ejemplo, recientemente tuve un inmenso placer de asesorar un encuentro de líderes de una diócesis en el semiárido pernambucano, Floresta, profundamente comprometida con una forma más humana de ser humanos y buscando soluciones concretas para mejorar las condiciones económicas y sociales (luchando contra la violencia y creando formas alternativas de generación de ingresos) como parte de la construcción de una sociedad e iglesia más humanas y participativas. Pero, yo no conocía ni el trabajo de esas comunidades ni la figura del Obispo. Volví de allá con mi esperanza renovada y reforzada, pero también con la convicción de que necesitamos hacer algo para hacer que se conozca más este tipo de iglesia y de luchas sociales.

Los medios de comunicación «redujeron» las iglesias cristianas sólo a algunas figuras. Cuando se habla de la Iglesia Católica en Brasil, dos nombres vienen inmediatamente a la mente: el Papa Benedicto XVI y el padre Marcelo Rossi. Cuando se piensa en las iglesias evangélicas, los medios las redujo al Obispo Macedo y el matrimonio Hernandes (Iglesia Renacer). Nuestras iglesias cristianas no se reducen a esas personas ni a las formas de cristianismo que ellas representan.

Pero, no sirve quedarse solamente criticando a los medios de comunicación. Es necesario hacer algo para que la sociedad en general y los cristianos/as conozcan también otras personas y otros tipos de liderazgo. (Para esto pienso que es importante también que algunos líderes reales, «con sustancia», superen su timidez o fuerte sentido de humildad y asuman el desafío o la tarea de colocarse en público, como «una vela en medio de la penumbra».)

Así, el cristianismo latinoamericano podrá tener otra generación de obispos y líderes cristianos públicos que continúen el trabajo profético de la generación de don Aloísio, don Paulo, don Pedro…, y que puedan servir de referencia a muchos cristianos en sus luchas y en su fe.

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com

* Profesor de postgrado en Ciencias de l Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor de Sementes de esperança: a fé em un mundo em crise