Hace cien años consideró Pío X que a la tierna edad de siete años los niños tenían ya uso de razón suficiente para ser confesados de sus pecados y tomar la comunión entendiendo lo que estaban tomando, el cuerpo de Cristo.
Me quito el sombrero ante lo espabilados que eran nuestros bisabuelos.
El cardenal Cañizares también tiene un convencimiento ciego de la madurez de nuestros críos del siglo XXI y, al igual que los de hoy son más altos que aquellos, serán también más listos y a los cinco años comprenderán claramente lo que es la comunión, el misterio de Cristo…
Seguramente, estos angelitos empezarán las clases de catequesis con dos años de antelación, o sea, a los tres años, y seguramente, dado su gran nivel, les podrán dar ya algo de teología para ver si brota alguna vocación antes de que caigan víctimas de su familia, de ese ambiente adverso en el que viven. Dado que hace ya muchos años el Vaticano tranquilizó a la humanidad diciendo que los bebés fallecidos ya no van al infierno por su pecado original, y, más recientemente, los cardenales los libraron del limbo, les sugiero que no tengan prisa y que cada uno abrace la fe cuando considere que tiene la suficiente madurez para hacerlo.