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La Curia Vaticana y los Sacerdotes católicos casados (I) -- Rufo González

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Curas casados2«Es un error subordinar la celebración de la Eucaristía al celibato de los sacerdotes»
Lo acaba de decir el teólogo vienés Paul Zulehner, en la primera semana del pasado noviembre, en un encuentro del Comité de Católicos de Baviera, presidido por el cardenal arzobispo de Munich y Frisinga, Reinhard Marx. Lo cuenta Cameron Doody, en RD 14 noviembre 2017. Confiado en que este error se corregirá muy pronto, augura el teólogo que “viviremos para ver la abolición del celibato clerical en la Iglesia, si nadie le pega un tiro al Papa o le envenena antes”. Estremece que en la Iglesia de Jesús, para corregir errores, sea posible imaginar que todo puede venirse abajo si le “pegan un tiro al Papa o lo envenenan”.

“No hay un impulso directo de Roma”
En la misma reunión, el cardenal Reinhard Marx dijo tener constancia de que el Papa Francisco tiene sobre su mesa “el debate sobre la ordenación de los hombres casados”. Reconoció que este deseo de desvincular celibato y ministerio es “legítimo” y algo que “debe ser discutido”. Matizó que “esto no significa que haya un impulso directo de Roma” para abordar esta problemática. ¿Qué significa aquí “Roma”? Sin duda la Curia romana, el entramado vaticano, el que tiene “la sartén y el mango también”, quien teme que esta reforma le cree problemas, disminuya su poder y honor…

Los sacerdotes casados quieren abandonar el celibato, no el sacerdocio
Sabemos cómo entiende la relación celibato-ministerio “el Vaticano”. Cuando el papa Francisco visitó en Roma (11 noviembre 2016) a siete sacerdotes casados, la “Santa Sede” enmarcaba el hecho entre los gestos que realizaba el Papa los “viernes de la misericordia”, sin previo aviso, una vez al mes, en el Jubileo Extraordinario. Esta visita, decía “Roma”, es similar a otras visitas de los “viernes de misericordia” del Papa a grupos de degenerados físicos o morales: “residencia de ancianos, comunidad de toxicómanos, centro de refugiados, comunidad de discapacitados mentales, centro de sacerdotes ancianos, mujeres exprostitutas, niños enfermos y menores con problemas personales, familiares y sociales”.

Más aún, la misma fuente vaticana supone -sin fundamento teológico alguno- que sacerdocio y celibato son mutuamente exigibles por naturaleza, y, en consecuencia, interpreta -con alevosa falsedad- la situación de estos sacerdotes, como si el celibato no fuera la causa del abandono. Se atreve a afirmar que “han dejado el sacerdocio para formar una familia” por “la soledad, la incomprensión, el cansancio pastoral…”:

– “Después de varios años dedicados al ministerio sacerdotal desarrollado en las parroquias…, la soledad, la incomprensión y el cansancio por el gran esfuerzo de responsabilidad pastoral ha puesto en crisis su elección inicial”. – “Han vivido meses y años de incertidumbres y dudas que en muchas ocasiones les han llevado a creer que habían tomado, con el sacerdocio, la elección equivocada. De aquí, que hayan dejado el sacerdocio para formar una familia”.

“El Papa ya está pensando en ello”
Gracias a Dios, tenemos un Papa que piensa más en el Evangelio y en las personas que en la Curia clerical y en “su” evangelio, el Código de Derecho Canónico. Por eso, dice el cardenal Marx sobre la reforma que “el Papa ya está pensando en ella, y una vez que lo tenga a bien lo hablará con sus consejeros, de modo que pueda ser pensada y discutida en la Iglesia en general en todas sus vertientes”.

Esperemos que no sea como Pablo VI
Tenía fama de aperturista. El clero joven esperaba, tras el concilio Vaticano II, que pondría a la Iglesia en consonancia con el evangelio y la cultura actual. Le faltó valor para resolver el celibato, la igual capacidad de la mujer para el ministerio y el control de la natalidad con medios artificiales. Ante las diferencias en la Iglesia, Pablo VI no optó por la libertad, conforme al principio general: “en las cosas dudosas, libertad”. Se adhirió a las tesis más conservadoras. Así las cerró en falso. En 1967 respondió a la “controversia” celibataria con la encíclica “Sacerdotalis caelibatus”, donde dice cumplir “la promesa que hicimos a los venerables padres del concilio, a los que declaramos nuestro propósito de dar nuevo lustre y vigor al celibato sacerdotal en las circunstancias actuales” (SCael. 2, con cita de la carta al cardenal Tisserant). En vez de escuchar al Espíritu de libertad como le pedían muchos pastores, teólogos y fieles, optó por seguir el cómodo y falso “siempre se ha hecho así”. El resultado no se hizo esperar: miles de sacerdotes solicitaron casarse. Esto le hizo recapacitar a Pablo VI, y poner en cuestión las tesis de su encíclica. Provocó la convocatoria del Sínodo de 1971 sobre el ministerio sacerdotal. Le movía la objeción propuesta en el número 5 de “Sacerdotalis Caelibatus”:
“El Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19, 11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1 Tim 3, 2-5;Tit 1, 5-6)”.
Pablo VI quería el celibato opcional, la Curia Romana no
Los que conocían de cerca al papa Montini decían que estaba dispuesto a solucionar este problema. Lo recuerda Celso Alcaina en “Roma veduta” (Liber Factory. Madrid 2016. P. 172-176):
“Pablo VI lo intentó. Se esforzó. Consultó. Hizo trabajar a la Curia. Lo anunció. Luego, cedió… No tuvo arrestos para llegar hasta el final. Ni siquiera para iniciar un camino adecuado. Era su habitual proceder. Su mente era lúcida. Sus propósitos, encomiables. Pero su voluntad era débil… No hacía ascos a la hipótesis de abolir el celibato obligatorio. Es más, anhelaba esta abolición… Como otros pensadores católicos de vanguardia, consideraba la institución del celibato obligatorio una rémora para la evangelización y para la autenticidad del clero. También, un contrasigno y un freno a los derechos humanos… Septiembre de 1971, pocos días antes del inicio del Sínodo. Desde su ventana.. en alocución dominical, se refirió al tema del celibato: `el Sínodo que está a punto de comenzar debatirá sobre el celibato del clero. Por mi parte, estoy dispuesto a que varones cristianos casados puedan acceder al sacerdocio, siempre que el Sínodo así lo acuerde´… El Sínodo no abolió la obligatoriedad del celibato. Y, con una lógica comprensible, se opuso a los propósitos del Papa. Los obispos concluían que la ordenación `in sacris´ de varones casados supondría el principio del fin del celibato obligatorio. Echaron nuevamente sobre las espaldas del Papa el histórico cambio…”.

La Curia Vaticana siguió en contra
El mismo autor recuerda otros dos intentos de Pablo VI para separar celibato y ministerio. Uno de ellos se lo proporcionó la situación de la Iglesia en Vietnam y Camboya. Eliminados los sacerdotes, sólo quedaban los catequistas. El arzobispo de Saigón, Nguyen van Binh, le hizo saber que los catequistas estaban dispuestos a promover y presidir las comunidades, pero no a aceptar el celibato. El Papa trasladó el problema al Santo Oficio para que lo estudiaran y le dieran su parecer. “La conclusión debió resultar muy decepcionante al Papa. No se podía hacer una excepción porque ello supondría romper la disciplina general en la materia. Si el Papa quería abolir el celibato obligatorio, era su responsabilidad” (o. c. pág. 175).

Otro caso estuvo patrocinado por el hermano del mismo Pablo VI, Ludovico Montini, senador en Roma. A través de Mons. Benelli, sustituto de la Secretaría Papal, llegó al Santo Oficio una carta “por especial encargo del Santo Padre”. Se pedía al Santo Oficio que estudiaran el caso de un joven sacerdote, amigo del hermano del Papa, a ver si podía ejercer el ministerio en compañía de su novia como esposa, con algunas restricciones. Los altos cargos del Santo Oficio acordaron calificar la solicitud de excepción como improcedente (o. c. pág. 176).

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