Camino condena el libro de Pagola con una supuesta «orden de Roma» que nadie ha visto
Dice el evangelio de mañana, 12 domingo del año que “nada hay oculto que no acabe sabiéndose”. Y parece que algo de eso se ha cumplido en la dolorosa historia que sigue. En la pasada reunión plenaria de la conferencia episcopal, la comisión permanente presida, en la que actuaba como secretario general J. A. Mnez. Camino, se enfrentó indirectamente al obispo de San Sebastián que acababa de conceder el “nihil obstat” al libro sobre Jesús de José. A. Pagola, tras un diálogo con dos teólogos, elegidos por los mismos obispos, de los que el autor aceptó todas las observaciones que se le hicieron.
Camino argumentó que hay “una orden de Roma” de que se condene al libro de Pagola, al menos para reparar todo el daño que ya ha hecho, y orientar a los que lo hayan leído. Esa orden de Roma que dice poseer Mnez. Camino, no la ha visto ningún obispo. Amparado en este argumento, Camino presentó un texto de condena de Pagola que varios prelados calificaron de “duro, extemporáneo, inmisericorde y cruel”. Su pretensión era darlo a conocer al acabar la reunión del episcopado. Algún obispo objetó que se condenaba más a la persona que a los errores y, por eso, aunque se aprobó sacar un texto (vista la supuesta orden de Roma) se quedó en revisarlo y aprobarlo en la reunión de la ejecutiva del mes que viene.
Este procedimiento era contrario al deseo expreso de Rouco, Cañizares, García Gasco y Blázquez que habían preferido la vía del diálogo y evitar un nuevo desprestigio tras lo ocurrido con la COPE. Pero resulta que las “nuevas generaciones” de obispos más jóvenes, que ocupan casi todos los cargos de la comisión permanente, son mucho más radicales en su integrismo que las viejas que ya conocemos. El texto que la Permanente presentó al Plenario había sido aprobado por 17 votos a favor, sólo uno en contra y tres abstenciones.
Hay dos detalles graves en esta historia:
a.- Ninguno de los miembros de la permanente que redactó esa condena ha leído el libro de Pagola. Hace ya unas semanas, cuando estalló el conflicto, tuvo lugar el siguiente diálogo entre Mnez. Camino y otro obispo español: ¿Usted ha leído el libro de Pagola? A lo que Mnez Camino respondió: yo no lo he leído pero teólogos solventes que me merecen todo crédito me han asegurado que es contrario a la fe de la Iglesia. A lo que el obispo anónimo replicó: pues la verdad, yo acabo de leerlo y no encuentro nada contrario a la fe.
b.- Nadie sabe a qué se refiere Mnez. Camino cuando habla de una orden de Roma de que se condene a Pagola. Como máximo se sospecha que podría ser una carta de Msr. Amato (secretario de la romana congregación de la fe) pidiendo esa condena. Pero Amato, como secretario, no puede dar ninguna orden. Esa carta podría expresar un deseo, pero nunca una orden.
Ante esas incongruencias, gente del mundo editorial piensa que lo que se está buscando es impedir la traducción al italiano de la obra de Pagola, que está ya concertada. Y la razón es que algún miembro de la curia romana está empeñado en sostener que ese libro se publicó para hacer sombra al del Papa.
En Roma son suficientemente inteligentes para comprender que, en el éxito de ventas y traducciones del libro del Papa Ratzinger, ha influido muchísimo el lanzamiento cuidadosamente preparado (¡nadie había oído nunca en El Corte Inglés anunciar cada cuarto de hora que en la sección de libros podía encontrarse el libro del Papa sobre Jesús!) más la presión de muchos movimientos para que sus miembros lo adquirieran. Pero este lanzamiento sólo garantiza la venta, no la lectura.
En cambio, el libro de Pagola, sin ninguna promoción de este género, vende 50.000 ejemplares en pocos meses, y cabe sospechar que en este caso los compradores son además lectores. Que Pagola explique que lleva siete años dedicado exclusivamente a preparar su texto no parece razón suficiente para desechar esa sospecha que han encubado en Roma.
Y no lo parece porque en el fondo, lo que se está buscando con su condena es una promoción personal de quienes la promueven, como la que pretendía aquel criado de Caifás que abofeteó a Jesús diciéndole: “¿así respondes al Pontífice?”.
Precisamente hace muy poco, el cardenal Martini denunció que uno de los males de la Iglesia actual es que muchos buscan su propia carrera a base de denunciar, acusar o condenar a otros hermanos: o conseguir una mitra, o pasar de secretario a prefecto de una congregación, o salir de una diócesis pequeña a otra más grande, o llegar a la cumbre de una conferencia episcopal. Huelga añadir que de todas estas intrigas palaciegas, el buen Papa no sabe nada, porque vive totalmente al margen de ellas estudiando y preparando la continuación de su libro.
Pero hay que añadir también que procedimientos tan rastreros, y objetivamente pecaminosos, dañan enormemente la credibilidad de la Iglesia, y merecen que se les apliquen las palabras de Santo Tomás de Aquino: “cuando hay un escándalo público, los prelados deben ser reprendidos públicamente”.