Se van. No aguantan más. La Curia guipuzcoana dimite casi en bloque. Y deja al nuevo obispo, monseñor Munilla, solo y sin saber qué hacer. El prelado no se esperaba una reacción tan rápida. Para los curiales, comenzando por los dos vicarios generales, la gota que colmó el vaso (tras largos meses de preocupación y «dolor») fue que el nuevo obispo no tuviese, en su homilía, ni una sola palabra de agradecimiento a su predecesor. Y, por lo tanto, a su equipo de máxima confianza.
Se va la cúpula de la Iglesia guipuzcoana. Con este gesto, por un lado, dejan a Munilla las manos libres. Para que diseñe de entrada a su propio equipo de confianza. Si encuentra mimbres adecuados para hacerlo. Porque no parece que opte por traerlos de fuera. Sería ahondar aún más en la herida y distanciarse del presbiterio diocesano, que sería, una vez más desautorizado.
Pero, por el otro, la dimisión de los vicarios de San Sebastián deja claro que la ruptura de la comunión con el nuevo obispo es seria, profunda y sumamente dolorosa. Y difícil de restañar. Porque se ha desautorizado públicamente a las personas y a la labor abnegada, sería y fructífera que han venido realizando durante las últimas décadas. En el fondo, les obligan a irse. No les dejan otra salida.
Munilla tendrá que pasar de las palabras a los hechos. Y antes de lo que seguramente tenía previsto. En una situación de excepcionalidad como ésta, hay miedo en muchos ámbitos diocesanos. Entre el clero y los fieles más comprometidos.
Para acabar con el miedo cuanto antes, se esperan de Munilla gestos rápidos y valientes. Por ejemplo, convocar a sus curas y pedirles humildemente ayuda. Lejos de los fastos de la toma de posesión y de los aplausos de los curas y fieles «importados» para la ocasión. Munilla tiene que arar con los bueyes que tiene. Sin sus curas no podrá hacer casi nada. Ante un presbiterio dolido y desautorizado como éste, Munilla puede actuar por las buenas o por las malas. Sólo por las buenas tiene arreglo la cosa. Y con mucho tacto y mucha humildad. ¡Que Dios lo ilumine!
Y, por supuesto, aunque a algunos les duela, tendremos que seguir hablando de Munilla. Porque es noticia. Y lo seguirá siendo. Se ha convertido en una estrella mediática de alcance nacional. Y ésa es otra variable que tendrá qu etener en cuenta. Porque todo lo que haga o diga repercutirá no sólo en su diócesis y en el País Vasco, sino en toda España. Es, como él mismo dijo, el día de su toma de posesión, la servidumbre de los medios que, a veces, convierten a algunos protagonistas en «supermanes».
